Donde vive el corazón. Brenda Novak
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Tal vez fuera tonta por conformarse con tan poco, pero pensaba que Axel no se plantearía volver a reunir la familia si ella se volvía una bruja. Además, ya ni siquiera sabía cómo era él. Había cambiado mucho. Tampoco sabía si tenía derecho a exigir algo. ¿Le había fallado a Axel? ¿O le había fallado él a ella? Él siempre había padecido ansiedad y depresión y, quizá, ella no había hecho lo suficiente por ayudarlo…
–¿Va todo bien?
Harper miró hacia arriba y vio a la camarera, que se había detenido frente a ella detrás de la barra y, obviamente, no sabía si la comida tenía algo de malo.
–Sí, gracias –murmuró ella.
En realidad, no había ido allí a comer. Necesitaba estar un rato a solas, todavía no quería volver a casa de su hermana. Por muy buena que fuera Karoline al darle refugio durante aquel mes tan difícil, estar con su única hermana no era mucho más fácil que estar sola, porque tenía que justificar todo lo que hacía. Y, dado que sus emociones eran como una montaña rusa, no podía ser coherente.
Mientras la camarera se alejaba a atender a otro cliente, empezó a sonar Blue Christmas, de Elvis. Ella le dio un sorbo a su café y miró rápidamente a su alrededor.
Aunque le gustaba aquel restaurante, no se sentía a gusto en Silver Springs. ¿Por qué no estaba en Denver, que era donde había vivido con Axel después de terminar la universidad en Boise State?
Porque, por mucho que Axel y ella pensaran que nada podría interponerse entre ellos, se habían equivocado. Axel había perdido la perspectiva lentamente y había empezado a preocuparse más de su trabajo que de su familia. La fama había destruido su relación.
Harper tomó la cuenta que le había dejado la camarera y fue a pagar a la caja. Le debía respeto a su hermana y no quería preocuparla. Tenía que volver y hablar con ella.
Llevaba semanas sin maquillarse ni arreglarse el pelo, así que no le importó que estuviera lloviendo. Sin embargo, tenía frío, así que se envolvió bien en el enorme abrigo que llevaba, uno que Axel había descartado y que tenía desde los buenos años de su matrimonio, al principio, y salió de la cafetería.
Agachó la cabeza para protegerse de las ráfagas de viento frío y saltó sobre dos o tres charcos para llegar al Range Rover que le había cedido Axel cuando se habían separado. Si las cosas se ponían muy difíciles, podría venderlo. Era un coche caro.
Estaba abriendo la puerta cuando vio a un hombre alto y delgado, con el pelo un poco largo, que se acercaba a ella por el aparcamiento.
–No te asustes –le dijo, y levantó una mano haciendo un gesto para indicarle que no era agresivo–. Es que… te he visto ahí dentro y…
Ella apretó la mandíbula, con intención de rechazarlo al instante. No estaba de humor para que trataran de ligar con ella. Sin embargo, tuvo la sensación de que no se trataba de eso; él sacó una rosa blanca de tallo largo de su abrigo y se la dio.
–Aguanta. Las cosas irán a mejor –le dijo.
Y, antes de que ella pudiera preguntarle cómo se llamaba, se alejó.
Capítulo 2
–Me ha parecido oír la puerta del garaje –dijo Karoline al entrar en la cocina.
Harper miró a su hermana mayor, que llevaba unos pantalones vaqueros, unas zapatillas forradas, un jersey de color granate y unos pendientes de perla. Karoline siempre iba bien arreglada. Su casa estaba impecable. Sus hijos estaban muy bien educados. Y su marido era podólogo; no solo era un hombre inteligente, sino, también, bueno. Karoline había construido una vida mejor que la de nadie que ella conociera, y eso le resultaba intimidatorio, sobre todo ahora que su propia existencia se había desmoronado.
–Siento lo que ha pasado antes.
Su hermana se sentó en uno de los taburetes de la isla de la cocina.
–No pasa nada. Yo también lo siento. Después de que te fueras, Terrance me ha dicho que tenía que haberlo dejado antes.
–¿Nos ha oído?
Su cuñado estaba viendo la televisión en otra habitación y no había intervenido en la discusión. A él no le gustaban las grandes muestras de emoción, así que ella entendía por qué se había mantenido al margen.
–Sí. Cree que tengo razón. Yo sé que tengo razón. Pero también piensa que todavía no estás preparada para oírlo.
–Entonces, en eso también tiene razón.
Karoline apoyó la barbilla en una mano y le dijo:
–Mira, sé que lo estás pasando muy mal, y yo no quiero empeorarlo. Lo único que no quiero es que Axel se aproveche de ti. Ahora te tiene contra las cuerdas y tú todavía estás intentando ser buena. Como yo no lo quiero como tú, lo veo desde una perspectiva diferente, y estaba intentando utilizar esa perspectiva para colocarte en una mejor situación.
–Ya lo sé. Has hecho mucho por mí, y te lo agradezco –dijo Harper.
Se acercó a los armarios, sacó un pequeño jarrón, lo llenó de agua y puso en él la rosa blanca.
–¿De dónde has sacado eso?
–Me la dio un hombre.
–¿Un hombre?
–Sí.
–¿Qué hombre?
–No lo sé. No me dijo cómo se llamaba.
Karoline frunció el ceño.
–¿Y dónde lo has conocido?
–En realidad, no lo he conocido. Se acercó a mí en el aparcamiento de Eatery, cuando yo ya me iba, y me dio la rosa.
–¿Las vendía? ¿O te pidió algún tipo de donación?
–No.
–Pero…. Las rosas no florecen en esta época del año. ¿Dónde la consiguió?
–Se puede comprar una rosa en cualquier momento.
–Así que la compró.
–Sí. En la tienda que hay enfrente de la cafetería.
–¿Y cómo lo sabes?
–Porque he visto la etiqueta del precio. Estaba en el tallo de la flor.
–¿Se gastó el dinero en comprarte una rosa cuando ni siquiera te conoce?
–Solo valió siete dólares, Karol. Relájate. Ese hombre solo quería ser agradable.
Su hermana no respondió de inmediato, y ella aprovechó la oportunidad para cambiar de tema.
–¿A