Colapsología. Pablo Servigne

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de los sistemas judiciales, de seguridad nacional, de defensa, de seguridad social, de salud y de educación. Al final, si queda algún excedente energético, se utiliza para el entretenimiento (turismo, cine, etc.).

      En la actualidad, la TRE mínima para proporcionar todos esos servicios se ha establecido entre 12:1 y 13:154. En otras palabras, se trata de un umbral más allá del cual no debemos aventurarnos si no queremos vernos obligados a decidir colectivamente —con todas las dificultades implicadas— qué servicios conservar y de cuáles prescindir55. Con una TRE media en descenso de las energías fósiles y una TRE que no supera el 12:1 en la mayoría de las energías renovables, nos acercamos peligrosamente al umbral.

      Por supuesto, todas estas cifras se debaten, y muchos no dudarán en cuestionarlas, pero el principio general no está tan sujeto a opiniones. La idea que hay que entender es que estamos frente a una pared termodinámica que se acerca cada vez más rápido. Hoy en día, cada unidad de energía se extrae con un coste medioambiental, económico y energético más y más elevado.

      Los índices económicos permiten asimismo visualizar esta pared. Dos equipos de investigación que usan diferentes metodologías modelizaron recientemente la compleja relación entre la TRE y el coste de producción (precio por barril)56. Las conclusiones son idénticas: cuando la TRE del combustible fósil desciende por debajo del 10:1, los precios aumentan de manera no lineal, es decir, de manera exponencial (ver figura 4). Dicha tendencia al alza de los costes de producción también se percibe en lo que respecta al gas, al carbón, al uranio, así como a los metales y los minerales imprescindibles para fabricar energías renovables57.

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      Figura 4. Modelización del precio del barril de petróleo en función de la TRE (según las correlaciones históricas observadas).

      Fuente: Heun, M. K. y De Wit., M. «Energy return on (energy) invested (EROI), oil prices, and energy transitions», Energy Policy, vol. 40, 2012, págs. 147-158.

      Si sabemos que unos dos tercios del crecimiento de los Treinta Gloriosos se debieron a la combustión de energías fósiles —y el resto fue producto del trabajo y de las inversiones58—, podemos deducir que el descenso inexorable de la TRE de las energías fósiles supondrá una enorme pérdida de beneficios que hará que la promesa de crecimiento económico no se pueda cumplir59. Dicho de otro modo, el descenso energético significa nada menos que el fin definitivo del crecimiento económico mundial.

      Además, la curva de la figura 4 invita a tomar conciencia de que verdaderamente nos estamos acercando a una pared, por retomar la metáfora del vehículo. Una pared que es infranqueable porque está construida con las leyes de la termodinámica.

      Y ANTES DE LA PARED… UN PRECIPICIO

      En estas condiciones, cuesta imaginar de qué forma podría nuestra civilización recuperar un horizonte de abundancia, o al menos de continuidad. Pero, por sorprendente que pueda parecer, la escasez energética no es el peligro más inminente para nuestro motor. El elemento que amenaza con silenciarlo antes es otro: el sistema financiero.

      En realidad, el sistema energético y el financiero están estrechamente relacionados, uno no puede funcionar sin el otro. Forman una especie de correa de distribución, un eje energético-financiero que representa el corazón de nuestra civilización industrial. Esta conexión se puede observar al analizar la estrecha correlación que hay entre la curva del PIB y la de la producción de petróleo (ver figura 5). Una recesión se corresponde con un precio del petróleo elevado y poco consumo; un periodo de expansión indica lo contrario, un precio del petróleo bajo y un consumo alto. Esta mecánica no es una simple correlación, se trata más bien de una relación causal: un estudio histórico demuestra que, de las once recesiones que tuvieron lugar a lo largo del siglo xx, diez habían estado precedidas por un fuerte incremento del precio del petróleo60 (ver figura 6). Es decir, una crisis energética precede a una crisis económica grave. Fue el caso de la crisis del petróleo de los años setenta, al igual que el de la crisis económica de 2008.

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      Figura 5. Tasa de crecimiento del petróleo, de la energía y del PIB mundial.

      Fuente: Tverberg, G. E., «Energy and the Economy – Twelve Basic Principles», Our Finite World, 14 de agosto de 2014.

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      Figura 6. Precio del barril de petróleo y periodos de recesión.

      Fuente: Hamilton, J. D., «Causes and Consequences of the Oil Shock of 2007-08», National Bureau of Economic Research, 2009 [actualizado por los autores].

      Tratar los problemas económicos sin tener en cuenta su origen energético es un grave error. Pero lo mismo ocurre al contrario. Gail Tverberg se ha especializado en el análisis del eje energético-financiero y observa que en el contexto del pico ya no resulta posible extraer cantidades significativas de energías fósiles sin contraer una cantidad también creciente de deudas. «El problema al que nos enfrentamos ahora es que, cuando el precio de los recursos es demasiado elevado, el sistema basado en la deuda ya no funciona. Y un nuevo sistema financiero basado en deudas no funcionaría mejor que el anterior61». Un sistema de deudas tiene una necesidad urgente de crecimiento y, por tanto, de energía. La afirmación también es cierta a la inversa: nuestro sistema energético se lanza a las deudas. De esta forma, la correa de distribución gira en los dos sentidos: una disminución de la producción de petróleo lleva a nuestras economías a la recesión, y al contrario, las recesiones económicas aceleran el descenso de la producción energética62. Más concretamente, el sistema económico mundial está hoy en día acorralado por un precio alto de petróleo y otro bajo. Sin embargo, los dos extremos son caras de la misma moneda.

      Cuando el precio del petróleo es demasiado alto, los consumidores reducen sus gastos, lo que provoca recesiones (y luego una bajada del precio del crudo). En cambio, un precio elevado supone una maravillosa noticia para las compañías petroleras, que pueden invertir en la prospección gracias al uso de nuevas tecnologías de extracción, lo que a la larga permite mantener la producción o desarrollar energías alternativas.

      Cuando el precio de la energía es demasiado bajo (tras una recesión o manipulaciones geopolíticas, por ejemplo), el crecimiento económico puede reemprender la subida, pero las compañías petroleras se encuentran con serias dificultades financieras y reducen las inversiones (como hemos observado después de la bajada reciente de las cotizaciones del petróleo63), lo que pone en grave riesgo la producción futura. El informe de 2014 de la Agencia Internacional de la Energía64 destaca que el esfuerzo necesario para compensar la decadencia natural de los yacimientos antiguos ya envejecidos «parece incluso más difícil de perpetuar ahora que el barril ha caído a 80 dólares, […] especialmente por las arenas bituminosas y los pozos ultraprofundos que hay por todo Brasil». Y el economista jefe de la Agencia, el muy optimista Fatih Birol, añade que «empiezan a acumularse nubes en el horizonte a largo plazo de la producción petrolera mundial; acarrean posibles tormentas65».

      La fragilidad del sistema financiero mundial está más que comprobada. Está formado por una compleja red de deudas y obligaciones que conecta los balances de contabilidad de innumerables intermediarios, como los bancos, los fondos especulativos o las aseguradoras. Como demostró la quiebra de Lehman Brothers y sus efectos en 2008, dichas interdependencias han creado un entorno propicio a los contagios66 (ver

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