Colapsología. Pablo Servigne

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Colapsología - Pablo  Servigne

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en lo que respecta a las reservas petroleras, el pico mundial del petróleo convencional, es decir, el 80% de la producción petrolera, fue alcanzado en 20061. Desde entonces, nos encontramos sobre una «meseta ondulante». Una vez sobrepasemos esa meseta, la producción mundial de petróleo empezará a disminuir2.

      Según los datos estadísticos más recientes3, la mitad de los veinte primeros países productores, que reúnen más de tres cuartas partes de la producción petrolera mundial, ya han alcanzado sus picos, y entre ellos se hallan Estados Unidos, Rusia, Irán, Irak, Venezuela, México, Noruega, Argelia y Libia4. En los años sesenta, por cada barril consumido, la industria encontraba otros seis. Hoy en día, con una tecnología cada vez más avanzada, el mundo consume siete barriles por cada uno que se descubre.

      En un trabajo científico publicado en 20125, un grupo de investigadores británicos concluía que «más de dos tercios de la capacidad actual de producción de petróleo crudo tendrán que ser sustituidos de aquí a 2030, simplemente para mantener la producción constante. Teniendo en cuenta el descenso a largo plazo de nuevos descubrimientos, será un gran desafío, aunque las condiciones [políticas y socioeconómicas] se muestren favorables». De esta forma, de aquí a quince años, para mantenerse, la industria tendrá que encontrar un flujo de 60 millones de barriles al día, es decir, ¡el equivalente a la capacidad diaria de seis Arabias Sauditas!

      Los conocimientos sobre el estado de las reservas se van precisando, y un número cada vez mayor de multinacionales, gobiernos, expertos y organizaciones internacionales se está volviendo pesimista en cuanto al porvenir de la producción. De acuerdo con los autores del mencionado estudio, «un descenso continuo de la producción mundial de petróleo convencional parece probable antes de 2030, y existe un riesgo importante de que comience antes de 20206», conclusión que comparten informes financiados por el Gobierno británico7 y los ejércitos estadounidense8 y alemán9. En resumen, se está gestando un consenso sobre el hecho de que la era del petróleo fácilmente accesible ha pasado y entramos en una nueva época10.

      La situación petrolera es tan tensa que numerosos dirigentes empresariales han dado la voz de alarma. En Gran Bretaña, un consorcio de grandes empresas llamado ITPOES (The UK Industry Taskforce on Peak Oil and Energy Security) escribió en su informe de febrero de 2010: «Como estamos alcanzando tasas máximas de extracción […], debemos ser capaces de planificar nuestras actividades en un mundo en que los precios del petróleo son susceptibles de ser al mismo tiempo elevados y más inestables, y donde el impacto de los precios del petróleo tendrá el poder de desestabilizar la actividad económica, política y social11».

      Según algunos observadores más optimistas, en cambio, las estimaciones que concluyen en un «pico» se basan en cantidades máximas extraíbles demasiado alarmistas. Un grupo de investigadores se interesó por esta controversia y comparó un abanico de escenarios, desde los más optimistas a los más pesimistas. El resultado fue que solo los escenarios considerados pesimistas se corresponden con los datos reales observados en los once últimos años12. De esta manera confirmaba el estudio la entrada en un descenso irreversible de la producción mundial de petróleo convencional.

      De acuerdo, pero ¿qué ocurre con los nuevos yacimientos, en concreto, los de los que se conocen como petróleos no convencionales, es decir, los hidrocarburos pesados y/o atrapados a gran profundidad en la arena, el alquitrán y las rocas de la corteza terrestre? ¿Acaso las plataformas sumergidas en las profundidades de las costas brasileñas y árticas, las arenas bituminosas de Canadá y el gas y los petróleos de esquisto no van a sustituir progresivamente al crudo convencional?

