Un beso apasionado. Jessica Lemmon

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Un beso apasionado - Jessica Lemmon Miniserie Deseo

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una temporada con Addison Abrams, lo cual no era beneficioso para el equilibrio que estaba intentando restablecer en la oficina.

      Esa mañana, la tensión había aumentado. Se había despertado excitado y con una erección, incapaz de pensar en otra cosa que no fuera sexo. Sexo con Addison. Culpaba de todo a la mala racha por la que estaba pasando. Tenía que delimitar claramente su vida laboral y personal. Necesitaba un buen polvo y lo mejor sería encontrar a alguien fuera del trabajo para satisfacer esa necesidad.

      Lo más fácil era ir sobre seguro con Tammie. Después de una ducha revitalizante, le había enviado un mensaje invitándola a una copa.

      Demasiado tiempo. Le escribió, contestándole a su mensaje.

      Unos segundos más tarde, la pantalla se iluminó con su respuesta.

      ¿Qué tal el jueves a las siete? ¿En Vive?

      Vive era un bar clásico y elegante, con sillones de terciopelo rojo y rincones discretos.

      Perfecto. Allí nos veremos.

      Dejó el teléfono sobre la mesa. Acostarse con Tammie no solo aliviaría su necesidad, también le haría viajar en el tiempo hasta antes de la designación del nuevo presidente de la compañía. Por entonces, su lema había sido trabajar duro y vivir intensamente. Durante el último año, lo único que había hecho había sido trabajar y trabajar. En muchas ocasiones, Addi se había quedado con él en la oficina hasta tarde.

      La miró a través de la cristalera. Estaba escribiendo algo en el ordenador y tenía la vista puesta en la pantalla. La atracción que sentía por ella estaba muy viva, pero no estaba dispuesto a permitir que afectara a su relación laboral.

      Quería que se sintiera cómoda en el trabajo y que ni ella ni Taylor se preocuparan por él. Le vendría bien centrar su atención en una mujer a la que solo le interesara acostarse con él.

      Su teléfono vibró al recibir otro mensaje de Tammie. Esta vez, el icono de unos labios rojos.

      Para el viernes por la mañana, aquel asunto con Addi quedaría olvidado.

      «No soy tan obtuso».

      Addison había contenido la risa, pero tenía que darle la razón. No solo se había creído lo de su reunión familiar, sino que después del año que llevaban trabajando juntos seguía sin darse cuenta de lo que sentía por él. Obtuso o no, el hecho de que la hubiera consolado al verla llorar le había tocado la fibra sensible.

      –Justo cuando había decidido olvidarme de él –murmuró para sí.

      Tomó el teléfono y le mandó un mensaje a su amiga Carey. Aunque estaba de viaje en el extranjero por trabajo, necesitaba hablar con alguien.

      –Mi jefe me ha pillado llorando.

      Se recostó en su asiento y fijó la vista en la invitación que había guardado en el bolsillo interior de la agenda. La tarjeta venía en un sobre negro con su nombre y dirección cuidadosamente escritos con tinta dorada. Una enorme tristeza la invadió. Joe era demasiado joven para morir.

      Había recogido la invitación del buzón aquella mañana, la había metido en su agenda y enseguida se había olvidado de ella. Cuando se había acordado y había abierto el sobre, se había sorprendido al encontrarse la invitación para la celebración de vida de Joe.

      Había muerto hacía un mes y había sido incinerado siguiendo sus deseos. Según su familia, lo había dejado todo planeado para cuando muriera. Había seleccionado un grupo de amigos y familiares para asistir a una fiesta privada en un resort en el lago Tahoe. Había dejado pagados los gastos de alojamiento, además de un programa de actividades y el servicio de catering.

      La última vez que había visto a Joe había sido en Navidad. Le había resultado muy doloroso verlo tan frágil. A él tampoco le había gustado que lo viera así.

      –Ni se te ocurra volver, Addi. No quiero que me recuerdes así –le había dicho.

      Había contenido las lágrimas que se había prometido no derramar. Aunque llevaban años sin verse, significaba mucho para ella y resultaba muy duro perder a alguien tan querido.

      Probablemente aquella visita había hecho que lo que sentía por Bran se intensificara. En un momento dado le había hablado de su jefe a Joe, con la única intención de cambiar de tema. Su amigo la había animado a ir a por todas. Había llevado una vida intensa gracias a una familia que nadaba en la abundancia y que lo colmaba de caprichos. Era mucho más fácil ser valiente con una cuenta bancaria más que saneada.

      Al abrir el sobre había sentido el mismo dolor que aquel día de diciembre. Addi era una persona reservada y si Bran no se hubiera mostrado tan atento, se habría sentido avergonzada por haberse venido abajo. Cerró los ojos y recordó su olor cuando se había sentado a su lado.

      «Ya está bien».

      Se había propuesto olvidarse de él. Si lograba reforzar su independencia, aseguraría su puesto de trabajo y, por tanto, su estabilidad económica. Además, le ayudaría a sanar su corazón.

      El viaje al lago Tahoe cerraría otra herida de su pasado. No había vuelto a ver a los padres de Joe desde que había dejado de trabajar en Hart Media, algo que sus padres no habían encajado bien. El lago estaba a unas cuatro horas conduciendo, un viaje que podía hacer con su viejo coche.

      Satisfecha de que al menos su vida personal avanzaba, anotó el viaje en su agenda. Lo único que le quedaba por hacer era buscar quien la sustituyera en su puesto unos días.

      Un fin de semana de celebración sería la despedida perfecta de Joe y el momento ideal para enterrar lo que sentía por Brannon Knox.

      Capítulo Cuatro

      En medio de un atestado carril de la autopista, Addison se mordió el labio al ver humo saliendo del capó de su coche. Aunque no tenía ni idea de mecánica, aquello no podía ser nada bueno.

      Llevaba veinte minutos de viaje y aún le quedaban unas horas por delante. Apagó el aire acondicionado con la esperanza de que su viejo coche siguiera funcionando hasta la siguiente salida, pero su querida tartana se sacudió una última vez antes de quedarse clavado donde estaba.

      La suerte no parecía estar de su parte.

      Empezaron a oírse bocinas, además de exabruptos de los demás conductores. Como si fuera culpa suya que el coche se hubiera estropeado. Quiso gritarles algo en respuesta, pero en vez de eso, se mordió la lengua y se sintió aliviada cuando por fin consiguió llegar al arcén.

      Llevaba una mañana frustrante.

      Se había olvidado de pedir en la oficina de correos que retuvieran su correspondencia mientras estaba fuera. Había tenido que ir en persona y hacer fila. Luego, había tenido que rellenar un formulario interminable. Como consecuencia, su salida hacia River Groove prevista a las diez se había retrasado un par de horas.

      Y de pronto aquello.

      Iba a tener que pedir ayuda.

      Sus padres estaban descartados. En cuanto se enteraran de que se le había estropeado el coche, le echarían en cara no haber seguido trabajando en la empresa

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