Hacia una bioeconomía en América Latina y el Caribe en asociación con Europa. Ulrich Schürr
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Estos recursos y experiencias resaltan la importancia de las vías de la bioeconomía para la región y de la naturaleza sustancial de las contribuciones que los países pueden hacer tanto a los equilibrios globales como a los desafíos regionales. Es importante señalar que todos estos aspectos se han originado a partir de procesos espontáneos orientados al mercado y deben ser cuidadosamente monitoreados en cuanto a su evolución futura y a la manera como pueden ser optimizados en términos de beneficios regionales y globales. Está muy claro que cualquiera que sea el escenario futuro que se pueda anticipar para la bioeconomía mundial, ALC desempeña un papel específico para conseguir los equilibrios globales de alimentos/provisiones/combustible que se necesitarán. Al mismo tiempo, la región tiene un desafío propio: el hambre y la pobreza, aunque no tan dramáticas como en otras partes del mundo en desarrollo, siguen siendo importantes en toda la región, especialmente en las zonas rurales, haciendo de la agricultura y la producción de biomasa un componente esencial para cualquier estrategia de reducción de estos fenómenos. En este sentido, la bioeconomía en ALC tiene un conjunto dual de objetivos: en el contexto mundial, juega un papel fundamental en la contribución a los balances globales de alimentos, fibra y energía, además del mejoramiento de la sostenibilidad ambiental. Por otra parte, dentro de los límites de la región, la bioeconomía emergente es una nueva fuente de oportunidades para un crecimiento equitativo, mediante una producción agrícola y de biomasa mejorada y para un aumento de oportunidades laborales.
En un contexto histórico, la transición hacia una bioeconomía en ALC también ofrece la posibilidad de ir más allá de la visión dicotómica de la agricultura contra el desarrollo industrial que ha dominado los debates sobre estrategias de desarrollo regional desde la década de los cincuenta, en razón a que los vínculos entre agricultura e industria se expanden más allá de los puntos de vista tradicionales, para incluir un conjunto mucho más complejo y estratégico de las relaciones insumo-producto. Las siguientes secciones del artículo contemplan dos aspectos considerados críticos para la discusión regional: el primero se refiere a la seguridad alimentaria, a las oportunidades de desarrollo rural y a la situación política e institucional. Luego la discusión presenta las que serían las vías principales para tener en cuenta en el desarrollo de la bioeconomía en la región y revisa los principales obstáculos que deben abordarse para que esas vías sean eficaces.
Seguridad alimentaria y oportunidades de desarrollo local
El concepto de bioeconomía basada en la diversificación y la intensificación sostenible de la utilización de los recursos naturales implica una posible competencia entre los alimentos y la energía u otros usos. Esto ha sido motivo de preocupación desde que el concepto comenzó a ser discutido, pero se ha acentuado más en los últimos tiempos como consecuencia de la subida de precios de los alimentos y el surgimiento de conflictos sociales y de disturbios en varios países (Mittal 2009). Como los precios del petróleo se han incrementado y las alternativas biocombustibles han recibido una mayor atención tanto en los países desarrollados como en los de vías de desarrollo, la cuestión del impacto de la bioeconomía en la seguridad alimentaria (acceso, disponibilidad, estabilidad y uso de los recursos) se ha trasladado a la vanguardia de la discusión. La importancia del asunto no se cuestiona. Es evidente que la seguridad alimentaria está estrechamente relacionada con el uso del suelo y si se toman los recursos de la producción de alimentos y se asignan a otros usos, seguramente existe fundamento para las preocupaciones expresadas.
