Enamorado de la vida. Osho
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Ahora bien, éstas son grandes decepciones: no puedes controlar estas cosas. En primer lugar, tú ya naciste, inténtalo la próxima vez. En esta vida puedes convertirte en una persona despierta, así que sólo practica para la siguiente. Recuerda exactamente lo que hay que hacer.
Dichas ficciones tienen un propósito particular, que es alejar a estas personas de los seres humanos para que sólo sea factible cuando mucho, adorarlos; no es posible ni soñar que pueda pasarte a ti esa misma experiencia.
Lo que hizo Zaratustra deberían haberlo llevado a cabo todos los seres iluminados, hubieran regresado al mundo, se lo deben. Están en deuda con la humanidad. Nacieron como niños humanos y no pueden perdonar que se creen mitos alrededor de ellos o permitir que otra gente establezca esos mitos en torno suyo para que se vuelvan algo inalcanzable.
Zaratustra es más humano, más adorable; se puede ver su visión al regresar a la humanidad. Ha reunido tanta sabiduría, tanta miel, que quiere compartirla, distribuirla. Él quería de nuevo estar vacío porque ahora que sabe que entre más dé más existencia se seguirá derramando sobre él. Puede ir vaciándose y aún tendrá abundancia para compartir.
Un hombre que auténticamente está enamorado de la humanidad, un hombre que afirma la vida, no condena, no es negativo; no hace que nadie se sienta culpable. Por el contrario, ayuda a todos: “Todo lo que tengo está oculto también dentro de ustedes”. Su regreso hacia abajo no es nada más que alentar a aquellos que estuvieran listos, los que tienen necesidad de alguna guía, los que quieren conocer el camino, aquellos que quieran experimentar su mayor tesoro interior.
Zaratustra debe ser mejor y mejor entendido para el beneficio de la humanidad que viene. Ésta es una bendición mayor que cualquier otra.
Así habló Zaratustra.
Capítulo 2 · La sabiduría trae auténtica libertad
Prólogo, parte 2
* * *
Zaratustra bajó solo de la montaña, y nadie se lo encontró. Pero cuando entró al bosque, un viejo que había dejado su santa choza para buscar raíces en el bosque de pronto se paró ante él. Y entonces le habló a Zaratustra:
“Esta maravilla no me es extraña. Hace muchos años pasó por aquí. Se llamaba Zaratustra. Pero ha cambiado”.
“Entonces cargabas a la montaña tus cenizas contigo: ¿ahora llevas tu fuego a los valles?, ¿no temes un castigo incendiario?”.
“Sí, reconozco a Zaratustra. Sus ojos son claros, y ningún disgusto acecha su boca. ¿Acaso va solo como un bailarín?
“¡Cuánto ha cambiado Zaratustra! Zaratustra se ha vuelto un niño, un hombre despierto: ¿qué quieres ahora con los que duermen?”.
“Has vivido en soledad como en el mar, y el mar te aburrió. Ay, ¿quieres ir a la playa? Ay, quieres nuevamente arrastrar tu cuerpo?”.
Zaratustra contestó: “Yo amo a la humanidad”.
“Por qué”, dijo el santo, “¿fui dentro del bosque y el desierto? ¿No era porque amaba demasiado a la humanidad?”. “Ahora amo a Dios: A la humanidad no la amo. El hombre es una cosa tan imperfecta. El amor a la humanidad me destruiría”.
Zaratustra contestó: “¿Yo que digo amor? Le traigo un regalo a la humanidad”.
“No les des nada” dijo el santo. “Mejor quítales algo y que carguen con eso, les gustará más; ¡si tan sólo te complaciera a ti!
“Y si quieres darles algo, ¡no les des más que ayuda, y déjalos que mendiguen por ella!”.
“No”, contestó Zaratustra. “No doy ayuda. No soy suficientemente pobre para eso”.
El santo le sonrió a Zaratustra y continuó:
“¡Fíjate si ellos aceptan tus tesoros! Desconfían de los eremitas y no creen que vengamos a dar”.
Nuestros pasos suenan muy solitarios entre sus calles. Y por las noches, si escuchan en sus camas a un hombre que va mucho después de que salió el sol, seguramente se preguntarán: ¿adónde va ese ladrón?
“No vayas a los hombres, ¡permanece en el bosque! ¡Mejor ve a los animales! ¿Por qué no eres como yo?, un oso entre los osos, un pájaro entre los pájaros?”.
“¿Y qué hace el santo en el bosque?”, preguntó Zaratustra. Y el santo contestó: “Hago canciones y las canto, y cuando lo hago, me rio, lloro y murmullo: luego alabo a Dios.
“Alabo a Dios con el canto, con el llanto, y con mis sollozos alabo a Dios, que es mi Dios. Pero ¿cuál es el regalo que nos traes?”.
Cuando Zaratustra escuchó estas palabras, saludó al santo y dijo: “¿Qué es lo que podría tener para darte?”.
“Pero déjame ir rápido, que podría tomar algo de ti”. Y entonces se separaron uno del otro, el viejo y Zaratustra se reían como se ríen dos muchachos.
Pero cuando Zaratustra se quedó solo, entonces habló con su corazón.
“¡Puede ser posible! Este pobre santo aun no ha escuchado en su bosque que Dios ha muerto!”.
Zaratustra fue a las montañas en busca de soledad. Puedes encontrar soledad en la muchedumbre, pero nunca solo. La soledad es una especie de hambre por el otro. Estás extrañando al otro. No estás suficientemente dentro de ti, estás vacío. De ahí que todos quieren estar con la multitud y que sean saludados en su derredor por muchas clases de relaciones sólo para que desengañen, para olvidarse de que están solos. Pero esta soledad irrumpe una y otra vez. Ninguna relación puede esconderla. Las relaciones son delgadas y frágiles. En lo profundo sabes perfectamente que aunque estás en la multitud, te encuentras entre extraños. También eres un extraño para ti mismo.
Zaratustra y todos los místicos han ido a la montaña en busca de aislamiento. El aislamiento es algo positivo, el sentimiento de tu propio ser y el sentimiento de que tú eres suficiente para ti mismo, que no necesitas a nadie. La soledad es una enfermedad del corazón, pero estar solo es curativo.
Aquellos que saben de estar solos han ido más allá de la soledad para siempre. Cuando se encuentran solos o con personas, están centrados dentro de ellos mismos. En las montañas están solos, y en la multitud están solos, porque ésa es su realización; esa soledad es nuestra naturaleza. Hemos venido al mundo solos, y vamos a dejar al mundo también solos.
Entre estas dos soledades, entre nacimiento y muerte, sigues solo. Pero no has entendido la belleza de la soledad, y entonces has caído en una clase de engaño, el engaño de la soledad.
Para