La Tradición Constitucional de la Pontificia Universidad Católica de Chile. José Francisco García G.

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La Tradición Constitucional de la Pontificia Universidad Católica de Chile - José Francisco García G.

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relevantes en torno a la crisis política y constitucional por la que atraviesa el país, en Patricio Aylwin, Alejandro Silva Bascuñán y Jaime Guzmán (7).

      Enrique Evans de la Cuadra nació el 2 de noviembre de 1924. Realizó sus estudios primarios y secundarios en el Colegio San Ignacio. Luego, entre los años 1943 y 1948, continuó su formación en la Facultad de Derecho de la Universidad Católica. En 1949 obtuvo el grado de Licenciado con la tesis “El Matrimonio en el Derecho Internacional Privado”.

      En el ámbito académico, y tras titularse de abogado en 1949, comienza una destacada trayectoria en derecho constitucional en dicha casa de estudios hasta el año 1976. En 1974 fue nombrado Profesor Emérito de la Universidad, lo que lo mantendrá vinculado a esta y a su Facultad de Derecho hasta su muerte en 1997. También destaca su rol como fundador del Departamento de Investigación Jurídica de la Universidad Gabriela Mistral, el que posteriormente llevará su nombre, y la dirección de la revista “Temas de Derecho”.

      En su condición de reconocido constitucionalista, será convocado a integrar la Comisión de Estudios de la Nueva Constitución, de la que formará parte desde sus inicios en octubre de 1973, hasta su renuncia, junto a los comisionados Silva Bascuñán y Ovalle, en marzo de 1977. Autor de diversos libros y artículos especializados en derecho constitucional, incluyendo Estatuto constitucional del derecho de propiedad (1967), Relación de la Constitución Política (1969), Reforma constitucional de 1970 (1970), Teoría constitucional (1971), Chile hacia una constitución contemporánea (1973), Evolución constitucional chilena (1976), La libertad de opinión en el derecho chileno (1979), Los derechos constitucionales (1986, 1999 y 2004), y Los tributos ante la Constitución (1997, con Eugenio Evans).

      Su vocación de servicio público se tradujo tempranamente en acción social y política. En lo social, destacó su cercanía con San Alberto Hurtado, colaborando con él en diversas iniciativas sociales, entre otras, haciendo clases de educación cívica y economía a la Asociación de Obreros de la época. En el ámbito político, presidió la Juventud Conservadora Social Cristiana a mediados de los 40, siendo en 1945 jefe de campaña del candidato presidencial Eduardo Cruz-Coke. Secretario General de la Federación de Estudiantes de la Universidad Católica, en 1945, y, al año siguiente, Jefe Nacional de los Universitarios Conservadores. En 1948, Primer Vicepresidente de la Juventud Conservadora. Desde 1956, militó en el Partido Demócrata Cristiano, organizando su primer congreso de profesionales y técnicos en 1962. Jefe del comando electoral de la candidatura de Eduardo Frei Montalva en 1964. Proclamado por el Consejo Nacional de su partido, en octubre de 1964, como candidato a diputado por el primer distrito de Santiago, renunció a dicha candidatura para aceptar la Subsecretaría de Justicia, cargo que ocupó por dos años, durante la Presidencia de la República de don Eduardo Frei Montalva (1964-1970).

      Su gran pasión será el fútbol, lo que lo llevará, por ejemplo, a ser presidente del Club de Deportes Santiago Morning a comienzo de los 50 y, más tarde, abogado de la Asociación Central de Fútbol para el campeonato mundial de 1962 realizado en nuestro país.28

      El profesor Evans será testigo privilegiado del proceso de reforma universitaria que convulsionará a la Universidad y al país, tanto en su rol de docente de la Facultad de Derecho como en el de miembro del Consejo Superior de la UC.29 Más allá de las complejidades de un proceso que, sabemos, superó con creces la dinámica interna de la Universidad, esta “tuvo que enfrentar los grandes cambios que, en forma cada vez más acelerada, estaban transformando el mundo en la segunda mitad del siglo XX”.30 A nivel global, la protesta estudiantil cuestionó la naturaleza de “torre de marfil” de la Universidad como institución, imputándole estar marginada de los verdaderos problemas sociales, e invitándola a democratizarse y a terminar con el viejo sistema jerárquico y elitista basado en Facultades y cátedras.31

