Oporto responsable. Manuel Jorge Marmelo

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Oporto responsable - Manuel Jorge Marmelo Alhenamedia responsable

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con la mirada virgen de quienes la descubren por primera vez, y sentarme en sus terrazas para ver cómo va cambiando la luz en el cielo, cómo se acumulan las nubes, cómo se forma la neblina sobre el río y se disipa en una bruma diáfana, y cómo todo ello modifica el propio aspecto de la ciudad. Oporto muestra una imagen cuando la baña el sol —alegre, bulliciosa y llena de colores que se reflejan en el espejo del río, como si fuera una heroína de Balzac vanidosa y bien conservada— y otra muy diferente cuando le falta esa luminosidad y se impregna de una expresión melancólica y ausente, como «de milano herido en el ala», como tan bien la describe uno de sus mejores cantores, Carlos T, en «Porto Sentido», un himno a la ciudad que se ha hecho célebre en la voz del cantante Ruy Veloso:

      Quien llega y cruza el río

      junto a la sierra del Pilar

      ve un viejo grupo de casas

      que se extiende hasta el mar

      Quien te ve al cruzar el puente

      como cascada sanjuanina

      erigida sobre un monte

      en medio de la neblina.

      Por callejas y calzadas

      de Ribeira a Foz

      por piedras sucias y gastadas

      y faroles tristes y solos

      Con la expresión grave y seria

      de un rostro de piedra

      que nos oculta el misterio

      de esa luz bella y sombría

      Verte así abandonada

      con aspecto ceniciento

      y tu gesto tan mohíno

      de quien muele un sentimiento.

      Es siempre la primera vez

      en cada regreso a casa

      volver a ver tu altivez

      de milano herido en el ala.

      Oporto es, pues, una ciudad hecha de pequeñas cosas, de momentos raros, de pinceladas breves y gestos sutiles, como los que refleja esta canción. Si esto no es suficiente para encandilar al visitante, por lo menos dejará en la memoria de este un recuerdo cálido y simpático, además del deseo de regresar a ella para dedicar más tiempo a cada una de sus calles y observar con detalle las tallas doradas de las iglesias barrocas y los diferentes tonos de luz de sus callejuelas, del musgo acumulado en el tronco de los árboles o de las hojas de los más recónditos parques y jardines.

      Quien no haya visto jamás el río Duero desbordarse e inundar las calles de la zona baja de la ciudad sembrando la angustia y, al mismo tiempo, una extraña especie de poesía no podrá comprender Oporto. Con un emplazamiento privilegiado en la desembocadura del Duero, la ciudad se asoma al mar, a la vez que mantiene una estrecha vinculación con el río. Él ha sido, a través de los tiempos, la vía de entrada de la riqueza y de la miseria, del vino de Oporto y de las temibles inundaciones, de la peste, pero jamás del odio o de cualquier tipo de enemistad. Sólo respeto.

      Un ejemplo de ello es que uno de los mayores héroes del Oporto contemporáneo es el ya fallecido «duque da Ribeira», un personaje muy popular que se lanzaba al río para salvar a todo aquel cuya vida peligrase, ya fuera por haberse caído o por intentar suicidarse, arrojándose desde lo alto del puente Luís I. Los niños y jóvenes del barrio de la Ribeira continúan tirándose, sin ningún temor, a estas aguas profundas y oscuras como si se tratara de una piscina, muestra de que la herencia del «duque» permanece en sus habitantes. Por último, si el viajero se halla en la ciudad durante las festividades de San Juan, se le recomienda asistir a una de las agrupaciones típicas de los santos populares, el de Miragaia, barrio que suele ser uno de los más afectados por la ira del río y que «parece más bello en los tristes días de crecida», asemejándose entonces a Venecia.

      Esta curiosa mezcla de cosmopolitismo y de tradición es fruto de la historia de la ciudad y de la larga convivencia de esta con los extranjeros que en ella se asentaron para explotar lo que es hoy todavía la principal enseña internacional, el vino de Oporto, a pesar de las conquistas más recientes del principal club de fútbol de la ciudad. Gracias a todo ello se ha creado una «pátina» de orgullo y, a la vez, de resentimiento con relación a la capital, de donde nunca ha venido, según la opinión de muchos portuenses, el estímulo necesario para que la ciudad superase sus problemas históricos. El calificativo de tripeiros referido a los habitantes de Oporto se debe a que los portuenses, en la época de las grandes gestas marítimas, consumían las vísceras o tripas de los animales que eran sacrificados para ser almacenados en los barcos, lo que dio lugar al plato más famoso de la gastronomía portuense, las tripas à moda do Porto.

      A pesar de que en Oporto se halla una de las mayores universidades del país, a la que todos los años llegan miles de jóvenes, quienes esperen encontrar aquí una ciudad rejuvenecida y llena de vida quedarán bastante decepcionados. Sin duda hay un mayor dinamismo, aunque no será suficiente para los que alberguen demasiadas expectativas. Esta ciudad es una concentración ambigua de potencialidades y contradicciones. De conservadurismo y arrojo, tal como se puede comprobar en la universidad.

      Ciudad universitaria

      Oporto cuenta actualmente con cerca de cincuenta mil alumnos repartidos en las facultades de la Universidade do Porto, en las escuelas del Instituto Politécnico y en las instituciones privadas de enseñanza superior. De este modo, cada año llegan miles de jóvenes procedentes de todas las regiones del país e incluso del extranjero. Todos juntos constituyen casi la sexta parte de la población fija de la ciudad y contribuyen decisivamente a su animación.

      Centro de una región cuyo tejido económico se compone de pequeñas y medianas empresas textiles y de calzado, Oporto se ha afianzado como el principal centro creativo de la moda portuguesa, pues aquí ha surgido, gracias a la Associação Nacional de Jovens Empresários, el Portugal Fashion, evento al cual se debe la internacionalización de la moda nacional. Algunos de los principales centros de investigación científica del país tienen también aquí su sede, y una gran parte de la música que se escucha por la radio y televisión portuguesa procede de la ciudad. La facultad de Arquitectura es reconocida a escala internacional gracias a nombres como el de Álvaro Siza Vieira, Eduardo Souto Moura o Fernando Távora. Sin embargo, parece que nada de todo esto es suficiente para sacar a la ciudad de su estado de ánimo melancólico y deprimido, y conseguir que disfrute plenamente de todas sus capacidades. En este aspecto, quizá el viajero pueda hacerlo mejor que los portuenses, aunque tal vez note aún más que nosotros cómo algunos de los bellos edificios del centro se van vaciando de vida y son puestos a la venta.

      Sus habitantes

      Seguramente son los poetas quienes mejor han definido a los portuenses, como Sophia de Mello Breyner Andresen y su poema «Esta gente»:

      Esta gente cuyo rostro

      A veces luminoso

      Y otras veces tosco

      Unas veces me recuerda a los esclavos

      Otras me recuerda a los reyes.

      Se puede afirmar que los tripeiros, aunque no lo admitan, difícilmente podrían reflejar de modo más fiel la manera de ser de la propia ciudad, profundamente

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