Jamás te olvidé - Otra vez tú. Patricia Thayer
Чтение книги онлайн.
Читать онлайн книгу Jamás te olvidé - Otra vez tú - Patricia Thayer страница 7
Aminoró la marcha. Estaban cerca del pueblo de Royerton. Fueron por la calle principal y pasaron por delante de una pequeña tienda de ultramarinos, un supermercado y la oficina de correos.
–Eso es exactamente lo que tengo pensado hacer.
–Muy bien. A lo mejor deberíamos ceñirnos al tema del rancho, pero no mencionamos que vas a trabajar con los otros mozos.
–Como si a él le importara…
Vance aparcó frente a un edificio de oficinas de ladrillo.
–¿Pero qué me dices? Colt solo me puso dos reglas. Uno, trabajar duro, y dos, no acercarme a sus hijas.
Ana le miró con ojos de sorpresa. Vance sacó las llaves del contacto y bajó del vehículo. No iba a decirle lo difícil que le había resultado mantener esa promesa.
–No lo sabía –dijo ella cuando le abrió la puerta del acompañante.
–Hay muchas cosas de Colt que no sabes.
Ana tomó la mano que Vance le ofrecía y salió a la acera.
–Eso no es culpa mía.
–No he dicho que lo fuera –Vance abrió la puerta del despacho del abogado y la dejó entrar primero–. Solo quería que lo supieras.
–¿Y qué pasa contigo? ¿Esa regla también era para ti?
Vance asintió. Se preguntó si recordaría lo que había pasado aquel día en el granero.
–Como sigues por aquí, supongo que nunca le dijiste que te lanzaste a por una de sus hijas en el granero –le dio la espalda y entró en el área de recepción.
–Vaya. No estaba solo aquel día. Hacen falta dos para lo que pasó. Si no recuerdo mal, había una jovencita por allí que iba detrás de un muchacho. No fue una buena idea. Ya sabes… Adolescentes efervescentes llenos de hormonas…
–Yo no era un hervidero de hormonas –dijo ella.
–Tú no, pero yo sí.
Wade Dickson salió de su oficina en ese momento y les recibió.
–Hola, Ana, Vance –sonrió–. Por favor, entrad y sentaos –Dickson rodeó el escritorio y se sentó frente a ellos. Abrió una carpeta, examinó unos documentos y entonces miró a Ana–. ¿Seguro que tus hermanas no vienen?
–Ahora mismo no. ¿Por qué?
–Como sabes, el Lazy S es una finca muy grande. Tu padre es dueño de casi todo. Pero hay una buena extensión de terreno que le ha sido alquilada al estado. Y hay pagos atrasados. Conseguí una prórroga del estado, pero así solo hemos ganado unos meses para reunir el dinero. Y, si no lo pagáis, otra persona podría pedir las tierras.
Ana miró a Vance.
–Entonces hay que pagar ese dinero.
–No hay suficientes fondos.
Capítulo 3
ANA abrió los ojos.
–¿Qué quieres decir? ¿No hay suficiente dinero?
–El Lazy S ha pasado años muy difíciles. Me enteré hace poco porque me lo notificó el estado.
Ana se volvió hacia Vance.
–¿Por qué no dijiste nada?
Vance estaba tan sorprendido como ella.
–Primero, no sabía nada al respecto. Sabía que los precios de la carne de vacuno habían bajado, y que habíamos perdido varias cabezas de ganado en esa tormenta del invierno pasado, pero…
–¿Qué quieres decir con eso? ¿Cómo es que no sabías nada? Eres el capataz.
–Yo hago el trabajo físico, pero Colt lleva las cuentas. Yo uso ese dinero para pagar las nóminas, para los suministros y la comida de los animales. Colt lleva las finanzas del rancho.
Vance recordó las tierras que Colt le había dado unos años antes. Había plantado alfalfa en ellas. En seis semanas podría empezar con la cosecha. Tenían tiempo suficiente, pero… ¿serían los beneficios lo bastante grandes como para cubrir esa deuda?
–Ana, llevo años intentando convencer a tu padre para que diversifique el negocio. Perdió buena parte de sus ahorros cuando el mercado cayó hace unos años. En el pasado, ese dinero siempre fue un colchón que lo ayudaba a pasar las épocas difíciles.
–¿Y qué hacemos ahora?
–Como ha dicho el señor Dickson, tenemos casi seis meses –la miró a los ojos–. No puedes hacer esto sola. Creo que tienes que reunir a tus hermanas.
Treinta minutos más tarde, Vance y Ana salieron del despacho del abogado.
–Parece que te vas a caer en cualquier momento.
–Sí. Gracias. Eso es lo que toda mujer quiere oír.
–Come algo.
–Tienes razón, pero debería irme a casa y ver qué puedo hacer para resolver este lío.
Ignorando sus palabras, él la hizo cruzar la calle y la condujo hacia un pequeño restaurante familiar, el Big Sky Grill.
–Primero tienes que comer –le abrió la puerta, pero ella no se movió–. Puedo seguir así todo el día.
Ella le fulminó con la mirada, pero finalmente tiró la toalla.
–Muy bien. Una comida rápida.
Fueron recibidos por los dueños, Burt y Cindy Logan. Burt les acompañó hasta una mesa situada junto a la ventana que daba a Main Street. Varios asiduos del lugar pararon a Ana por el camino para preguntarle por su padre. Cuando logró escabullirse por fin, tomó asiento frente a Vance. Él tomó la carta y comenzó a leer.
Cindy apareció con dos vasos de agua.
–¿Cómo está tu padre?
–Mucho mejor. Ahora está estable, pero tienen que hacerle más pruebas.
La mujer les tomó nota y se marchó.
Ana sacudió la cabeza.
–No me puedo creer lo mucho que se preocupa la gente. Es curioso, ¿no? Parece que se llevaba bien con todo el mundo excepto con sus hijas.
Vance se encogió de hombros.
–¿Y por qué te sorprende? La familia Slater fue una de las fundadoras de Royerton. Todo el mundo respeta a Colt por aquí. No ha sido un padre perfecto –Vance se echó hacia atrás en la silla–. ¿Pero por qué te quedaste? ¿Por qué no te fuiste, como tus hermanas?
Ana