Dimensiones de la migración en Colombia.. Felipe Aliaga Sáez

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Dimensiones de la migración en Colombia. - Felipe Aliaga Sáez

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a la población total del país, con un pico algo por encima de 160.000 en el censo de 1985 y participaciones máximas de 6.5 por mil, dentro de ese total, en el mismo año y en 1938 (ver tabla 1). Dada su concentración en algunas pocas ciudades, cabe decir otra cosa respecto a ellas, como se verá adelante.

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      *Solo hombres

      Fuente: elaboración propia, a partir de informes censales, Anexo 1.

      Por otro lado, el comportamiento de los saldos conocidos muestra que hasta 1968 estuvieron siempre por debajo de cinco mil (figura 1) y que en 1966 se inicia una fase de crecimiento que lleva a un período donde predominan valores significativamente más altos, hasta el último año estudiado. Visto a través de los promedios de los saldos conocidos, mientras entre 1926 y 1965 el valor medio fue de 999, de 1960 a 2015 llegó a 29.081.

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      Fuente: elaboración propia a partir de los anexos 1 y 2, además de otros de los informes estadísticos, para los datos de los años no incluidos en los anexos.

      La disposición asimétrica de información y la diferencia de comportamiento de los saldos que se acaba de ver, entre otras cosas, nos llevan a dividir el análisis siguiente en cuatro subperíodos: de 1819 a 1899; de 1900 a 1925; de 1926 a 1965; y de 1966 a 2015. A continuación, se detalla cada uno de ellos.

      Inmigración durante el siglo XIX

      Colombia inició la vida como país independiente en 1819, cuando, junto con Venezuela y Ecuador, que continuaba bajo el dominio español, se conformó, en el Congreso de Angostura, la República (Colombia, 1819), conocida popularmente como la Gran Colombia, a la cual se unió Panamá en 1821. Venezuela y Ecuador se separaron en 1830 y Panamá en 1903.

      Desde sus comienzos, la nueva república fue favorable, con algunas condiciones, a la llegada de extranjeros. Como compensación por el apoyo económico a la causa independentista, en 1819 el Gobierno confirió a los judíos de las Antillas, especialmente de Curazao, la posibilidad de establecerse en la costa del Caribe, con los mismos derechos de los nacionales y la garantía del libre ejercicio de su religión (Bibliowicz, 2001). De manera general, en la primera Constitución, se estipuló que serían colombianos los no nacidos en el país que obtuvieran carta de naturaleza (Colombia, 1821, art. 4).

      Pronto se pasó de la aceptación de la inmigración a su promoción, como mecanismo de ocupación del territorio y crecimiento demográfico y en 1823 se definieron normas claves al respecto. Una primera incentivaba, mediante la oferta de tierra y de naturalización al establecerse, la llegada de labradores y artesanos europeos y norteamericanos (Colombia, 1823a).

      Días después, se ofreció la naturalización a “todos los nacidos fuera del territorio de Colombia”, que, entre otras cosas, llegaran con “algún jénero de industria ú ocupación útil de que subsistir” (sic) y se establecían reducciones de ese tiempo en función de algunas condiciones, con la adquisición de un bien inmueble por valor de cuatro mil pesos como la más ventajosa, pues eximía de cualquier tiempo de residencia para la carta de naturaleza (Colombia, 1823b).

      Además de lo anterior, y haciendo eco de lo que parecía ser un consenso nacional, la expedición de normas legales incentivando y facilitando la inmigración se extendió durante todo el período, con argumentos y motivos distintos. Buena parte del esfuerzo se orientó a incentivos para la colonización, de los que, en algunos casos, también se beneficiaban los nacionales, pero también hubo algunas normas referidas a la contratación, como obreros asalariados, de culíes de la India y de chinos (Mejía, 2011). Refiriéndose solo a los “más importantes”, Brigard (1914) relacionó 31 leyes y 4 decretos, expedidos entre 1823 y 1893, sobre los asuntos mencionados.

      Dentro de los inmigrantes asentados, la mayoría debió ser masculina durante todo el período, si se tiene en cuenta que, en el censo de 1851, único dato que tenemos disponible sobre la proporción por sexo en el siglo XIX, las mujeres apenas representaban el 20.7 % y solo llegaron a superar a los hombres en el censo de 2005 (ver Anexo 1). Tal situación coincide con una de las calidades de la inmigración que se definía en las normas, que casi siempre hacían mención explícita de los hombres, mientras “las mujeres, acorde con la condición de abierta discriminación de que eran objeto en la época, sólo aparecían como componentes del hogar de los migrantes, que, se entendía, eran los varones, aunque en algunas normas se hacía referencia a ‘familias migrantes’ ” (Mejía, 2011, p. 3). No obstante, teniendo en cuenta el escaso éxito de los planes oficiales de promoción de la inmigración, no cabe esperar que se tratara de una relación causal.

      En el origen nacional, los dos censos mencionados muestran una distribución semejante, aunque es notorio el incremento venezolano, que pasa a ocupar el primer lugar, desplazando a la inmigración británica (figura 2). En 1851, la participación de los seis países europeos identificados (41 %) era casi igual a la de Venezuela y Ecuador juntos (40.2 %), como se desprende de los datos relacionados en el Anexo 1.

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      Fuente: elaboración propia, a partir de Anexo 1.

      La llegada de europeos, por lo menos españoles, italianos y alemanes, se mantuvo hasta fines

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