Catatumbo resiste cincuenta y tres días de paro. Jairo Hernando Estrada Álvarez

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Catatumbo resiste cincuenta y tres días de paro - Jairo Hernando Estrada Álvarez

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fin de solucionar las múltiples problemáticas identificadas, tal como el “Plan de manejo ambiental”.

      PERSPECTIVA METODOLÓGICA

      Dado que la producción académica existente no da cuenta de las dinámicas de configuración y despliegue de la protesta desde la experiencia del campesinado, Catatumbo resiste 53 días se construye como una apuesta de diálogo de saberes entre la producción académica y la producción (comprensión-explicación-interpretación) que realiza el campesinado catatumbero sobre las causalidades, las dinámicas, las lógicas, las contradicciones y el horizonte político del Paro. Este diálogo se encuentra ligado a la necesidad de acercar el saber académico con el saber que producen las comunidades en sus dinámicas vitales, las cuales dan lugar a las luchas y resistencias en la región. Así, pues, la perspectiva metodológica se decanta del cruzamiento de tres elementos: una perspectiva regional como el punto de partida del análisis, una apuesta epistemológica fundamentada en el diálogo y en el campesinado como productor de pensamiento (saberes teóricos y praxis), y una apuesta política orientada al reconocimiento del campesino como sujeto político.

      De entrada, en su magistral Historia doble de la Costa, Fals Borda genera una reflexión en torno a la región y propone un análisis que aborde la complejidad de las dinámicas sociales, culturales, políticas y económicas regionales, enmarcándolas en la formación social en la que se constituyen y despliegan. Así, pues, la región “tiene implicaciones importantes para la práctica política, el frente ideológico y la planeación económica y social” (Fals Borda, 2002a, p. 16B). El lugar preponderante de la región en Colombia pone de presente la necesidad de analizar los escenarios locales y regionales desde una óptica que, sin perder de vista su inserción en una formación socioeconómica, informa sobre las lógicas particulares y específicas (también las contradicciones) de los relacionamientos en un determinado territorio.

      En este contexto, Fals Borda plantea la importancia de la dinamicidad y la historicidad como dos elementos que, circunscritos al concepto de formación social, se tornan centrales para analizar lo regional y sus especificidades, pues “no pueden darse en el infinito social. Para que tengan sentido, deben expresarse en lo concreto, esto es, en una totalidad social delimitada por la naturaleza específica de sus articulaciones propias” (p. 17B). Asimismo, estos dos elementos son potentes en la medida en que permiten identificar “la evolución de las instituciones políticas y sociales locales con sus secuencias de continuidad y descontinuidad histórica” (p. 18B).

      De este modo, la perspectiva regional se traduce en el abordaje de los territorios en cuanto construcciones sociales dotadas de sentido por quienes les dan vida en sus distintos escenarios relacionales. Esto implica, tal como se efectuó en la Historia doble de la Costa, un ejercicio orientado a la comprensión de la región que debe partir de un diálogo fluido y respetuoso entre quienes investigan desde la academia y quienes, en sus dinámicas vitales, construyen y dotan de sentido lo regional. Antes que asimilar la vida de las poblaciones a los parámetros establecidos técnica o políticamente, es necesario entender que en la construcción territorial existe un complejo despliegue enriquecido de saberes y conocimientos que las comunidades construyen dentro del propio despliegue de su potencia vital.

      En este marco, el abordaje de la subregión del Catatumbo desde la convergencia de la dinamicidad y la historicidad nos permitió acercarnos al territorio como una construcción social y política cuyos contornos culturales, sociales y políticos, así como su delimitación geográfica, no se ligan de manera exclusiva a la división político-administrativa colombiana y a su institucionalidad, sino a un conglomerado de relaciones sociales que se han generado en el territorio, en el campesinado y en los pueblos indígenas, con otras colectividades humanas y con la naturaleza. De igual forma, el abordaje particular de la movilización de Ascamcat permitió identificar la perspectiva del campesinado que ha generado los contornos de su propuesta territorial, ya que esta es vital para dar cuenta de la disputa política por el territorio, lo cual ha sido y es un elemento central de la movilización social campesina estudiada.

      En segundo lugar, la apuesta epistemológica desplegada en el presente trabajo se manifiesta en dos elementos interconectados y orientados a generar un diálogo de saberes fluido con las comunidades campesinas. Este diálogo, en primer lugar, pretende reconocer al campesinado como sujeto histórico y con una tradición de lucha y resistencia; en segundo, recuperar una perspectiva sentipensante como estrategia que vincula de forma amplia y compleja la razón y la emoción que se involucran en el ejercicio de movilización. Dicho diálogo busca identificar las dinámicas sociales, culturales y políticas del campesinado en su proceso de movilización y en la importancia de la reconstrucción del Paro como un ejercicio de memoria histórica presente.

      El primer elemento orientado a la generación del diálogo de saberes se encuentra ligado a la recuperación del “hombre-hicotea” de Fals Borda. Esta figura alegórica que proviene de la mitología caribeña permite ilustrar el ejercicio de las resistencias de las poblaciones ribereñas frente a las múltiples amenazas que las acechan en el marco de su cultura anfibia. Como lo recordaba el maestro Fals Borda, los hombres-hicoteas aguantan, resisten, se adaptan, aman y luchan. Esto es palpable en la expresión de un campesino en torno al hombre hicotea y la importancia del aguante para su vida:

      Aguantar no es sufrir. Aquí donde me ves, no me siento amargado ni quejoso. Somos todavía capaces de reír, de gozar, de tirar, de pelear a puños, de responderle a los ricos. Todavía sabemos cómo resistir y escaparnos, como cuando nos vamos a Venezuela, o como cuando invadimos tierras desocupadas para levantar casas y sembrar comida. (Fals Borda, 2002, p. 27A)

      Si bien es cierto que el hombre hicotea que plantea Fals Borda está limitado espacialmente a la costa Caribe y a una parte específica de este territorio, es importante resaltar su potencia analítica en términos de la comprensión de las comunidades como portadoras de saberes y conocimientos que se despliegan en sus dinámicas relacionales y remiten a configuraciones de la región y la formación social en que esta tiene lugar. El hombre hicotea es una expresión de la cultura popular de los campesinos que deben luchar por su vida contra “ricos egoístas y gamonales abusivos”, pero se une a una tradición de lucha. Es el hombre hicotea expresión de una tradición de lucha popular que “ayuda a explicar el porqué y el cómo de la resistencia popular y de la supervivencia cultural y física de las clases explotadas, aún ante la larga ofensiva disgregadora y descomponedora de las clases dominantes en los siglos XIX y XX” (Fals Borda, 2002b, p. 52B).

      Así, entonces, el hombre hicotea en cuanto expresión de la cultura popular se perfiló como un elemento de vital importancia para dar cuenta de los ejercicios de movilización social de una comunidad campesina que ha estado sitiada por la guerra y por distintos intereses económicos sobre el territorio que amenazan su vida al atacar la construcción territorial que ha tenido lugar en lo que hoy es la subregión del Catatumbo. La potencialidad del hombre hicotea en nuestra investigación se relaciona con la posibilidad de comprender la producción de saberes por parte del campesinado, en el marco de sus dinámicas vitales y de construcción territorial que han combinado el aguante y la resistencia con la creatividad y el amor.

      El segundo

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