El poder de la aceptación. Lise Bourbeau

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El poder de la aceptación - Lise Bourbeau

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la persona que quiere que el otro responda a sus deseos la egoísta. El otro, al decir no, solo está expresando sus propias necesidades y sus propios límites. No está diciéndole «no te quiero» a la persona que pide. Os habréis dado cuenta sin duda de que, en general, cuando uno llama al otro egoísta, se debe en gran parte a que no hay buena comunicación. Ya tendremos ocasión de hablar de este asunto en nuestros próximos encuentros.

      »¿Sabéis por qué hay tantas personas que tratan a los demás de egoístas cuando estos no responden a sus expectativas? Porque están confundiendo la palabra AMAR con la palabra COMPLACER. En efecto, complacer no es amar, no lo olvidéis. En los dos ejemplos que me habéis dado, ¿os habéis percatado de que el comportamiento de uno no le gustaba al otro? ¡No hay más! Complacer quiere decir simplemente agradar al otro y es siempre en el tener y el hacer, no en el ser. Es falso creer que los que os aman tendrán ganas de agradaros siempre que os convenga. Los que quieren continuar creyendo esto van a sufrir muchos desengaños, frustraciones y enfados en su vida.

      »Creer que complacer significa amar impide también a la gente aceptar la crítica. Cuando uno de vosotros le dice al otro que no le gusta su forma de actuar, de pensar, de hablar, de vestirse, etc., no está diciéndole que no lo ama, sino simplemente lo que no le gusta del otro en ese momento.

      »¿Valoráis lo importante que es aceptar que es IMPOSIBLE estar complaciendo constantemente a los que nos rodean? Los que se esfuerzan por hacerlo ponen de manifiesto que les falta mucho para quererse a ellos mismos, lo que tendrá como consecuencia que dudarán de que los otros puedan amarlos verdaderamente.

      »Ahora, Anna, delante de mí, ¿te sientes preparada para contarle a Mario el problema que me expusiste la semana ­pasada?

      Ella se sonroja, se retuerce las manos y mira después a Mario, que parece preguntarse qué está pasando. Anna lanza un profundo suspiro y me dice:

      –Ya es hora de agarrar el toro por los cuernos y hacer frente a la situación. Estoy contenta de que Mario haya aceptado venir aquí hoy y voy a aprovecharlo. Para responder a tu pregunta, sí, visité a mi madre, como me sugeriste. Se sorprendió mucho al escuchar las preguntas que le hice. Me dijo que prefería no hablar de eso y ver el lado bueno de las cosas de la vida. Finalmente, cuando ya me iba, me dijo que, aun así, pensaría en las preguntas que le hice, si eso era útil para mi terapia. Parece que se cree que seguir una terapia es solo para gente que tiene graves problemas. Se sorprendió cuando le conté que me había metido en una. Eso sí, me escuchó atentamente cuando le conté algunas de las cosas sobre las que habíamos dialogado tú y yo. Creo que se le abrió una puerta y que la próxima vez que la vea la charla será más fácil.

      »Me propusiste también que hablara con Mario, pero no he sido capaz... Estoy más cómoda haciéndolo contigo delante, me siento con más valor.

      Se vuelve hacia Mario, inspira profundamente, suelta un largo suspiro y le confiesa que sospecha que tiene una relación con otra mujer, que ya no la quiere y que tiene pensado dejarla. Lo dice tan rápido que tiene que repetirlo. Su forma acelerada de hablar me hace suponer que ha estado practicando mentalmente varias veces. Él le dice entonces:

      –¿Estás loca? ¿Cómo puedes creer eso de mí? ¡Estoy tan cansado que una aventura es lo último que me apetece! Me decepcionas, Anna: ¿aún no te has dado cuenta de que te amo? Ya no sé qué hacer. Parece que hay algo que me está corroyendo por dentro. Lo único que espero es que no sea cáncer. Tengo miedo a ir al médico y que me lo confirme.

      Me mira y continúa:

      –Me sorprende la imaginación que podéis llegar a tener las mujeres. ¿Por qué os hacéis tanto daño? Anna, ¿desde cuándo crees que te engaño?

