Un beso apasionado. Jessica Lemmon
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Addison le sonrió y sintió que el corazón se le encogía. Hacía poco que había asumido que aquel órgano no albergaba ni una pizca de sentido común.
La situación continuaba siendo embarazosa.
Desde que Bran había roto con Taylor y se había enterado de que Royce había sido nombrado presidente, no había dejado de enfrentarse a desafíos en el trabajo, y Addison Abrams era uno más.
Su secretaria era irreemplazable, una confidente con la que siempre podía contar. Habían encajado desde el primer día, y su desempeño y eficiencia lo habían ayudado a destacar en su puesto de director general. Si ella se fuera, él…
Había hecho realidad aquel dicho que decía que detrás de todo gran hombre había una gran mujer. Había cometido el error de pensar que Taylor era esa mujer, pero ahora veía claramente que era Addi.
Últimamente su relación con Addi era tensa y la culpa era del comentario de Taylor Thompson. No sabía si era porque Taylor estaba enamorada de Royce o porque las hormonas del embarazo le habían hecho decir eso, el caso era que había sugerido que Addi debía ser algo más que su secretaria y que hacían buena pareja juntos. Al oírlo, habían intercambiado una mirada de pánico.
Después del error que había cometido al salir con Taylor en su intento por hacerse con el puesto de presidente, Bran había decidido no cometer ninguno más. Pero desde entonces, había empezado a fijarse en Addison.
Su plan con Taylor había tenido poca visión de futuro. Había pensado que con ella a su lado, tendría mejor imagen para hacerse con el puesto de presidente. Pero se había equivocado. Después de unas cuantas citas, había optado por proponerle matrimonio en un intento desesperado por mejorar sus posibilidades de ocupar el cargo. En su momento, había encontrado sentido a su plan.
Por suerte, no había llegado a acotarse con ella. Era un alivio, puesto que si no, las vacaciones en familia se habrían vuelto una situación muy incomoda para todos.
¿Qué tenía eso que ver con Addi?
Poco después de que Royce ocupara el puesto de presidente y de que Taylor anunciara que estaba embarazada, Bran había empezado a pasar más tiempo en la oficina y, en consecuencia, a prestar más atención a su secretaria. Addi, ya fuera por restarle importancia a aquella sugerencia incómoda de que hacían buena pareja o simplemente por no herir su ego, parecía estar presente más de lo habitual.
Admiraba su desenvoltura y aplomo incluso cuando trataban los temas más nimios de trabajo. Se había fijado en sus piernas, largas y finas, y se había preguntado si sería como consecuencia de correr o de practicar yoga. Tampoco le había pasado por alto que siempre pedía la comida a algún restaurante cercano y que se quedaba a trabajar hasta tarde cuando él lo hacía.
En resumen, todo parecía indicar que era soltera.
El comentario de Taylor se había hecho un hueco en su subconsciente. Había empezado a pensar en Addi con frecuencia y no solo en el plano profesional, y de ahí la extraña conversación de aquella mañana. Por increíble que pareciera, le estaba resultando más difícil tratar con ella que con Taylor después de haber estado a punto de pedirle matrimonio.
El hecho de que se cumpliera el primer aniversario de Addi trabajando en ThomKnox era significativo. Si quería que siguiera allí, tenía que arreglar lo que estaba roto. No estaba seguro de si lo conseguiría con un café y un pastelito, pero al menos era un primer paso.
Fuera, bajo el sol californiano, el edificio de oficinas se elevaba sobre una explanada de césped salpicada de palmeras y flores, que atravesaron hasta la cafetería de enfrente. El Gnarly Bean servía el mejor café de todo el estado.
–Me encanta este sitio.
Los labios de Addison se curvaron en una sonrisa que hizo resplandecer su mirada azul. Iba vestida de amarillo y llevaba el pelo recogido en una coleta. Era imposible que su belleza pasara desapercibida. Se había dado cuenta el mismo día en que la había contratado, pero no le había dado importancia. Antes de su obsesión por convertirse en presidente, se le había dado muy bien compartimentar su vida.
Bran tiró del pomo cilíndrico de la puerta de cristal y le hizo un gesto para que lo precediera, deteniéndose un instante para deleitarse con el aroma del café. ¿Había algo más placentero en la vida que un buen café?
De manera automática, los ojos se le fueron a las piernas de Addi. Sí, había otras cosas más placenteras.
–Yo invito –le recordó al verla buscar la cartera.
Por un segundo, le pareció que sus brillantes ojos azules se posaban en su boca antes de que sus labios pronunciaran un «gracias». Seguramente se lo había imaginado.
Después de todo lo que había pasado durante los últimos meses, lo peor era que no se reconocía. No le había pedido salir a Taylor porque sintiera algo por ella, sino porque pensaba que su unión le convertiría en un mejor candidato. Era como si un extraterrestre se hubiera apoderado de su cuerpo. Bran era el Knox simpático y despreocupado; Royce, el pragmático y analítico.
–Deberíamos hacer esto más a menudo –dijo Bran.
Ella lo observó atentamente, con gesto indescifrable.
Todo iba bien de momento.
–Buenos días, Addi.
El barbudo camarero la recibió junto a la barra con una sonrisa, a la vez que tensaba los músculos de sus antebrazos para llamar la atención sobre sus tatuajes. Patético.
–Hola, Ken, ¿cómo estás?
Addi lo saludó con efusividad y Bran se sintió celoso. ¿Acaso le gustaban los tipos con barba y tatuajes?
De repente se sintió como un aburrido oficinista trajeado cuyo único cometido fuera pagarle el sueldo. Nunca le había interesado a quién le sonreía Addi hasta que había dejado de sonreírle a él. Echaba de menos la tranquilidad de los buenos tiempos, de cuando eran simplemente jefe y secretaria, antes de que Taylor dijera que hacían buena pareja y de que Royce sugiriera que su mujer perfecta estaba más cerca de lo que pensaba.
Siempre había disfrutado del día a día sin preocuparse del futuro. Qué tiempos.
Ken dijo una tontería y Addi rio, seguramente por cortesía. Bran se colocó entre ellos y la sonrisa de Ken se tornó desafiante.
–Quiere nata montada encima y le he prometido darle todo lo que quiera. Hoy es nuestro primer aniversario, ¿verdad, Addi?
Ella se sonrojó y sonrió tímidamente ante el comentario de Bran.
–Sí –convino ella.
–Enhorabuena –dijo Ken y tocó la pantalla para introducir la comanda.
A pesar de su felicitación, Bran no pensaba que lo decía en serio.
Y aunque estaba decidido a retomar la vía para ganarse de nuevo la confianza de su secretaria, le parecía conveniente asegurarse de que Ken no pisara terreno en el que no era bienvenido. Además, Addi podía aspirar a alguien mejor que aquel camarero peludo, así que debía poner a aquel tipo en su lugar.
Después