Colapsología. Pablo Servigne

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Colapsología - Pablo  Servigne

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del petróleo, fácil de transportar y con una gran densidad de energía. Por otro lado, porque estos tipos de energía se agotarían en muy poco tiempo, ya que se acerca la fecha de su pico34 y la mayoría de las máquinas y las infraestructuras necesarias para su explotación funcionan con petróleo. El descenso del petróleo supondrá, por tanto, el de todas las demás energías. Por eso es tan peligroso subestimar la envergadura de la tarea que hay que realizar para compensar el descenso del petróleo convencional.

      Pero eso no es todo. Los principales minerales y metales llevan el mismo camino que la energía, el del pico35. Un estudio reciente evaluó la disponibilidad de 88 recursos no renovables y la probabilidad de que se encuentren en situación de escasez permanente antes de 203036. Entre aquellos con probabilidad elevada encontramos la plata, indispensable para la fabricación de aerogeneradores; el indio, imprescindible para algunas células fotovoltaicas; o el litio, con el que se hacen las baterías. Y el estudio llega a la conclusión de que «estos problemas de escasez tendrán un impacto devastador en nuestro modo de vida». En esta misma línea, en los últimos meses han surgido estimaciones del pico del fósforo37 (abono esencial de la agricultura industrial), de las explotaciones pesqueras38, e incluso del agua potable39. Y la lista podría alargarse fácilmente. Como explica el especialista en recursos minerales Philippe Bihouix en L’Âge des low tech [La era de las bajas tecnologías], «podríamos permitirnos tensiones en uno u otro tipo de recursos, energía o metales. Pero el desafío ahora es que debemos hacer frente a ambos al mismo tiempo: [no tenemos] la energía necesaria para los metales menos concentrados y [tampoco] los metales necesarios para una energía menos accesible40». Nos acercamos rápidamente a lo que Richard Heinberg denomina el «pico de todo» (peak everything41). Recordemos la impactante curva exponencial: cuando las consecuencias ya son visibles, es solo una cuestión de años, si no de meses.

      En resumen, podemos esperar un descenso inminente de la disponibilidad de energías fósiles y de los materiales que alimentan la civilización industrial. De momento, ninguna alternativa parece estar a la altura de la caída que se avecina. El hecho de que la producción se estanque a pesar de los esfuerzos cada vez mayores de las compañías petroleras, con tecnologías más y más avanzadas, es una señal muy clara. Desde el año 2000, las inversiones consentidas por la industria han aumentado en promedio un 10,9% anual, esto es, diez veces más rápidamente que en la década anterior42. Que las mismas industrias que antaño rechazaban las arenas bituminosas, el petróleo de esquisto, los biocarburantes, las placas solares y los aerogeneradores, ahora se tomen estos recursos en serio, significa que estamos cambiando de época. La época del pico.

      Pero ¿qué hay después del pico? ¿Una disminución lenta y gradual de la producción de energías fósiles? Puede ser, pero permitidnos que lo dudemos, por dos razones. La primera es que, una vez alcanzado el pico de sus propios yacimientos, los países productores de petróleo se enfrentarán a un creciente consumo interior. Si, por el contrario, deciden —legítimamente— dejar de exportar para responder a esa demanda, perjudicarán a grandes países importadores (como la mayoría de Europa), lo que podrá desencadenar guerras de acaparamiento que limitarán la capacidad de producción de los países productores. En cualquiera de los casos, el descenso será mucho más rápido de lo previsto. La segunda razón para dudar es que…

      ¡EN LO ALTO DEL PICO HAY UNA PARED!

      Generalmente, tras escalar la curva de campana por un lado, hay que bajar por el otro lado. Entonces, en los subsuelos de la Tierra todavía debe haber la mitad del petróleo que hemos encontrado. ¡Exacto! Es un hecho comprobado: la cantidad de energías fósiles almacenadas bajo tierra —y confirmadas— sigue siendo gigantesca, y es especialmente importante si tenemos en cuenta los hidratos de metano que se podrían explotar al fundirse el permafrost siberiano y el canadiense. ¿Buenas noticias?