      No. Y los hechos son irrefutables. En lo que respecta al petróleo y al gas de esquisto, comentemos brevemente que las técnicas de extracción ponen en riesgo el medioambiente y la salud de los habitantes de la zona13, provocan microterremotos14, fugas de metano15 y de sustancias radiactivas16, consumen enormes cantidades de energía17 (entraremos en detalle más adelante), de arena y de agua dulce18 y contaminan las capas freáticas19.

      En efecto, las empresas de perforación suelen presentar balances financieros desastrosos. Según un informe de la administración estadounidense de la energía, la tesorería combinada de 127 compañías que explotan petróleo y gas de esquisto tuvo un déficit de 106.000 millones en el año fiscal 2013-201420, déficit que dichas empresas quisieron compensar de inmediato con la apertura de nuevas líneas de crédito. Pero para atraer más inversiones y presentar un resultado positivo a los analistas financieros, ¡se vieron obligadas a vender 73.000 millones de activos! El resultado: deudas disparadas y una capacidad cada vez menor para generar los ingresos necesarios y saldar las deudas21.

      Un estudio encargado por el Gobierno británico advierte: «Una mayor dependencia de los recursos que utilizan la fracturación hidráulica agravará la tendencia al alza de las tasas de descenso medias, ya que los pozos no tienen ninguna meseta y disminuyen con extrema rapidez, a veces un 90% o más en los cinco primeros años22». Otros estiman un 60% de descenso de la producción solo en el primer año23. De forma que, para evitar la quiebra, las compañías deben perforar cada vez más pozos y contraer cada vez más deudas, para compensar el descenso de los pozos ya explotados y al mismo tiempo seguir aumentando su producción, que les permitirá reembolsar sus crecientes deudas. Una carrera a contrarreloj cuyo resultado ya conocemos…

      Esta es la pequeña burbuja que muchas personas no han visto (o no han querido ver) al proclamar a los cuatro vientos que las energías fósiles no convencionales permitirían a Estados Unidos recuperar una cierta independencia energética24. Con la intención de inflar artificialmente el crecimiento y la competitividad de Estados Unidos, el banco central estadounidense (la FED) dio permiso a las compañías petroleras para pedir préstamos con un interés extremadamente bajo, con lo que fabricó una bomba de relojería: la más mínima subida de las tasas de interés dejaría a las compañías más frágiles al borde de la quiebra. El problema es prácticamente el mismo en el caso del gas de esquisto25. Según la administración Obama, dicha estructura apenas se mantendrá unos años tras haber alcanzado su barrera en 201626.

      Las estimaciones —muy optimistas— de la Agencia Internacional de la Energía indican que las arenas bituminosas de Canadá o Venezuela llenarán 5 millones de barriles diarios en 2030, lo que supone menos del 6% de la producción total de combustible en la fecha actual (en proyección)27. Es imposible, pues, en el mejor de los casos, compensar el descenso del petróleo convencional de esta manera.

      ¿Y el Ártico? Los riesgos para el medioambiente28 y los inversores29 son muy importantes. Algunos de los principales se retiraron de la carrera incluso cuando el precio del barril estaba alto, como Shell, que suspendió las exploraciones en 201330, o Total, que hizo lo mismo y además alertó a todos los actores del sector sobre los riesgos potenciales31.

      Los biocarburantes no resultan mucho más «tranquilizadores». Se prevé que su contribución se limite al 5% de la oferta de combustibles en los próximos diez a quince años32, sin tener en cuenta que algunos amenazan seriamente la seguridad alimentaria de numerosos países33.

      Imaginar que la electrificación del sistema de transportes podrá sustituir al petróleo no es nada realista. Las redes eléctricas, las baterías y las piezas de recambio se fabrican a partir de metales y materiales que son escasos (y se agotan), y todo el sistema eléctrico consume energías fósiles: son necesarias para el transporte de piezas de recambio, de los trabajadores y de los materiales, para la construcción y el mantenimiento de las centrales y para la extracción de minerales. Sin petróleo, el sistema eléctrico actual, incluido el sector nuclear, colapsaría.

      De

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