Teoría del conflicto. Jorje H. Zalles

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Teoría del conflicto - Jorje H. Zalles

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con la otra persona crea la situación que describimos como un conflicto.

      Segundo, nuestras aspiraciones con frecuencia resultan ser incompatibles con las de otros simplemente porque no hay suficientes medios para satisfacer a todos. Cuando dos personas o grupos tienen una misma aspiración –territorio, agua, bosques, una mujer, un puesto de trabajo–y no hay suficientes opciones disponibles para satisfacer los deseos de todos, surge un segundo motivo importante por el cual ocurren los conflictos.

      Tercero, nuestras aspiraciones con frecuencia son incompatibles con las de otros por el simple hecho de que somos animales sociales, que solemos vivir en grupos. Si cada uno de nosotros fuese un ermitaño que vive aislado de todos los demás, nuestras necesidades y aspiraciones casi nunca serían incompatibles con las de otras personas.

       ¿Es evitable o no, y es deseable o no el conflicto?

      Otra interesante pregunta se refiere a si es o no evitable el conflicto. Dados sus orígenes, es bastante evidente que es inevitable. No existe una base lógica para pensar que podríamos atenuar la intensidad de nuestras diversas necesidades, ni la escasez de recursos disponibles, ni nuestra necesidad de vivir en sociedad. Lo que es más, al menos dos de esas características de la existencia humana –la diversidad de nuestras necesidades y nuestra sociabilidad–son importantes para que nuestras vidas sean más interesantes y satisfactorias, de manera que aun si se identificasen buenos motivos para querer evitar los conflictos, también existen muy buenos motivos para no querer hacerlo. De hecho, la mayoría de nosotros asignamos alto valor tanto a la diversidad individual como a la sociabilidad humana, y estamos interesados en la defensa de ambas.

      Ahora bien, resulta lógico preguntarnos si algo es evitable en tanto es dañino, como lo son las sustancias tóxicas o las enfermedades cardiovasculares. Pero, ¿es dañino el conflicto? Si lo es, entonces deberíamos, por lógica, preocuparnos por evitarlo. Pero si no lo es, no debería ser ésa una de nuestras preocupaciones.

      Muchos de nosotros estamos convencidos que el conflicto en sí no es dañino. Al contrario, como lo expresan Rubin, Pruitt y Kim:

      Primero, el conflicto nutre el cambio social. (…) Una segunda función positiva del conflicto social consiste en facilitar la reconciliación de los legítimos intereses de la gente. (…) El tercer efecto positivo es que, en virtud de las primeras dos funciones, el conflicto estimula la cohesión grupal. 2

      Si el conflicto no es evitable ni es dañino, deberíamos más bien preguntarnos por qué la idea de evitarlo surge con tanta frecuencia en tantos contextos diferentes.

      Primero, el hecho que no se distingue entre el conflicto y el escalamiento, que ya hemos explorado, suele generar una aversión al conflicto, cuando, en realidad, a lo que la mayoría de personas tenemos aversión es al conflicto escalado –aquella condición en la cual un conflicto se vuelve una pelea y se torna doloroso y destructivo. Ciertas personas son descritas como “aversas al conflicto”, pero tal vez resultaría más apropiada la expresión “aversas al escalamiento”. Una vez que se comprende la crítica distinción entre el conflicto y el escalamiento, y se aprecia que es el escalamiento el que típicamente causa dolor y destrucción, podemos volvernos menos propensos a preguntar si el conflicto en sí puede o debe ser evitado.

