Solo por una noche. Katherine Garbera
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–Eh… no sé, la verdad. Ser tu chico durante el fin de semana es una cosa, pero todo lo demás es mucho compromiso. Tengo que empezar a contratar a mi equipo y a trabajar para que el barco que he diseñado se empiece a fabricar. Voy a tener el tiempo medido. Puedo hacer la boda, pero después, tendrás que buscarte la vida.
–Entonces, olvídalo. Necesito a alguien. La verdad es que ahora que te han fotografiado conmigo, te necesito a ti, señor… no conozco tu apellido.
–Bisset. Mi padre es…
–Creo que no necesitamos de momento hablar de las familias. Lo único que me interesa son los detalles. Voy a darte un buen montón de dinero, y vas a tener que ganártelo.
–Estás invirtiendo en mi equipo, Iris –dijo–. Una inversión de la que obtendrás beneficios. Estoy haciendo esto porque me gustas, carita de ángel –se inclinó y sintió su aliento en la mejilla–. Y creo que yo también te gusto, o no me habrías sugerido nada de todo esto.
Su piel era tan suave como parecía, y cuanto más tiempo pasaba con Iris, más contento estaba de haber tomado la decisión de ayudarla, pero estar con ella en la boda era una cosa; tres meses de citas y apariciones sería una farsa difícil de mantener.
Pero ella no iba a dar marcha atrás. Podía ver la determinación en su mirada. Y tal y como decía, ahora que los habían fotografiado juntos, era él o nadie. Y no quería dejarla en la estacada.
–Me gustas –dijo ella por fin, rozó su labio con el índice y apartó la mano.
–Bien. Entonces, hagamos que esto funcione –dijo, recostándose en la silla. Necesitaba inversores y, a menos que le estuviese mintiendo, podía proporcionar un sólido respaldo. Aquel lugar pertenecía a su padre, así que tenía dinero de verdad sobre la mesa. Tendría que hacer que su acuerdo de tres meses funcionara.
–Hagámoslo –dijo ella–. Voy a confeccionar una lista de los eventos a los que necesito que asistas en los próximos tres meses. Tú hazme un resumen de tu agenda.
–¿No deberíamos asegurarnos antes de que tus inversores están abordo? ¿O vas a ser tú sola?
–Eh… sí, por supuesto. Déjame ver lo que tienes. Creo que un grupo inversor sería mejor, pero le preguntaré a mi padre.
Le entregó el folleto y ella comenzó a leerlo, tomando notas en su cuaderno.
–Bien –dijo, una vez hubo terminado–. Creo que tienes un plan bastante sólido. No sabría decir por qué no has podido conseguir la financiación por tus propios medios.
–Yo tampoco.
–Quería que trabajásemos primero en nuestra parte del acuerdo, pero creo que padre va a necesitar un tiempo para analizar esto, así que lo mejor es que vayamos a buscarlo y hablemos. De todos modos, diga lo que diga él, yo voy a invertir en tu equipo.
–¿Por qué?
–Porque tú me vas a ayudar a mí. Me gustan los hombres que hacen honor a su palabra, y por lo que he leído en este documento, estás cualificado y sabes lo que tienes entre manos.
–No estoy buscando limosna.
–Y no es eso lo que vas a recibir. No soy una inversora pasiva. Espero informes trimestrales.
–¿Ah, sí?
–Por supuesto, pero no te preocupes que, como vas a salir mucho conmigo, me irás informando sobre la marcha –le guiñó un ojo. Apartó la silla y se levantó, pero él la detuvo.
–No quiero que pienses que eres la jefa.
–¿Por qué no? Es que lo soy. Voy a redactar un contrato que recoja nuestro acuerdo para los próximos tres meses. Y tendremos el contrato de inversión separado, ¿te parece? Tenías razón –añadió–. No quiero que mi padre se entere. Sería mejor que pareciera que estás conmigo.
–Lo estoy.
–Perfecto. Sigue así. Voy a buscarle.
–Aún no.
–¿Qué? ¿Por qué no?
–Porque piensas que soy mucho mejor actor de lo que soy en realidad –dijo, poniendo la mano en su cintura para ver si se apartaba. No lo hizo. Solo ladeó la cabeza y lo estudió con sus hermosos ojos castaños. De nuevo Zac volvió a tener la sensación de que era dos personas muy distintas: fuerte y confiada en el trabajo, un poco tímida y reservada en la esfera personal.
–No estoy segura de que sea buena idea –respondió, apoyando la mano en su pecho.
–¿Por qué no?
–Porque estamos fingiendo ser una pareja, y no quiero que se desdibuje la línea.
–Tenemos que hacer que parezca real. Si me apartas cuando te toque, nadie se lo va a tragar.
Iris se mordió el labio inferior y Zac ahogó un gemido. Le ponía como nadie lo había hecho desde hacía mucho tiempo, pero aquello era trabajo, y en parte eso era lo que quería explicarle: que tenía que dar la impresión de que eran amantes cuando en realidad eran extraños.
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