Tú y sólo tú - Esposa de verdad. Susan Crosby
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—Tampoco lo sé. Hay días en los que creo que sí y otros en los que estoy convencida de que no —confesó—. Cuando lo perdí, pasé por uno de los peores momentos de mi vida y no quiero revivir aquello, no quiero volver a perderlo…
—¿Y si no lo vuelves a perder?
—Sé realista. Me ha dejado muy claro que lo que hubo entre nosotros ya no significa nada para él. Odia mi trabajo…
—Como tú.
—Odia a mi padre…
—Como tú.
—No, yo no odio al sargento —contestó Cagney—. Yo sólo… simplemente no me cae bien. Nada bien.
Aquello hizo que ambas se rieran.
—Cagney, lo único que importa es lo que tú quieres —le dijo su amiga agarrándola de la mano y mirándola a los ojos
Cagney no tuvo que pensarlo ni un segundo. Siempre había tenido muy claro lo que quería.
—Jonas. Lo único que quiero es recuperar al Jonas del que estaba enamorada. Ni siquiera sé si sigue existiendo, pero quiero abrir una brecha en el muro que ha erigido a su alrededor aunque me tenga que romper la cabeza.
—Si quieres estar con él, no te queda más remedio que ser tú la que lleves las riendas —le confirmó Faith.
—¿Y cómo lo hago sin que se asuste y se vaya?
—No lo sé. Yo creía que os iba a resultar fácil en cuanto empezarais a pasar tiempo juntos… seguro que encontrarás la manera. Tú siempre has sido muy fuerte.
—¿Yo?
—Sí, tú —insistió Faith.
—Pero si soy la debilidad personificada. Si hubiera sido fuerte, habría mandado al sargento a freír espárragos hace mucho y sería artista y no policía.
—Eso no es cierto. Tu padre te puso entre la espada y la pared cuando estabas fatal y no tenías elección. Te recuerdo que te dijo que te tenías que ir de casa o meterte en la academia de policía. ¿Qué ibas a hacer? Acabadas de cumplir veinte años y estabas deprimida.
—Sí, y así sigo varios años después.
—Aunque no te guste tu trabajo, eres una buena policía.
—¿Y a quién le importa eso? Me dejé dominar y ahora estoy en un callejón sin salida.
—Si de verdad lo quieres, puedes cambiar de trabajo. Tienes toda la vida por delante. Bueno, en realidad, ya estás cambiando. Ahora vas a trabajar la jornada completa en el centro juvenil. Por algo se empieza.
—Sí.
—Cagney, puedes hacerlo. Eres una superviviente. Mira cómo conseguiste que Jonas accediera a trabajar contigo enfrentándolo a tu padre. Eres un genio.
—Gracias, pero no quiero que esté conmigo por la misma razón. Si no quiere estar conmigo, de verdad, prefiero quedarme con mis recuerdos que seguir adelante.
—¿Y si no fuera así?
—Todo indica que no quiere nada conmigo.
—No estoy de acuerdo —le dijo Faith jugando con unas muestras de pintura—. Sé que lo negará siempre, pero todos sabemos que la verdadera razón de que Jonas Eberhardt haya vuelto a Troublesome Gulch es para vengarse de ti. Cree que tú le hiciste daño adrede. Tú y yo sabemos que se equivoca completamente, pero eso es lo que él cree. ¿Entiendes por dónde voy? Nadie quiere vengarse de una persona si esa persona no supone absolutamente nada en su vida.
—Pero me dijo que yo no significaba absolutamente nada para él, Faith. Me lo dijo muy claro.
—Claro. ¿Y qué te iba a decir? ¿Querías que te dijera: «No he podido parar de pensar en ti durante estos doce años»?
—Bueno, no, pero…
—El hombre tiene su orgullo.
—El orgullo no sirve para nada.
—No, pero existe. Ya te perdió una vez y debió de sufrir mucho, así que no creo que esté dispuesto a volver a arriesgar el corazón frente a su primer amor.
—No sé si fui un amor de verdad para él.
—Sabes perfectamente que te quería.
Cagney se quedó pensativa.
—Sí, de acuerdo, me quiso, pero eso fue hace muchos años.
—Y ahora vuelve a Troublesome Gulch y decide quedarse unos meses. Podría haberse ido después de la conferencia de prensa, pero no lo ha hecho. Se ha quedado y está trabajando contigo —insistió Faith mirando a su amiga sonriente—. Creo que eso deja claro que hay algo más aparte del deseo de vengarse de tu padre.
Cagney sabía que su amiga tenía razón, pero no quería hablar con Jonas de aquello, prefería quedarse con la curiosidad que asustarlo.
—Ya veremos lo que ocurre —concluyó eligiendo la muestra de pintura de color mandarina—. La verdad es que me gusta ésta y también me gusta tu idea de darle una apariencia de loft urbano al centro —añadió eligiendo unos cuantos colores más—. Mira, con el ciruela, y estos dos verdes, el pistacho y el jade queda fenomenal, ¿no te parece? No tiene nada que ver con el blanco hospital, ¿eh?
—No, ni tampoco con lo que estábamos hablando. Menudo cambio de conversación.
Cagney sonrió y siguió adelante con el proyecto del centro.
—Quería pedirte una cosa. ¿Qué te parece si les propusiéramos a unos cuantos grafiteros que pintaran la pared de detrás del karaoke? Yo creo que quedaría genial.
—Es una idea estupenda. Tengo unos cuantos chicos en el colegio que son unos verdaderos artistas.
—Estupendo. Quiero a los mejores. Diles que, por supuesto, se les pagará.
—Si hemos terminado de elegir los colores, te dejo porque cierta señorita que yo me sé se va a poner a berrear de un momento a otro —se despidió Faith poniéndose en pie.
—Faith, te he escuchado —le dijo Cagney poniéndole la mano en el brazo antes de que se fuera—. Quiero decirte que te he escuchado con respecto a Jonas y que gracias por escucharme tú a mí.
—De nada. Yo lo único que quiero es verte feliz —se despidió Faith—. Por cierto, a ver si la próxima vez me cuentas tú las cosas y no te las tengo que estar sacando con cuchara.
—Entendido —se rió Cagney.
Una vez a solas, disfrutó del olor a madera recién cortada y se dio cuenta de que, por primera vez en varias semanas, se sentía esperanzada.
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