El poder de la aceptación. Lise Bourbeau

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El poder de la aceptación - Lise Bourbeau

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pero en el último instante he sentido miedo y lo he dejado para otro momento, he encontrado siempre razones para callármelo. Soy una cobarde, ¿verdad?

      –No se trata hoy de juzgar tu comportamiento. Cada vez que te planteo una pregunta es para ayudarte a que te descubras. Presta atención a las palabras que utilizas cuando me hablas, son reveladoras. ¿Cuáles son esas grandes dificultades por las que estáis pasando en estos momentos?

      –Ya no confío en él, porque sospecho que tiene una relación con otra mujer. Intento no obsesionarme, pero no lo consigo, sobre todo en este asunto. Me paso el tiempo espiándolo, intentando pasar desapercibida. No te imaginas lo que me estresa la situación. Cada vez llega más cansado a casa. Se queda dormido en el sillón y apenas nos habla, ni a Sandra ni a mí. Me dice que siente comportarse así, que no sabe lo que le sucede, que es temporal, que no me desespere, que sea paciente... Hacemos el amor, pero esporádicamente. Ya no es como antes...

      »Su hijo, David, que tiene ahora veinticinco años, se casó y tiene un niño de cuatro. Mario ya ni siquiera piensa en su nieto. Soy yo la que lo arrastra siempre para que los visitemos. Cuando le sugiero que vayamos a consultar a un especialista, a ver si el problema es que tiene una depresión, me responde que no quiere oír hablar de médicos.

      –¿Desde cuándo tienes sospechas?

      –No lo sé exactamente. Al menos hace dos años, el tiempo que hace que lo vigilo; pero creo que ha debido de empezar mucho antes, salvo que yo no quería verlo. Al saber que venía a verte, he estado un rato reflexionando sobre lo que estamos viviendo. Me he dado cuenta de que nunca le he hablado de mis dudas porque tengo demasiado miedo de lo que podría ocurrir. Digamos que prefiero no saber antes que conocer algo que no me gustaría. Me hace mucho bien hablar de esto ahora.

      –Volveremos a lo que vives dentro de un rato. Antes, tengo algunas preguntas más que hacerte. ¿Mario también está trabajando en su crecimiento personal?

      –Leyó tu primer libro hace algunos años y asistió a un taller de Escucha a tu Cuerpo. En realidad, fue nuestra nuera, Michelle, quien nos puso al corriente de tu trabajo. Ella te descubrió a los dieciocho. Estaba tan emocionada que nos regaló tu primer libro y nos aconsejó con insistencia que nos apuntáramos a uno de tus talleres. Después, Mario perdió el interés. Yo misma me prometí que asistiría a otros talleres, pero, como no me organizo muy bien, lo dejo todo para más adelante...

      »También tenemos dificultades con nuestra hija. Se maquilla de forma tan provocativa que parece que tenga dieciocho. Me preocupa mucho que llegue tan tarde. Lo que me dice es que soy una antigua. ¡Si solo tengo treinta y ocho años! Me siento todavía muy joven, pero ella me considera una vieja. Nunca quiere contarme lo que hace con sus amigas. Recibía tantas llamadas en el fijo de casa que tuvimos que comprarle un móvil. Nos prometió que pagaría sus facturas de teléfono al final de cada mes, pero no lo ha cumplido. Mario me dice que se lo confisque, pero es a mí a quien castigaría con tal actitud, pues tendría que responder a todas las llamadas que ella recibe, sin contar que la línea estaría siempre ocupada.

      »Hay algo más. Mario me repite constantemente: «Haz esto, haz aquello con TU hija». Nunca quiere implicarse. Me dice que soy yo quien tiene que tomar todas las decisiones, pero, cuando alguna no funciona, se desmarca diciendo que no es culpa suya, que no sé llevarla.

      –Me has hablado de varios problemas hasta ahora. Volvamos al primer asunto que mencionaste, el de tu miedo a que Mario te engañe. Siempre trabajaremos los asuntos de uno en uno, ¿de acuerdo? Volveremos a los otros a lo largo de las visitas posteriores.

