El poder de la aceptación. Lise Bourbeau
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–¿Te das cuenta, Mario –intervengo–, de que no le has mentido a Anna, que no se lo has dicho por culpa del miedo que sientes? El temor a saber que puedes tener una enfermedad mortal es legítimo, tanto como el que tiene Anna de que la dejes. Sabemos que estos miedos provienen de nuestra imaginación y que son la mayor parte del tiempo injustificados; a pesar de eso, están presentes. No sirve de nada negarlos. Por lo tanto, lo que tenéis que hacer ahora es permitíos sentirlo, porque es algo humano. Aceptar un miedo tiene un efecto balsámico, es verdaderamente mágico. ¿Veis cómo la aceptación puede hacer que veamos de modo diferente una situación, con los ojos del amor?
A Anna le corren las lágrimas por los ojos y tiene una sonrisa en los labios. Noto que revelar su secreto la ha aliviado. Por su parte, Mario se reacomoda y respira profundamente varias veces. Poco a poco, siento que va aflojando, que sus hombros se relajan. Me mira y me dice bajito:
–Debo admitir que me siento mejor. Ya no me duele el brazo, solo me molesta el plexo. Ya respiro mejor. Buena señal, ¿no? Ahora comprendo mejor por qué Anna me hacía tantas preguntas sobre mis idas y venidas. No conseguía comprender por qué quería siempre estar al tanto de todo. ¿Qué podemos hacer ahora?
–Os sugiero que comprobéis si habéis ocultado cosas a vuestros padres (tú, Anna, a tu padre; tú, Mario, a tu madre) cuando erais más jóvenes. Normalmente, cuando una situación desagradable sobreviene en nuestra vida adulta, es porque nuestra atención está sobre lo que no aceptamos cuando éramos jóvenes. Es por lo tanto muy probable que hayáis escondido algo, que no os hayáis aceptado en esa situación y que os sintáis culpables. Aún es más probable que les hayáis acusado de mentiros en un momento dado o de haber mentido a su pareja. Tomaos el tiempo necesario para reflexionar sobre esto y habladlo con vuestros padres si es posible. Volveremos sobre este asunto en la próxima visita.
»Para concluir el encuentro de hoy, os quiero decir que es perfectamente normal para la mayoría de nosotros tener una percepción errónea de lo que es el amor verdadero, pues nuestros padres o quienes nos educaron no nos han transmitido esa enseñanza. Finalmente, la definición de amor verdadero puede resumirse en la palabra ACEPTACIÓN: aceptarse y aceptar a los demás en todas las experiencias de la vida, incluso si no estamos de acuerdo, incluso si no coincide con lo que hemos aprendido. La noción de aceptación es espiritual, mientras que estar de acuerdo –tener la misma opinión– es una noción mental. Por eso el ego solo quiere aceptar algo o a alguien si está de acuerdo con la persona o la situación.
»Os voy a dejar anotada la definición de amor a uno mismo y a los demás que os he explicado hace un rato. Os aconsejo que hagáis referencia a ella tan a menudo como podáis, así la iréis asimilando mejor.
RECUERDA…
La mayoría de la gente se confunde al pensar que ciertas actitudes y comportamientos son amor verdadero: el cariño, la piedad, la devoción, el amor pasional, el comportamiento posesivo, el egoísmo y la complacencia.
Si la persona que da muestras de cariño tiene la más mínima expectativa, no está regalando amor, sino que está esperando recibir algo del otro.
Puede que la entrega sea motivada por el amor verdadero, pero hay muchos casos en los que no es así.
Quien quiera vivir un amor verdadero sabrá por intuición que ha llegado porque comienza justo cuando la pasión disminuye.
Nadie en el mundo puede hacer feliz a nadie. La felicidad solo puede venir del interior de uno mismo.
Ser responsable es asumir las consecuencias de lo que elegimos y dejar que los demás asuman las consecuencias de sus decisiones.
El amor incondicional se expresa de la misma manera, sea el amor a uno mismo, a su padre, a su madre, el amor íntimo o el amor a los amigos.
Ser egoísta es querer que el otro se ocupe de nuestras necesidades antes que de las suyas; ese deseo va en detrimento de los demás. Es creer que los demás son responsables de nuestra felicidad. Es lo contrario del amor verdadero. Ser egoísta es quitar algo al otro para nuestra propia satisfacción.
Tenemos derecho a pedir, a tener expectativas, pero eso no quiere decir que el otro esté obligado a complacernos.
Es equivocado creer que los que nos quieren siempre van a tener ganas de complacernos en el momento en que mejor nos convenga. Los que quieren seguir creyendo de este modo sufrirán muchos desengaños, frustraciones y enfados durante su vida.
Es imposible complacer siempre a los demás. Los que se esfuerzan por hacerlo se aman muy poco a sí mismos. Como consecuencia, dudarán de que los demás puedan amarlos verdaderamente.
La persona egoísta es la que pretende que el otro responda siempre a sus deseos. El otro, cuando dice no, solo expresa sus propias necesidades o sus límites.
Una mentira es la incoherencia entre lo que una persona dice, piensa, siente y hace. Nadie está obligado a ir contando sus secretos o lo que piensa a cualquiera.
Atreverse a compartirlo todo con nuestra pareja es una excelente costumbre que podemos adoptar para tener una vida íntima maravillosa. Nuestra pareja debería ser nuestro mejor amigo y no deberíamos tener miedo de revelarle nuestros sentimientos más profundos.
Cuando ocurre una situación desagradable en nuestra vida adulta, es porque queremos atraer nuestra atención sobre lo que no aceptamos siendo jóvenes.
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