Este conflicto potencial, sin embargo, debe ponerse en contexto y se deben tener en cuenta varios aspectos para un debate significativo. No todos los países están, respecto a ello, en la misma situación. Los que poseen “abundancia de tierra”, como Ecuador, Surinam, Guyana, Paraguay, Uruguay, México, Perú, Venezuela, Colombia, Bolivia, Argentina y Brasil (IICA 2010) se encuentran sin duda, en una posición diferente a la de los países más pequeños, dependientes de las importaciones de alimentos, que suelen ser los de mayor inseguridad alimentaria, dada la alta dependencia de las importaciones de alimentos de primera necesidad y las exportaciones de productos tropicales primarios (FAO 2008). Sin embargo, algunos biocombustibles importantes están bajo parámetros de demanda cambiante. Este no es el único factor que explica la evolución reciente de los mercados de materias primas agrícolas porque la combinación de una serie de malas cosechas, el estancamiento de cambios tecnológicos y los pequeños aumentos en el rendimiento derivados de ello, así como un cambio estructural de la demanda de un número significativo de consumidores de los países emergentes, parecen también estar jugando un trascendental papel (Trostle 2008). La agricultura ha sido subestimada como fuente de crecimiento y con respecto a su rol en la mitigación de la pobreza. Esto se refleja en una reducción de las inversiones en todos los ámbitos, incluida la I+D y también en la dinámica del cambio de rendimiento de los cultivos que ha disminuido de más del 2 % al año en la década de 1980 a menos del 1 % en la actualidad (CGIAR 2011). Antes de que se emita un dictamen final al respecto debe señalarse explícitamente la combinación de todos estos factores.
Pero incluso si las tensiones actuales se relacionan con la competencia entre alimentos y combustible/energía, en una perspectiva a más largo plazo, la bioeconomía es un elemento más positivo que negativo en el balance general. La esencia del concepto –como se indicó más arriba– es sobre el uso más eficiente y eficaz de los recursos naturales (biomasa, procesos biológicos), por medio de un incremento en la intensidad de conocimiento, lo que lleva, finalmente, a diversificación y aumento significativos de los niveles de producción y abre espacios tanto para más alimentos como para alternativas energéticas de base biológica.
Un primer aspecto que se debe considerar son los impactos de los ingresos de las opciones basadas en la bioeconomía. Estos serán dobles: la geografía de la pobreza ha cambiado de manera significativa en las últimas décadas, con zonas urbanas que concentran ahora el mayor número de pobres y con zonas rurales que aglutinan los peores casos de inseguridad alimentaria y pobreza. El desarrollo de la bioeconomía puede ayudar a mejorar ambas situaciones. Apuntar a la producción agrícola a nuevos niveles de productividad contribuirá a mejorar el suministro de alimentos para los pobres situados en la urbe, y al mismo tiempo, la seguridad alimentaria en las zonas rurales, que es principalmente una consecuencia de la pobreza y la falta de oportunidades. De este modo, el progreso sostenido en el negocio agrícola también ayudará a mejorar la seguridad alimentaria de la población rural pobre mediante ingresos y lazos laborales (von Braun y Kennedy 1994; IICA 2010).
Las oportunidades de la bioeconomía pueden estar vinculadas a casi cualquier tipo de material vegetal. En esencia, las industrias de base biológica están bien adecuadas para la producción local y también funcionan como motor para el desarrollo rural y la generación de ingresos. En los países desarrollados, la mayor parte de la tierra disponible ya está siendo utilizada, pero en muchas de las regiones más pobres del mundo, la proporción de tierras inutilizadas es todavía significativa y potencialmente podría emplearse para la producción de cultivos energéticos (IICA 2010).
La bioeconomía puede ofrecer nuevas alternativas para salir del círculo vicioso de la pobreza en la que muchas comunidades rurales se encuentran cuando la base de su tierra no es apta para la producción de alimentos con alto rendimiento. La cuestión es mover la discusión de oportunidades más allá de la actual generación de alternativas energéticas a base de plantas, hacia estrategias que exploren más agresivamente los recursos locales de la biodiversidad y su relación con la consolidación de las oportunidades de empleo rural no agrícola. En este sentido, Henry y Trigo (2010) y Bruins y Sanders (2012) indagaron por las potenciales alternativas a pequeña escala y encontraron que hay un amplio espectro de oportunidades relevantes para agregar valor local o en granjas, relacionadas con la bioenergía o para alimentar la producción de valores.