      Anna inspira profundamente y espira despacio. De repente, algunas lágrimas aparecen en sus ojos. Me mira durante unos momentos y después su mirada se torna cada vez más triste. No digo nada. Le ofrezco un pañuelo y un vaso de agua. Al cabo de un rato responde:

      –Me doy cuenta de que mi mayor miedo es perder a Mario. No hay nada que desee más que pasar el resto de mi vida con él.

      –¿Cómo te sientes? Cierra los ojos y deja que salga lo que te venga cuando piensas en perderlo.

      –Me siento muy triste. Tengo mucho miedo. Es como si tuviera una gran bola dura en mi vientre. Siento también mucha rabia. Sé que hace mucho que la llevo reprimiendo. Tengo miedo de perder el control y que salga, y que eso provoque que Mario me abandone. Me da pánico solo pensar en quedarme sola. Creo incluso que nuestra hija elegiría vivir con su padre: con él hace más lo que le da la gana. Para mí, ese abandono significaría que habría echado a perder mi vida. No sé si podría recuperarme.

      –Entonces, por resumir, lo que te preocupa más en este momento es la actitud de Mario, cómo se comporta contigo y con los otros miembros de la familia, y la posibilidad de que te esté mintiendo. Sin embargo, el verdadero problema es el gran miedo que tienes a perder el amor de tu marido y de tu hija y encontrarte sola. ¿Es eso?

      –Sí, es eso. Antes de expresarlo ahora no me había dado cuenta del miedo que tengo al abandono. Seguí tu curso sobre las cinco heridas del alma. Me analicé y vi muy pocas características de la herida de abandono en mi cuerpo, cuando creía que era seguro que la tenía. Creo que mi herida de traición es mucho más evidente. Supongo que tendré que ocuparme de las dos, ¿verdad?

      –A su debido tiempo veremos cómo se relaciona todo esto con tus heridas. Me quedan algunas preguntas: ¿qué quieres en tu vida?, ¿qué tipo de ayuda esperas recibir de mí?

      –Muy sencillo: quiero seguir con mi marido y que nuestra familia esté más unida, no cada vez más separada. Quiero saber qué puedo hacer para alcanzar este objetivo.

      –Nadie puede garantizarte que vayas a retener a tu marido porque eso depende de él. Ya sabes, no puedes obligar ni a tu marido ni a tu hija a seguir contigo. ¿Quieres saber por qué atraes este tipo de situaciones? ¿Estás dispuesta a cargar con la responsabilidad de lo que te suceda? Te pregunto esto porque, incluso si es eso lo que esperas de mí, me es imposible decirte que eres desgraciada por la falta de tu marido o de tu hija. Tampoco estoy diciéndote que sea culpa tuya. En realidad, nadie tiene la culpa, solo sois gente que sufre y que no sabe gestionar ciertas situaciones. Eso sí, puedo ayudarte a encontrar la causa de lo que te está sucediendo y sugerirte lo que puedes usar para aceptar lo que se presente en tu vida, sea algo que desees o que no.

      –Sin duda deseo conocer las causas de mis problemas, pero de ahí a aceptar que mi marido elija dejarme... ¿Crees en serio que una mujer que ama a su marido puede llegar a aceptar algo así?

      –¿Sabes? Tu reacción es la que tendría cualquier ser humano. Nunca he dicho que ese tipo de situaciones sean fáciles de vivir. De lo que estoy convencida es de que puedes encontrar en ti el amor necesario para aceptar cualquier situación indeseable. Ser capaz de hacerles frente a todas las eventualidades es dar prueba de sabiduría, es dejar ir. ¿Te has dado cuenta de que ese tipo de control no cambia nada, de que no te aporta paz interior? Solo puedes alcanzar esa paz aplicando la definición de amor verdadero. Entonces, ¿estás de acuerdo en que hablemos de eso?

      –Sí, por supuesto, estoy dispuestísima. Hace ya mucho que no aguanto esta situación y estoy abierta a otra cosa. Espero que podamos encontrar una solución para que todo vaya a mejor en nuestra pareja.

      –Para que trabajemos mejor juntas, me gustaría que te acompañara Mario el próximo día que vengas. Si le gusta, podrá volver cuando sea necesario que estéis los dos presentes. En nuestro próximo encuentro repasaremos qué es el amor verdadero, para que podáis encontrar lo que convenga mejor a vuestra vida de pareja y de familia.

      »De aquí a la próxima visita, ¿crees que podrás encontrar el valor para contarle

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