Tú y sólo tú - Esposa de verdad. Susan Crosby

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Tú y sólo tú - Esposa de verdad - Susan Crosby Omnibus Julia

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manos sobre la mesa y miró al grupo mientras hablaba.

      —Supongo que todos saben que hace dos años compré y reformé la fábrica de sillas de montar.

      —Sí, te quedó precioso ese lugar —contestó Hennessy.

      —Gracias —sonrió Cagney—. Lo que no sé si sabrán es que los inspectores me dieron permiso para utilizar el lugar como propiedad residencial cuando lo hubiera terminado, pero tiene doble escrituración y también se puede utilizar para actividades comerciales. El edificio es inmenso, ya se pueden imaginar. Antes fue una fábrica. Tiene tres plantas. En total más de quince mil pies cuadrados. Yo vivo en la segunda y en la tercera planta, pero la primera, la que da a la calle, está vacía y sin reformar todavía. Tiene más de cinco mil pies cuadrados diáfanos.

      —¿A qué viene todo esto, Cagney? —le espetó su padre—. Por si no te has dado cuenta, estábamos reunidos.

      —Por favor, Bill —lo reprendió Hennessy frunciendo el ceño—. Déjala que hable. No es una niña pequeña.

      —Es mi empleada.

      —En estos momentos, es una ciudadana de Troublesome Gulch —le espetó el alcalde—. Habla, Cagney.

      —Lo que quería decirles es que me encantaría ceder la planta baja de mi propiedad para que pusieran allí el centro juvenil del que estaban hablando. Al igual que Jonas, yo llevo muchos años pensando que este pueblo necesita un lugar así.

      Los allí congregados se emocionaron.

      —Qué idea tan ridícula —opinó su padre—. No querrás que todos los desarrapados e indeseables del pueblo se te metan en casa. Vas a necesitar presencia policial constantemente.

      Su padre estaba cayendo en la trampa fácilmente.

      —No hay problema por eso. Soy policía —le recordó—. Además, me llevo bien con los adolescentes problemáticos y no los considero ni desarrapados ni indeseables. Les propongo otra cosa. Estoy dispuesta a dejar de patrullar para encargarme a jornada completa de ese centro juvenil. He estado destinada en el instituto como policía y conozco a muchos de esos chicos.

      —¿Estás segura, Cagney? —le preguntó Blackman—. Eres una agente de policía muy buena.

      —Estoy completamente segura —contestó Cagney—. La inmensa mayoría de las poblaciones de Colorado tienen proyectos comunitarios en los que participa la policía. Nosotros no tenemos ninguno y es una vergüenza. El cumplimiento de la ley no tiene por qué conseguirse siempre a través del castigo.

      —Es cierto —murmuró Hennessy.

      —En cuanto al tema económico…

      —Por eso no hay problema —intervino Jonas—. Yo pagaré el centro.

      Cagney inclinó la cabeza.

      —Muy bien, entonces lo único que nos falta es involucrar a la comunidad en el proyecto. Estoy dispuesta a hablar con los dueños de las tiendas y de las empresas para que nos donen el material necesario para la reforma. Así, el ayuntamiento y nuestro benefactor se ahorrarán algo —discurrió Cagney—. Aunque no sea necesario —añadió mirando a Jonas—. Tengo experiencia en reformas y creo que es muy importante involucrar a los habitantes de Troublesome Gulch todo lo posible.

      —Un momento —ladró su padre acallando los murmullos de excitación de los demás—. Agente Bishop, esto es una insubordinación por su parte. No tendría que haber interrumpido nuestra reunión, a la que no estaba invitada, y no puede usted cambiar el lugar al que está asignada como agente de policía así como así.

      —Por favor, deja de comportarte como un negrero —lo increpó el alcalde—. Todos sabemos que es tu hija y tu empleada, pero tiene treinta años, ¿no, Cagney?

      —Sí.

      —Además, la oferta que nos está haciendo es realmente generosa. Está dispuesta a hacer un sacrificio profesional muy grande. No hay razón para acusarla de insubordinación. Tu hija lo único que está haciendo es hacer gala de un espíritu comunitario digno de admiración. Deberías estar orgulloso de ella.

      —Le deberíamos dar una medalla —añadió Hennessy.

      —Además, el presupuesto de la policía se aumentó a principios de año para que pudieras contratar a otros cinco agentes, así que seguro que podrás prescindir de una de ellos por esta causa tan maravillosa —le dijo uno de los concejales más respetados de la ciudad—. ¿Por qué no tenemos ningún proyecto comunitario en el que participa la policía, Bill? —quiso saber.

      Todos los presentes permanecieron en silencio.

      El jefe de policía ni se molestó en contestar a la pregunta.

      —Está bien, adelante con el centro juvenil, pero yo me encargo de decidir quién será el agente que lo vigile —accedió haciendo un gran esfuerzo por ocultar la rabia que sentía.

      —No, eso es inaceptable —le dijo Cagney.

      —¿Cómo? —se indignó su padre.

      —Si voy a ceder una parte de mi propiedad para este proyecto, quiero ser yo la agente de policía asignada al centro. Estoy seguro de que lo comprenden.

      —Lo comprendemos perfectamente. Me parece una idea maravillosa y apruebo la propuesta —contestó el alcalde.

      —Cuenta también con mi aprobación —añadió Hennessy mirando al jefe de policía con una ceja enarcada.

      Cagney tuvo que hacer un gran esfuerzo para no estallar en carcajadas y comenzar a pegar brincos de alegría. El alcalde, los concejales y todo el pleno del ayuntamiento estaban de su parte. Ver a su padre acorralado le producía un gran placer.

      El sargento no podía oponerse a su solución, que era casi perfecta, sin poner de manifiesto que era un hombre dictatorial e irracional y, como tenía que seguir manteniendo las apariencias delante de los demás, iba a tener que ceder.

      ¡Qué gran momento!

      —Está bien —accedió por fin—. Apruebo la propuesta, aunque no me parece adecuada.

      —Gracias —contestó Cagney mirando a Jonas—. ¿Qué me dice, señor Eberhardt?

      —Por favor, llámame Jonas —contestó el aludido en tono serio.

      —Jonas, ¿crees que el espacio que yo tengo servirá para el centro que quieres construir?

      Jonas se debía de estar preguntando por qué demonios Cagney se había metido en todo aquello, pero también tenía que mantener las apariencias.

      —Yo creo que, si el ayuntamiento nos ha dado su permiso, deberíamos seguir adelante con el proyecto. Gracias.

      —¿Te encargas tú de los permisos necesarios o quieres que lo haga yo? —le preguntó haciéndose la inocente y dejándole la parte administrativa, que la aburría sobremanera.

      —Ya me encargo yo —contestó Jonas.

      —No se preocupen, las licencias y los permisos de este

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