Lecciones de compromiso. Люси Монро

Чтение книги онлайн.

Читать онлайн книгу Lecciones de compromiso - Люси Монро страница 7

Автор:
Серия:
Издательство:
Lecciones de compromiso - Люси Монро elit

Скачать книгу

chico se puso colorado.

      –No, jefe. Nada importante.

      Win miró a Carlene.

      –¿Es verdad?

      Ella asintió.

      –Definitivamente, no era nada importante.

      Lonny corrió hacia la cuadra antes de que su jefe pudiera hacer más preguntas.

      –Voy al pueblo a comprar algunas cosas –anunció Win–. ¿Quieres venir y hacer la compra?

      Carlene se tomó más tiempo del necesario para contestar. Necesitaba comprar cosas, pero no quería ir al pueblo con Win. Hacía lo imposible por evitarlos a él y a la intensidad que sentía cuando lo tenía cerca. Y después de lo que había pasado con Lonny no quería más situaciones incómodas con machos de la especie.

      –No me había dado cuenta de que era una pregunta tan difícil –dijo Win con un gesto burlón.

      Ella frunció el ceño. Tenía la impresión de que él sabía muy bien por qué vacilaba. Inexplicablemente, aquello la hirió en su orgullo.

      –Sí, estaría bien ir de compras –contestó–. Espera que busque el bolso.

      –No lo necesitas. Yo pagaré las cosas.

      –¿No sabes que las mujeres nos sentimos desnudas sin el bolso?

      A Win le brillaron los ojos, y Carlene se puso tensa esperando una respuesta locuaz. Sin embargo, él se limitó a decir que alguna vez su hermana se lo había comentado un par de veces y la llevó al coche.

      –No sabía que tuvieras una hermana –dijo ella–. ¿Vive por aquí?

      –No. Vive con su marido en Portland.

      Carlene ocupó el asiento del acompañante de la furgoneta de Win y se puso el cinturón de seguridad.

      –¿Y cómo se llama?

      Si Win pensaba que era una entrometida, no dijo nada. Puso el motor en marcha y avanzó hacia la autopista.

      –Leah Branson. Su marido dirige Branson Consulting, en las afueras de Portland. Puede que hayas oído hablar de esa empresa. Sale en los periódicos de vez en cuando.

      –Me temo que no.

      –Supongo que no te interesa mucho la sección de Economía del periódico.

      –A decir verdad, no –dijo ella, molesta por su tono condescendiente–. Me gusta leer noticias de interés social, no artículos aburridos sobre el estado de la economía.

      También le gustaba la narrativa popular. En la universidad se habían burlado de ella por sus gustos literarios, pero se negaba a avenirse a las ideas ajenas sobre lo que debía leer o no una especialista en literatura francesa.

      Se dio cuenta de que otra vez se estaba ofendiendo porque sí y suspiró.

      –Lo siento. No pretendía ponerme a la defensiva.

      –Y yo no pretendía ofenderte, cariño.

      Carlene se preguntó por qué no le molestaba que Win la llamara «cariño» y le crispaba tanto que Lonny la llamara «nena».

      –No me has ofendido, pero que no me interese la sección de Economía del periódico no significa que sea tonta.

      Él apartó la vista de la carretera unos segundos para mirarla a los ojos.

      –¿Eso ocurre con frecuencia?

      –¿A qué te refieres?

      –A que la gente piense que eres tonta.

      –¿Porque no leo los informes bursátiles?

      –No. Por tu aspecto.

      –La gente da por sentadas muchas cosas por el aspecto que tengo. Supongo que es una suerte que no sea rubia, porque no quiero imaginar lo que dirían de mi inteligencia.

      –¿Por eso te fuiste de Texas? –preguntó él con el ceño fruncido–. ¿Te juzgaban mucho por tu aspecto?

      La sensibilidad de Win le impresionó tanto que tardó en contestar. No sabía cuánto quería contarle y optó por ser críptica.

      –Es una manera de decirlo –contestó.

      –Preferiría que me lo explicaras con tus palabras.

      –No me gusta hablar del pasado.

      –De acuerdo.

      La rápida aceptación de Win debería haberla tranquilizado, pero tenía la impresión de que sólo estaba ganando tiempo. Estaba prácticamente segura de que volvería a insistir con el tema y se apresuró a hablar de otra cosa.

      –Cuéntame más de tu hermana –dijo.

      A él se le suavizó la expresión.

      –Tiene cinco años menos que yo y dos niños adorables.

      –¿Y tus padres dónde están?

      Win tensó los dedos en el volante.

      –No sé donde estarán su padre ni el mío. Mi madre se mudaba después de los divorcios, y perdimos el contacto. Tampoco es que defendieran mucho su derecho a visitarnos.

      –¿Y tu madre?

      –Murió en un accidente de avión hace doce años.

      –¿Quién crió a tu hermana?

      –Yo.

      –Debió de ser muy duro perder a tu madre y tener que asumir de inmediato la responsabilidad de criar a una hermana adolescente.

      –Estaba acostumbrado a cuidar de Leah –afirmó él–. Mi madre estaba demasiado ocupada casándose y divorciándose para prestarnos atención. Leah fue mi responsabilidad desde el día en que mi madre la trajo del hospital. Me sigue desesperando cada vez que llora.

      La declaración de Win la conmovió profundamente. Era algo que no se habría esperado que dijera jamás.

      –El divorcio es muy traumático para los niños. Me cuesta imaginar cómo habrá sido pasar por dos.

      –Por cuatro –precisó él.

      Ella lo miró estupefacta.

      –¿Tu madre se casó cuatro veces?

      –Cinco. Se divorcio cuatro. Supongo que un psicólogo diría que tenía un problema con el compromiso.

      –¿Y qué pasó con el quinto marido?

      Carlene sabía que estaba preguntando más de lo que debía, pero lo cierto era que no se podía contener.

Скачать книгу