Enamorado de la vida. Osho

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Enamorado de la vida - Osho

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y sucede una explosión de luz. Por primera vez llegas a conocer la belleza y la bendición de estar solo, la tremenda libertad y sabiduría de estar solo.

      Zaratustra acostumbraba acompañarse de una serpiente y de un águila mientras vivía en las montañas. En Occidente la serpiente representa la sabiduría. La sabiduría más grande es irse deslizando del pasado, no apegarse a él, tal como la serpiente se desliza de su propia piel y nunca ve para atrás. Siempre su movimiento es de lo viejo a lo nuevo.

      La sabiduría no es una colección del pasado, sino la experiencia, la vida en constante renovación. La sabiduría no junta el polvo de la memoria, permanece como un espejo limpio, reflejando lo que es; siempre fresco, siempre nuevo, siempre en el presente.

      El águila es un símbolo de libertad. Sola, va a través del sol, lejos en un cielo sin límites, sin miedo. Sabiduría y libertad son dos caras de la misma moneda.

      Habiendo vivido en las montañas durante diez años, Zaratustra logró el éxtasis de estar solo, la purificación de estar solo, la independencia de estar solo. Aquí es donde él es único dentro de otras personas despiertas; cuando ellas descubrieron eso, permanecieron en las alturas. Zaratustra inició su camino abajo, de regreso a la multitud. Debía entregar el mensaje a la humanidad: “Están sufriendo innecesariamente, han sido dependientes innecesariamente, están creando toda clase de cárceles para ustedes, solo para sentirse a salvo y seguros. Pero la única seguridad y posibilidad de estar a salvo es conocerse a sí mismos, porque así, hasta la muerte es impotente. No puede destruirlos”.

      Zaratustra se situó debajo de las montañas para decir a la gente que la sabiduría no es sinónimo de conocimiento. De hecho, el conocimiento es lo opuesto a la sabiduría. Básicamente, la sabiduría es inocencia, el conocimiento es ego, y la sabiduría es la desaparición del ego. El conocimiento te llena de información. La sabiduría te vacía por completo, pero ese vacío es una nueva clase de llenado. Es lo espacioso.

      Va a la gente para decirles que la sabiduría trae libertad. No hay ninguna otra libertad: política, económica; las libertades sociales son falsas. La única libertad auténtica es la del alma, que puede tratarse de un águila e ir sin ningún miedo dentro de lo desconocido y de lo que no se puede conocer.

      Porque ha obtenido su estado de última conciencia quiere compartirla. Lo único en él es que sigue amando a la humanidad. No hay una condena sobre la gente dormida, la gente ciega. Siente una tremenda compasión por ellos. Va hacia abajo porque ama la vida. No está en contra de la vida.

      El pequeño diálogo con el viejo santo que vive en el bosque es muy significativo. Contiene muchas cuestiones que podrían no resultar aparentes, pero trataremos de descubrirlas tan profundo como sea posible.

       Zaratustra bajó de la montaña solo, y nadie lo encontró. Pero cuando entró al bosque, un viejo, que había dejado su santa choza para ir a buscar raíces en el bosque, de pronto se paró frente a él. Y entonces el viejo le dijo a Zaratustra:“Este buscador no es extraño para mí. Hace muchos años pasó por aquí. Se llamaba Zaratustra, pero ha cambiado”.

      El viejo santo pudo ver el cambio. Aunque es el mismo hombre, no representa la misma energía. Es el mismo hombre, pero es un individuo totalmente diferente. Partió a las montañas como un ignorante, y está saliendo de las montañas como el hombre más sabio posible. Se fue allá dormido, y regresa despierto. Ha pasado por una transformación.

      Cuando se fue a las montañas era sólo un mortal, y cuando regresa, ha logrado la inmortalidad. Ahora está lleno de gozo, lleno de paz, derramando bendiciones en su derredor. Está colmado de amor, de compasión.

       “Entonces llevaste tus cenizas a las montañas...”