      Bajo este contexto, la Universidad Católica se convirtió en un temprano ícono de los nuevos tiempos. Porque si bien en nuestro país el proceso de reforma universitaria formalmente comenzó en la Universidad Católica de Valparaíso, solo adquirió importancia nacional cuando se extendió a la Universidad Católica en Santiago.32 Tradición existía: la generación de los 30, la Falange Nacional y su espíritu reformista y renovador de un orden político y social injusto nacieron a su alero, con especial intensidad en la Facultad de Derecho.33 Como destaca Brünner, si bien la UC, a inicios de los 60 “era la institución cultural más representativa de los intelectuales católicos tradicionales”, era también, desde otro punto de vista, “una institución enormemente diversificada, como resultado del proceso de modernización que había experimentado durante las décadas anteriores”.34 Para Gazmuri, la UC si bien se había modernizado en algunos aspectos, “seguía presentando rasgos arcaicos. Se la acusaba de excesivamente jerarquizada, profesionalizante, paternalista, de estar aislada de la realidad nacional y por ende no servirla adecuadamente”. 35

      Como todo proceso político y social que trasciende, la Reforma Universitaria comenzó a gestarse varios años antes, tanto en el plano de la acción estudiantil como en el intelectual. Del análisis de los documentos estudiantiles de la época, es posible advertir la influencia de las ideas de Maritain, Mounier, Juan Pablo XXIII, Juan Gómez Millas, Eugenio González, Ortega y Gasset y Jaspers. Desde el ángulo más literario, los estudiantes “viven bajo el embrujo” de Neruda y Rayuela.36 Asimismo, existieron discusiones intensas entre posiciones reformistas y tradicionalistas al interior del catolicismo chileno, sobre la base de las resoluciones del Concilio Vaticano II (1962-1965),37 las editoriales de Mensaje38 y los artículos de su Director –el jesuita Hernán Larraín,39 también parte de la Escuela de Sicología de la Universidad–, o la influencia del jesuita Roger Vekemans desde el Centro de Investigaciones Sociológicas de la UC.40 También tiene gran influencia el denominado “documento de Buga” de febrero de 1967, que causó hondo impacto en las comunidades universitarias católicas de la región, al ser fruto de la discusión de expertos universitarios católicos de primer nivel y en donde se proponía cambiar las estructuras de poder de la Universidad de manera clara y directa.41 Esta confrontación intelectual entre miradas tradicionales y reformistas también se replicó en el seno de la UC.42

      La Reforma Universitaria se da en el marco de una redefinición de esta como la “conciencia crítica de la nación y al servicio del desarrollo social”, rechazándose el rol del académico profesional y reivindicándose el del intelectual comprometido u orgánico. Además, dada la incipiente diferenciación de las disciplinas al interior de las ciencias sociales, y el hecho de que los partidos políticos mediaban el acceso al debate público, era difícil posicionarse fuera de ellos.43 Intelectuales como Jorge Millas reaccionaron críticamente contra este proceso, con la convicción de que la universidad debe ser guía de la sociedad, no pudiendo cumplir su misión cediendo a las presiones políticas.44 En efecto, Millas elaboró una crítica sofisticada al proceso de reforma, destacando que se trataba de una expresión, reforma, equívoca, a la que no se le podía dar el sentido de la letra mayúscula con la que se le utilizaba.45 Se opuso a la universidad comprometida ideológicamente, planteando una idea absoluta de Universidad;46 manifestó el “peligro” de la masificación de la Universidad;47 denunció la violencia estudiantil y se opuso al cogobierno de los estudiantes;48 defendió un concepto amplio de autonomía universitaria, señalando que se veía amenazada cuando “se introducían en su seno las luchas por el poder político”;49 entre otros.50

      También adoptaron una visión crítica otros destacados académicos e intelectuales, como Humberto Giannini –aunque criticando el antimarxismo de Millas–, Roberto Torretti –quien no solo participó activamente en contra del movimiento de reforma, sino que al considerar imposible llevar adelante su trabajo académico, decidió abandonar el país–, y Gastón Gómez Lasa, quien, mirando en retrospectiva, sostuvo que la filosofía fue forzada a responder a las preocupaciones inmediatas.51

      Al interior

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