      Los dejo que sigan hablándose unos minutos. Después escucho que Anna le dice a Mario que tiene un gran secreto que contarle y que no puede guardárselo más. Le confiesa que se quedó embarazada a sabiendas, para que él dejara a su mujer. Mario la mira. Una miríada de emociones se puede leer en su rostro: sorpresa, negación, ira, tristeza, ira de nuevo... Finalmente le dice:

      –¿Y esto tenías pensado ocultármelo toda la vida? ¿Cómo has podido vivir conmigo todo este tiempo mintiéndome y atreviéndote a acusarme a mí de mentir? ¡Es increíble! ¿Te das cuenta de que lo que tú hiciste es mucho peor que lo que yo haya podido hacer? En tu caso, es una mentira deliberada; en mi caso, no era yo quien mentía, eras tú quien se lo imaginaba todo. ¿Cómo voy a poder confiar en ella a partir de ahora? –añade mirándome.

      –¿Quieres que te ayude a ver todo esto con los ojos del corazón? A fin de cuentas, es el objetivo de esta visita: aprender a amar más y sobre todo de una manera más fácil y agradable. ¿Estás de acuerdo?

      –Te escucho, pero si te pones de su parte dejaré de hacerlo. ¡Estoy tan enfadado que ya no sé si estoy preparado para oír tu opinión! –dice en un tono mucho más alto.

      Se vuelve hacia Anna, aprieta la mandíbula y le dice entre dientes:

      –Has hecho bien al confesarme esto delante de Lise, porque si hubiéramos estado solos, no me habría retenido tanto...

      Anna baja la cabeza sin decir nada.

      –Para empezar, es importante que te permitas enfadarte, es una de las etapas de la aceptación. Es completamente normal y humano vivir emociones cuando tocan una de nuestras heridas. Acepta esta ira y no te niegues a experimentarla. Para observarla mejor, ¿puedes decirme en qué parte de tu cuerpo la sientes?

      –Por todo el vientre y en los brazos. De lo que tengo ganas ahora es de golpear a alguien o algo.

      –Ahora, visualízala y dile que le vas a dar su espacio. Dale tiempo para que se acomode y tu cuerpo la absorba. En realidad, la sientes en tu cuerpo físico, pero solo es un indicio de lo que estás viviendo en tu cuerpo emocional y mental. Una observación completa debe tener en cuenta los tres cuerpos. Veamos ahora lo que está ocurriendo en tu plano mental. Estás acusando a Anna de haberte mentido. ¿Al principio de vuestra relación le preguntaste si se había quedado embarazada adrede? ¿No? Entonces, en realidad no te ha mentido, simplemente ha elegido no decírtelo. Espera un momento antes de responder. Déjame explicarte la definición de mentira. Enseguida podrás hacerme las preguntas que quieras.

      »Una mentira es la incoherencia entre lo que una persona dice, piensa, siente y hace. Nadie sobre la Tierra está obligado a ir contando por ahí sus secretos o lo que piensa a todo el mundo. Sin embargo, si le hubieras preguntado a Anna y hubiese respondido que no, entonces sí habría mentido.

      –Sabía que te pondrías de su lado... Estoy de acuerdo con que nadie está obligado a decirlo todo, pero ese secreto me implicaba directamente. Tendría que habérmelo contado.

      –Estoy de acuerdo contigo con que habría sido preferible que te lo hubiese dicho desde el principio. Atreverse a compartirlo todo con la pareja es una costumbre excelente para llevar una vida íntima en armonía. Nuestra pareja debería ser nuestro mejor amigo, no tendríamos por qué sentir miedo de revelarle nuestros sentimientos más profundos. Pero sabes tan bien como yo que el miedo nos impide a menudo actuar de la manera que quisiéramos. No puedo evitar hacer alusión a lo que he oído hace un rato, cuando decías que tenías miedo de tener cáncer y que por eso no querías ir al médico. ¿Has compartido este sentimiento con Anna?

      –No, jamás le he hablado de ese asunto. Pero no es lo mismo: eso no la implicaba directamente, después de todo es mi cuerpo.

      Anna se enfada y replica:

      –¿Tienes el descaro de

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