      No eras más que un cadáver. Y has cargado tus cenizas a las montañas.

       “...¿ahora llevarás tu fuego a los valles?”.

      Esta transformación ha sido tan radical, que en vez de que sean cenizas ahora es fuego. Se fue como oscuridad, y ahora es flama.

       “¿No temes un castigo incendiario?”.

      Ésta es una nota significativa. El viejo santo está diciendo: “¿No temes regresar hacia la gente ciega, con ojos? ¿Ir lleno de vida hacia los muertos? ¿Ir hacia los dormidos despierto?

      “Cuando venías de ellos, eras uno de ellos. Ahora eres totalmente diferente. ¿No crees que estás tomando un riesgo? Ellos te castigarán. No te perdonarán. Tu felicidad es demasiado, no serán capaces de tolerarla”.

      Es un hecho extraño, podemos tolerar la miseria de la gente, sin embargo, en lo profundo. Tenemos un cierto gozo cuando otros son desgraciados, porque cuando son desgraciados, tú estás más alto que ellos. Puedes mostrar simpatía y te puedes regocijar de que no eres tan desgraciado. Por eso no se ha crucificado a ninguna gente desgraciada, o envenenado, o apedreado hasta la muerte.

      Pero es peligroso ser feliz entre la gente desgraciada porque tú estás en alto, y ellos se sienten ofendidos. Tú puedes ver, ellos no. Es insoportable. Ellos están muertos, y tú vivo. Tienes que ser castigado. Te has desviado de la multitud. ¿No tienes miedo al castigo?

       “Sí, reconozco a Zaratustra. Sus ojos son claros, y ningún disgusto acecha en su boca. ¿Qué no va solo como un bailarín?”.

      Los ojos son simbólicos. Forman parte de tu cuerpo, pero también son ventanas del alma. En la medida de que tu alma se silencia, pacífica y gozosamente, tus ojos obtienen profundidad, claridad, pureza e inocencia. Se vuelven tan transparentes que es posible mirar dentro de la propia alma de un hombre.

       “Sus ojos están claros, y ningún disgusto acecha su boca”.

      Si te fijas en la gente, están a disgusto con todo en su vida, pero no puedes culparlos. ¿Qué han obtenido? Su vida no es más que una larga tragedia de ahogamiento. Es enfermedad hasta la muerte. Siguen respirando, y siguen viviendo y deseando. Sin embargo estos deseos siempre permanecen como deseos. Sus sueños nunca se cumplen.

      Mientras van creciendo, ven que sus esperanzas se desvanecen más y más. Es natural que estén llenos de disgusto con todo este negocio de la vida. Nunca pidieron nacer, nunca pidieron que les fuera dado un corazón que sintiera, que necesitara calor, que necesitara amor.

      Ellos nunca requirieron que les fuera otorgada un alma que añore las últimas alturas del gozo y del éxtasis. De pronto se encuentran, y todo lo que se les ha dado en la existencia resulta sin llenar. Están verdaderamente enojados.

      Uno de los novelistas mas significativos, Fiódor Dostoyevski, en su gran novela Los hermanos Karamazov, un personaje dice: “Sólo tengo una relación con Dios, y ésta es de disgusto. Estoy enojado, y si puedo encontrarlo, lo único que haré es darle un boleto de regreso y decirle que encuentre un camino fuera de mi vida. Es una broma cruel. Nos da tantos deseos, tantos anhelos que no hay posibilidad de llenarlos.Ni siquiera hay una esperanza en el futuro”.

      Todo mundo nace con gran entusiasmo y todo mundo muere frustrado.

      El viejo santo dice: “Ahora no veo ningún disgusto, ninguna agonía: en su lugar veo éxtasis. Ahí va como un bailarín”. Llegaste a las montañas de alguna manera, arrastrándote, cargando tu cadáver en tus hombros y ahora “¿No va acaso como un bailarín?”.

      Ha

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