Teoría del conflicto. Jorje H. Zalles

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Teoría del conflicto - Jorje H. Zalles

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de la definición propuesta por Rubin, Pruitt y Kim: las actuales aspiraciones de Juan e Isabel son simultáneamente incompatibles; no es posible que hagan ambas cosas –ir al concierto y ver la película juntos–a las 7:30 p.m. de esa misma noche.

       Conflictos basados en creencias y valores

      Con frecuencia se oye describir a ciertos conflictos como “religiosos” (p.e. el conflicto israelí-palestino) o como “ideológicos” (p.e. la Guerra Fría o el conflicto entre los Estados Unidos y Cuba).

      Existe un potencial error de concepto detrás de tales descripciones: la creencia que la base de estos conflictos está dada por las evidentes diferencias entre los sistemas de valores y creencias de la una y la otra parte. Es cierto, la mayoría de israelíes profesan la religión hebrea y la mayoría de palestinos el islam. Es también cierto que los gobiernos de Cuba y los Estados Unidos se guían por ideologías políticas y económicas fundamentalmente diferentes. Sin embargo, debemos preguntarnos si esas diferencias son la esencia de los respectivos conflictos. Aunque pueda parecernos extraño, la respuesta es que no.

      Los israelíes y los palestinos no están atrapados en su mortal pelea principalmente porque tienen creencias religiosas diferentes. Las aspiraciones incompatibles que configuran ese conflicto tienen mucho más que ver con la identidad de cada grupo y con sus pretensiones territoriales incompatibles.

      De manera similar, el conflicto entre Cuba y Estados Unidos comenzó porque el régimen cubano establecido en 1959 expropió activos de propiedad norteamericana, y se desarrolló aún más a partir de 1960 porque cada una de las partes aspiró a exportar y/o a consolidar su postura ideológica en toda América Latina.

      El punto crítico, en ambos casos, es que la mera diferencia de creencias y valores religiosos, políticos o de otro tipo no constituye, en sí, un conflicto. Las personas pueden tener creencias y valores diferentes, pero si se respetan mutuamente y no aspiran a cambiar las creencias y valores de otros, no hay incompatibilidad de aspiraciones.

      Este análisis resalta otra idea importante: para poder entender un conflicto, que es el primer prerequisito para poderlo manejar o resolver, es esencial comenzar por identificar las reales necesidades y aspiraciones de las partes, cuya simultánea incompatibilidad configura el conflicto.

       Conflicto interior vs. conflicto relacional

      Todos conocemos el conflicto interior que surge cuando enfrentamos decisiones difíciles como, por ejemplo, la elección entre un fuerte deseo y un principio moral que se le opone, o la elección entre seguir o no en una relación afectiva tormentosa. El conflicto interior ocurre dentro de la mente de una persona y puede, incluso, nunca ser revelado a ninguna otra.

      El conflicto relacional, por contraste, ocurre entre dos o más personas o grupos. Cuando ocurre en el nivel individual, lo describimos típicamente como conflicto interpersonal, y cuando involucra a dos o más grupos, como conflicto social. Como lo sugiere la frase ‘dos o más personas o grupos’, el conflicto relacional puede ser bilateral (dos partes) o multilateral (muchas partes).

      El conflicto interior y el relacional no son dos fenómenos totalmente diferentes e independientes el uno del otro. Una persona que está experimentando un serio conflicto interior puede ser mucho más propensa a entrar en conflictos relacionales con las personas a su alrededor, y, del otro lado, una persona involucrada en un conflicto relacional serio está típicamente más propensa a sentir un conflicto interior, que de otra manera tal vez no se daría. Sin embargo, el conflicto interior y el relacional son fenómenos diferentes, cada uno con sus propias causas, dinámicas y posibles enfoques de resolución. En consecuencia, cada uno puede, razonablemente, ser estudiado de manera independiente frente al otro.

      Este libro está enfocado en el conflicto relacional, al cual nos referiremos de acá en adelante simplemente como ‘conflicto’, para evitar la constante repetición del término ‘relacional’.

       Conflicto vs. escalamiento

      Otra distinción clave, que es necesario hacer desde el comienzo de nuestro estudio del conflicto, su evolución, manejo y resolución, es aquella entre el conflicto en sí y un tipo particular de evolución del mismo que denominamos escalamiento.

      Si regresamos a la definición del conflicto propuesta por Rubin, Pruitt y Kim, podemos observar que nada en ella sugiere hostilidad, ira o pelea. La incompatibilidad de aspiraciones en determinado momento, como aquella entre Juan e Isabel, puede surgir, ser reconocida por las partes, y luego ser resuelta pacíficamente entre éstas. El conflicto no implica, inevitablemente, que se va a generar una pelea.

      No obstante, cuando uno pide a un grupo de personas que digan lo primero que se les viene a la mente al oir la palabra ‘conflicto’, algunas de las respuestas más frecuentes incluyen:

DisputaPelea
DiferenciaViolencia
DesacuerdoGuerra

      Aunque todas las palabras en las dos columnas implican la presencia de aspiraciones incompatibles, existe una sutil pero muy importante diferencia entre unas y otras que es necesario enfatizar. Tres de las palabras que aparecen más arriba evidentemente sugieren la existencia de un conflicto, pero no necesariamente sugieren que éste se ha tornado hostil o destructivo. Éstas son las tres palabras de la primera columna:

Disputa
Diferencia
Desacuerdo

      Las palabras de la segunda columna, por el contrario, sugieren tanto la presencia de un conflicto como el hecho de que éste se ha tornado hostil, duro y potencialmente dañino, o, para describirlo en los términos de la teoría de conflicto, sugieren que el conflicto ha escalado:

Pelea
Violencia
Guerra

      La distinción que estamos introduciendo entre el conflicto y el escalamiento no siempre está clara en las mentes de muchas personas.

      ¿Por qué es importante esa distinción? Porque el conflicto y su escalamiento son fenómenos diferentes que demandan procesos muy diferentes para su manejo y su solución. Si esos procesos no son diferenciados y no son ejecutados cada uno en su momento oportuno, tienen escasas posibilidades de éxito. Como veremos en la Segunda Parte, existe sustancial evidencia que respalda la creencia de que la situación empeorará si se intenta resolver al mismo tiempo un conflicto y su escalamiento, lo cual lamentablemente se intenta hacer con bastante frecuencia.

       Orígenes del conflicto

      Otra pregunta crítica a la cual es importante dar una respuesta desde el principio se refiere al porqué del conflicto.

      La respuesta depende, por supuesto, de cómo se define el conflicto. Si uno acepta la definición propuesta por Rubin, Pruitt y Kim, la respuesta tiene sus raíces en tres realidades: la intensidad de las necesidades y las aspiraciones humanas; el hecho que no son infinitos los medios para satisfacer esas aspiraciones, y la tendencia gregaria de la humanidad.

      Los humanos entramos en conflicto, primero, porque nuestras casi infinitamente diversas necesidades y aspiraciones con frecuencia son bastante fuertes, y pueden llegar a ser enormemente intensas. Si fuésemos esencialmente indiferentes respecto de si comemos o nos quedamos con hambre, tenemos calor o frío, tenemos o no las muchas, muchas cosas con las cuales satisfacemos nuestros deseos y nuestras necesidades, entonces es bastante posible que no surgirían conflictos: ante la incompatibilidad de nuestras aspiraciones con las de otros, simplemente nos encogeríamos de hombros y seguiríamos nuestro camino. Pero lo cierto es que no somos indiferentes entre la satisfacción o la insatisfacción de nuestras necesidades y aspiraciones:

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