La novia prestada. Sally Carleen
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Читать онлайн книгу La novia prestada - Sally Carleen страница 4
—¿Pero dónde estaba ese bebé cuando ella se hallaba en Dakota del Sur?
—En Dakota ella vivía alejada de la gente, igual que en Wyoming. De haber tenido el bebé en Dakota del Sur, habría sido fácil esconderla. Una niña de dos años es más difícil, y la gente que la vio dice que era muy llamativa, pelirroja y siempre metiéndose en líos. Cada vez que la veían, Abbie la estaba persiguiendo y gritándole, aunque dicen que cuando se marcharon la niña se estaba acobardando un poco con tanto grito.
—Una niña pelirroja de cuatro años de edad —dijo Analise, triste al pensar en que la hija de Abbie se acobardase—. Tendrá más o menos mi edad. Si Abbie no hubiese robado ese dinero y se hubiese marchado del pueblo, quizás su hija y yo habríamos sido amigas. Es terrible que Abbie le quebrase el espíritu con sus gritos, pero al menos ahora sabemos por qué robó el dinero.
—¿Crees que robar el dinero para ocuparse de su hija justifica haberlo hecho?
—Por supuesto que no, pero explica por qué lo hizo. Debía estar embarazada en Briar Creek y el padre no quiso casarse con ella, así que tuvo que marcharse avergonzada…
—¿Marcharse avergonzada? Si fue en 1972, no en 1872.
—Biar Creek puede ser muy provinciano. Total, que logró esconder su embarazo, pero sabía que no podría esconder el bebé… hacen demasiado ruido, así que robó el dinero y se marchó de la ciudad. Si se hubiese quedado en Briar Creek y dado a la niña en adopción, mis padres podrían haberla adoptado y yo tendría una hermana. Querían otro niño.
Analise tuvo una extraña sensación. Qué pena que se hubiese perdido esa oportunidad, cuando siempre había soñado con tener una hermana. Incluso se inventó una, una pelirroja como ella a la que había llamado Sara. Abbie no parecía ser una buena madre, mientras que sus padres eran prácticamente perfectos… contrariamente a su cambiante hija.
—Así es más o menos como me lo imaginé. Sin embargo, hay que tener en cuenta de que ello podría significar que el padre de tu novio fuese el padre del bebé.
—¡De ninguna manera!
—Entonces, ¿por qué lo eligió a él para que resultase culpable?
—Porque él era el candidato más probable. Ya se había metido en líos cuando era adolescente. Su familia era verdaderamente pobre, y ya desde la secundaria salía con la madre de Lucas, que no era rica, pero tampoco pobre. El caso es que quería llevarla a la fiesta de graduación y como no tenía suficiente dinero para alquilar un smoking, robó uno. Al menos, eso es lo que intentó hacer, pero lo pillaron. Salió en libertad condicional porque tenía planeado devolverlo después de la fiesta y era un alumno de matrícula de honor, y nunca se había metido en líos antes, pero cuando surgió lo del banco y parecía que él era el culpable, nadie se preocupó de seguir investigando.
—Lo cual no significa que no fuese el padre de la hija de Abbie Prather. ¿Por qué no investigó esto tu novio? —levantó la mano para acallar sus protestas—. Lo único que quiero decir es que puede ser que estés metiéndote en camisa de once varas. Quizás no sea el tipo de regalo de boda que le guste a tu novio. Puede que haya un buen motivo para que no investigase.
—Hay un buen motivo, es decir un motivo bastante bueno, si uno lo ve desde el punto de vista de Lucas. Solo tenía cuatro años cuando encarcelaron a su padre, así que lo único que recuerda es cómo trataban a su familia por ser la de un convicto. En cuanto su padre salió de la cárcel hace dieciséis años, se mudaron a Pennsylvania, donde nadie sabía nada de ello y comenzaron una vida nueva. Sus padres le han dicho repetidas veces que tienen que olvidarse de aquello y seguir adelante, darse a sí mismos y a los demás la oportunidad de olvidar. Ni siquiera vendrán a Briar Creek para la boda.
—Y si ellos no quieren sacar los trapos sucios, ¿para qué lo haces tú?
—Para que sus padres se sientan cómodos al venir a nuestra boda y porque Lucas, en el fondo de su corazón, quiere saber la verdad.
—Ajá —era obvio que no la creía.
—¡En serio! De acuerdo, nunca me lo ha dicho, pero lo indica todos los días con sus acciones. Es médico. Podría ejercer en cualquier parte del país, pero decidió ir a Briar Creek a trabajar con mi padre. Intenta indicar con su comportamiento ejemplar que su padre no podría ser culpable de ninguna manera. Si él dice que su padre es un hombre de bien, yo lo creo. Encuentra la partida de nacimiento de esa niña y veremos quién es el padre y te garantizo que no será Wayne Daniels.
—Tengo toda la intención del mundo de hacerlo, pero hoy es sábado por la noche y los juzgados no abren hasta el lunes por la mañana a las nueve.
—Entonces —suspiró ella—, supongo que tendremos que esperar para aclarar ese punto. ¿Cómo se llama la niña? ¿Lo recordaba alguien?
—Oh, sí. Muchas personas lo recordaban porque Abbie le gritaba tanto. Sara.
—¡Sara! —la extraña sensación la volvió a asaltar—. Cuando yo era pequeña, mi hermana imaginaria se llamaba Sara, y luego, cuando tenía seis años, llamé así a mi muñeca favorita.
—Es un nombre corriente.
—Supongo que sí —pero su muñeca, al igual que ella y la hija de Abbie, era pelirroja. De hecho, todavía tenía la muñeca en su cochecito en un rincón de su dormitorio, como si no pudiese desprenderse de una parte de su infancia.
Se quedó en silencio un instante, pensando en la hija de Abbie, en el parecido de cabello y edad, y en tener una muñeca con el nombre de la niña. Si creyese en el destino, pensaría que Sara estaba destinada a ser su amiga o incluso su hermana adoptiva, pero que el crimen de Abbie lo había torcido.
Muchas veces había oído a sus padres lamentarse de que ella no tuviese hermanos y hablar de la posibilidad de tener otro bebé. Cuando era niña, creía que ellos no lo hacían porque ella era tan problemática que a ellos no les quedaba tiempo para preocuparse de otro niño. Ahora que sabía más sobre el proceso de tener bebés, se daba cuenta de que quizás ellos no podían tener otro.
O podía ser que el supuesto original estuviese bien. Era tal su deseo de demostrar que se podía valer por sí misma, que generalmente sucedía todo lo contrario. Como con este viaje.
El avión cayó en un pozo de aire, haciendo que ella, sobresaltada, se fuese hacia delante. Aunque el cinturón la sujetaba bien, Nick alargó el brazo para protegerla, del mismo modo en que lo hacían sus padres cuando ella era pequeña e iban a frenar el coche.
Pero el contacto de Nick no tenía nada de paternal cuando le apoyó el brazo en el pecho izquierdo y la palma de la mano en el derecho.
Lo miró de reojo sin atreverse a mover la cabeza por temor a que el más leve movimiento aumentara la sensación prohibida y deliciosa del contacto accidental. Y lo terrible del tema era que ella quería que esas sensaciones aumentasen, llevarlas al límite, fueran cuales fuesen esos límites.
Se mordió el labio. No tendría que tener esos pensamientos mientras estaba comprometida con Lucas. ¡Y hablando de límites, ya se había pasado de la raya!
¡Y pensar