Noche de bodas aplazada. Natalie Rivers

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Noche de bodas aplazada - Natalie Rivers Jazmín Noche De Bodas

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tenían nada que ver con ella, que era bajita, rubia, con pecas y unos ojos verdes que resultaban ridículos si se ponía algo más que un poco de rímel.

      Pero, a pesar de sus dudas iniciales porque no entendía cómo un hombre tan magnífico como Lorenzo Valente podía estar interesado en alguien como ella, le había resultado imposible resistirse. Había entrado en su vida como un tornado, seduciéndola con la intensidad con la que el apasionado italiano lo hacía todo.

      Chloe había visto que Lorenzo trataba a las mujeres como una diversión pasajera, pero sabía que a ella la trataba de otro modo.

      Jamás había mencionado la palabra amor, pero ella sabía que no se sentía cómodo mostrando emociones o sentimientos.

      Un día la llevó a su casa en Venecia y le habló de su futuro y de los hijos que esperaba que tuviesen juntos. Para Chloe, ésa era la auténtica señal de amor y compromiso.

      De modo que había aceptado su proposición con auténtica felicidad, sintiendo que entraba en un nuevo capítulo de su vida, un capítulo que duraría para siempre.

      –Ven arriba conmigo y deja que me anticipe a tus deseos, mi querida Chloe –dijo con voz ronca–. Deja que te muestre lo feliz que me siento por haberme casado contigo.

      Los ojos de Chloe se llenaron de lágrimas. Jamás se había sentido especial… desde luego nunca se había visto sexy o preciosa. Que Lorenzo se lo dijera significaba para ella mucho más de lo que nunca podría imaginar.

      El amor y la felicidad eran más potentes que el champán que había estado bebiendo durante toda la tarde…

      «Te quiero» era lo único que pensaba.

      Sólo dos palabras, pero nunca las había dicho en voz alta. Ninguno de los dos lo había hecho.

      Al principio era demasiado tímida como para admitir sus sentimientos, pero ahora todo había cambiado. Estaban casados. Habían estado juntos en medio de una congregación, prometiendo cuidar el uno del otro, amarse y respetarse durante el resto de sus vidas… y ahora su corazón rebosaba felicidad.

      Y, de repente, las palabras escaparon de su garganta:

      –Te quiero, Lorenzo.

      Inmediatamente la expresión de Lorenzo cambió por completo, un cambio tan profundo que Chloe supo de inmediato que había cometido un terrible error.

      –¿Me quieres? –repitió él con súbita ira–. ¿Por qué has dicho eso?

      –Porque… porque es verdad –respondió Chloe, sorprendida.

      –¿A qué estás jugando? –Lorenzo frunció el ceño como si no entendiera–. Tú sabes… siempre has sabido que este matrimonio no tiene nada que ver con el amor.

      –Pero… –Chloe no pudo terminar la frase, con el estómago encogido. ¿Qué estaba diciendo?

      –Tú sabes que el nuestro es un acuerdo práctico. Hemos hablado de que serías mi esposa ideal… tú entendías que éste era un acuerdo sensato y práctico entre los dos, mucho mejor que un campo de minas emocional. Siempre has sabido lo que pensaba de este matrimonio.

      –No te entiendo –Chloe lo miraba, desconcertada, intentando recordar su proposición. Era cierto que no había clavado una rodilla en el suelo para pedirle que se casara con él, pero la había llevado a París, la ciudad más romántica del mundo, habían paseado por la orilla del Sena con las hojas de otoño bailando a su alrededor… incluso había tomado sus manos para pedirle que fuera su mujer.

      Intentó recordar cuáles habían sido sus palabras exactas, recordar la conversación entera. Pero, de repente, lo único que podía ver era la expresión airada de Lorenzo.

      –Discutimos el asunto cuando tu madre y tu hermana se marchaban a Australia. Te pregunté por tu padre, si él emigraba con ellas… y tú me dijiste que no lo habías visto desde que tenías siete años.

      –Pero tú y yo no salíamos juntos entonces –dijo Chloe, intentando entender la relevancia de esa conversación–. Eso fue antes de pedirme que saliera contigo.

      Recordaba que se había mostrado muy comprensivo y que le había contado que su madre se marchó de casa cuando él tenía cinco años. Era la primera vez que su relación había saltado la barrera entre jefe y ayudante. Lorenzo incluso le había servido una copa mientras le decía… que en su opinión la vida era mucho más sencilla sin las complicaciones de los ideales románticos.

      Chloe se llevó una mano al corazón. Sí, lo había dicho, pero nunca habría imaginado que hablaba en serio, que era algo más que un simple comentario amargo debido a los tristes recuerdos de su infancia.

      ¿Qué tenía eso que ver con su matrimonio?

      Lo miró, atónita, intentando recordar si habían vuelto a hablar del asunto alguna vez, pero sabía que no era así. Lo recordaría si Lorenzo hubiese dicho algo que la hiciera pensar que su interés por ella era frío y práctico.

      Él se pasó una mano por el pelo, sus ojos azules brillando de rabia.

      –Pensé que eras diferente a las demás –le dijo–. No otra de esas mujeres que intentan atraparme con falsas declaraciones de amor y promesas que no tienen intención de cumplir. Pero ahora veo que eres como ellas… peor aún porque has esperado hasta hoy, el día de nuestra boda, para hacerlo.

      Chloe intentó entender lo que estaba diciendo, pero no era capaz. Se daba cuenta de que estaba temblando y se abrazó a sí misma.

      –¿No quieres que te quieran? –le preguntó–. No te entiendo, Lorenzo. Es natural esperar amor, buscarlo incluso.

      –La gente que busca el amor es idiota –dijo él, desdeñoso.

      –¿Pero y si lo encuentras aunque no lo estés buscando? –le preguntó Chloe.

      Nunca había esperado enamorarse de su jefe, pero su magnético carisma, su seguridad, su presencia, habían hecho imposible que no lo amase.

      –El amor es una ilusión, un falso ideal.

      –Eres tan cínico… –murmuró Chloe–. Pues claro que el amor existe, no se puede negar lo que siente tu corazón.

      –¿Y tu corazón te dice que me quieres? –preguntó Lorenzo, sarcástico–. ¿Incluso ahora que he dejado claro lo que pienso sobre el asunto?

      –No es algo que uno pueda apagar y encender con un interruptor –dijo ella, desolada por su actitud. Sabía que Lorenzo podía ser muy arrogante a veces, pero nunca había pensado que fuese una persona cruel.

      Por lo visto, había muchas cosas que no sabía del hombre con el que acababa de casarse. ¿Había cometido el error más terrible de su vida?, se preguntó.

      –¿Entonces insistes en decir que me quieres? Tal vez no desees echarte atrás ahora… ¿crees que es mejor seguir fingiendo?

      –¿Qué es lo que quieres de un matrimonio, de tu mujer? –le preguntó Chloe, que no iba a dejarse amedrentar.

      –Quiero a alguien sincero, auténtico. Alguien a quien pueda respetar. No otra de esas

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