      No nos emocionemos tan pronto. Para empezar, sería catastrófico para el clima (ver siguiente capítulo). Y después, por mucho que queramos, nunca conseguiremos extraer todo ese petróleo. La razón es sencilla; para extraer petróleo hace falta energía, mucha energía: la prospección, los análisis de viabilidad, la maquinaria, los pozos, los oleoductos, las carreteras, el mantenimiento y la seguridad de todas estas infraestructuras, etc. Ahora bien, el sentido común exige que, en una empresa de extracción, la energía recolectada sea superior a la energía invertida. Es lógico. Si se consigue menos de lo que se invierte, no merece la pena excavar. La relación entre la energía producida y la energía invertida se denomina tasa de retorno energético (TRE o ERoEI, por sus siglas en inglés de Energy Return on Energy Invested).

      Se trata de un aspecto esencial. Tras el esfuerzo de extracción, el excedente de energía es el que permite el desarrollo de una civilización. A principios del siglo xx, el petróleo estadounidense tenía una fantástica TRE, de 100:1 (por cada unidad de energía invertida, se conseguían 100). Apenas se excavaba, brotaba el petróleo. En 1990 ya solo estaba en 35:1, y hoy en día ronda el 11:143. Para que sirva de comparación, la TRE media de la producción mundial de petróleo convencional se sitúa entre 10:1 y 20:144. En Estados Unidos, la TRE de las arenas bituminosas comprende entre 2:1 y 4:1, la de los agrocarburantes, entre 1:1 y 1,6:1 (10:1 en el caso del etanol fabricado a partir de caña de azúcar), y la de la energía nuclear, entre 5:1 y 15:145. La del carbón ronda el 50:1 (en China, 27:1), la del petróleo de esquisto, el 5:1, y la del gas natural, el 10:146. Todas estas TRE están no solo en descenso, sino en un descenso que se acelera, porque cada vez hay que excavar más y más hondo, adentrarse más en el mar y utilizar técnicas e infraestructuras más costosas para mantener el nivel de producción. Pensemos en la energía que habría que gastar para inyectar miles de toneladas de CO2 o de agua dulce en los yacimientos antiguos, en las carreteras que habría que construir y en los kilómetros que habría que recorrer para alcanzar las zonas más recónditas de Siberia…

      El concepto de TRE no solo se aplica a las energías fósiles. Para obtener energía de aerogeneradores, por ejemplo, primero hay que gastar energía en reunir todos los materiales que sirven para fabricarlos, y después en fabricarlos, instalarlos y mantenerlos. En Estados Unidos, la energía solar (esos inmensos espejos en el desierto) ofrecería un rendimiento de aproximadamente 1,6:1. La energía fotovoltaica en España, unos 2,5:147. En cuanto a los aerogeneradores, conseguirían un balance a primera vista más alentador, de unos 18:148. Por desgracia, estas cifras no contemplan el carácter intermitente de este tipo de energía ni la necesidad de adosar un sistema de almacenamiento o una central eléctrica térmica. Si se tiene esto en cuenta, la TRE de los aerogeneradores desciende a 3,8:149. La hidroelectricidad es la única que ofrecería un rendimiento cómodo, situado entre 35:1 y 49:1. Pero, además de que esa forma de producción amenaza gravemente los hábitats naturales50, un estudio reciente demuestra que los 3.700 proyectos en curso o planificados en el mundo solo aumentarían la producción eléctrica mundial en un 2% (de 16 a 18%)51.

      En definitiva, las energías renovables no tienen potencia suficiente como para compensar el descenso de las energías fósiles, y no hay suficientes energías fósiles (ni minerales) para desarrollar en masa las energías renovables y que estas puedan compensar el descenso pronosticado de las energías fósiles. Gail Tverberg, especialista en economía energética, lo resume en que «nos dicen que las energías renovables nos van a salvar, pero es mentira. La energía eólica y la solar fotovoltaica comprenden una porción tan grande de nuestro sistema basado en las energías fósiles como la de cualquier otra fuente de electricidad52».

      El problema es que nuestras sociedades modernas requieren una TRE mínima para cubrir el conjunto de los servicios que se ofrecen actualmente a la población53. El principio de la explotación energética es, a grandes rasgos, el siguiente: primero se destina el excedente energético del que se dispone a los aspectos indispensables para la supervivencia, como pueden ser la producción alimentaria, la construcción

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