      Por otro lado, muchos de nosotros hemos vivido situaciones en las cuales decidimos no evitar un conflicto, sino más bien intentar resolverlo, solo para descubrir que no podemos resolverlo y, en el peor de los casos, que el intento por resolverlo solo empeoró las cosas. Intentamos, por ejemplo, conseguir que la otra persona o el otro grupo converse con nosotros sobre el tema, y nos encontramos con un silencio hostil; o, si logramos que se sienten a conversar, nos culpan del problema sin mostrar la más mínima voluntad de aceptar alguna responsabilidad por lo sucedido; o comenzamos a culparnos mutuamente, y, al comenzar a sentir frustración e ira, comenzamos a decir cosas hirientes, que quién sabe ni siquiera pensamos o sentimos en realidad, pero que pueden conducir a que causemos dolores permanentes y pongamos fin a una relación. Todos hemos tenido este tipo de experiencia, y conocemos cómo se siente el pasar por ellas. Y, además, la mayoría de nosotros no somos hábiles para el manejo y la resolución de ese tipo de situación. En consecuencia, muchas personas terminan con una fuerte aversión hacia el conflicto (que, más propiamente, es una aversión hacia el escalamiento), por malas experiencias y desconocimiento de cómo manejarlas. A ese tema está dedicada toda la Segunda Parte de este libro.

      El argumento de que el conflicto “en realidad conlleva algunos interesantes beneficios potenciales” conduce a otra pregunta interesante: ¿Significa esto que deberíamos andar buscando conflictos?

      Podría significar eso, siempre que estemos muy claros respecto de la tantas veces reiterada distinción entre el conflicto y el escalamiento. De acuerdo con esa distinción, ‘buscar un conflicto’ no es sinónimo de ‘buscar un pleito’ o una pelea. Buscar un conflicto podría significar, por ejemplo, buscar a personas cuyas creencias, valores, actitudes y costumbres son diferentes de las nuestras, y que aspiran a cambiar las nuestras. Una vez que encontremos a tales personas, lo cual no es nada difícil, podemos derivar algunos de esos ‘interesantes beneficios potenciales’ por medio de escuchar cuidadosamente los argumentos que proponen, hacer un esfuerzo por comprender esos argumentos y no rechazarlos de plano, tratar de comprender las raíces históricas y sicológicas de esas creencias diferentes, identificar las diferencias fundamentales con las nuestras, y -¿quién sabe?–tal vez reexaminar las nuestras a la luz de las nuevas ideas que hemos oído y comprendido.

      Tal vez identifiquemos partes de nuestros propios sistemas de creencias y valores que merecen ser reexaminadas. Tal vez veamos oportunidades para mejorarnos o para mejorar nuestras relaciones con otras personas. O tal vez encontremos motivos claros para reafirmar nuestras creencias y nuestros valores. En cualquiera de los casos, si logramos evitar que escale ese conflicto, que hemos buscado, lo habremos convertido en algo valioso.

       ¿Cuán prevaleciente es el conflicto?

      Algo que a nadie se le escapa es que el conflicto, como estamos utilizando ese término, es una realidad humana extremadamente prevaleciente. Salvo que vivamos en condición de ermitaños, lo cual no es común, es probable que nos veamos involucrados en varios conflictos –situaciones de incompatibilidad simultánea de aspiraciones–en un mismo día e incluso en el transcurso de una hora. Una persona razonablemente activa que vive hasta la vejez típicamente se verá involucrada en cientos de miles de conflictos en el transcurso de su vida.

      Además, una muy alta proporción de todos los conflictos en los cuales nos vemos involucrados ocurre al interior de relaciones a largo plazo que valoramos y que deseamos conservar y mejorar. Entre éstas están nuestras relaciones con nuestras parejas, nuestros padres, nuestros hijos, nuestros amigos, nuestros vecinos, nuestros empleados, nuestros empleadores, nuestros clientes …

       La validez de una teoría general

      Todo conflicto humano, sea interpersonal o social, y sea bilateral o multilateral, es, al menos en algunos aspectos, diferente de todo otro conflicto, pasado, presente o futuro. No obstante, sigue siendo cierto que los conflictos humanos muestran una marcada tendencia a evolucionar bajo lineamientos similares, y que su manejo y su resolución están también sujetos a un importante número de realidades que son válidas para toda la especie humana.

      Diferencias entre las normas sociales, las creencias, los valores, las actitudes, etc. que prevalecen en una y otra sociedad indudablemente afectan las maneras en que se expresa el conflicto, el grado en el cual es aceptable o no el escalamiento abierto, las maneras y los medios de posible contacto entre las partes, y muchos otros aspectos de la evolución, el manejo y la resolución de los conflictos.

      No obstante, un conjunto muy poderoso

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