Políticos y sacerdotes. Osho

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Políticos y sacerdotes - Osho Sabiduría Perenne

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en la caja el turbante del rey y luego sacó una mano vacía y le dijo al rey:

      —¡Mira qué maravilla de turbante! —No tenía nada en la mano, pero toda la corte se puso a aplaudir y cada persona aplaudía más fuerte que la de al lado, gritando que nunca habían visto algo tan bonito.

      El rey pensó: «Si le digo que no tiene nada en la mano, yo seré el único hijo bastardo y todos estos bastardos serán los verdaderos hijos de sus padres. Es mejor que me quede callado».

      En realidad, a los demás les pasaba exactamente lo mismo. Todos se habían dado cuenta de que no tenía nada en la mano, pero si los demás decían que lo veían, ¿para qué llevarles la contraria? Empezaron a pensar: «A lo mejor soy un hijo bastardo, así que es mejor que me calle. No me voy a arriesgar a que toda esta gente me acuse». Y todos ensalzaban la belleza del turbante con mayor entusiasmo.

      El rey se puso el turbante inexistente en la cabeza. No era solamente el turbante, ya que, poco a poco, empezó a desaparecer el resto de su ropa. Finalmente, solo le quedaba la ropa interior. El rey pensó por un momento: «¿Y ahora qué voy a hacer?». Pero ya era tarde para dar marcha atrás. «He visto el turbante, el abrigo y la camisa, entonces ¿por qué no voy a ver la ropa interior? Es mejor que la vea. Ahora no puedo dar marcha atrás. Este tipo…»

      El hombre sujetaba la ropa invisible con la mano y se la estaba enseñando a todo el mundo:

      —¡Fijaos cuántos diamantes tiene!

      Toda la corte le aplaudía, diciendo:

      —Es la primera vez que ocurre algo parecido en toda la historia de la humanidad.

      Y la ropa interior del rey también fue a parar dentro la caja. ¡Ese estafador era muy audaz! Después añadió:

      —Cuando iba a volver, Dios me advirtió: «Es la primera vez que mi ropa viaja a la Tierra, así que, para que la gente pueda admirarla, el rey deberá desfilar por toda la ciudad vestido con ella. De lo contrario, esa pobre gente no tendrá ocasión de verla». La carroza está lista, suba, por favor.

      Con cada paso que daba, más difícil era dar marcha atrás. El rey empezó a pensar: «Tendría que haberlo dejado todo en el momento del turbante, habría sido mejor, pero ahora ya es demasiado tarde. ¿Y si digo que estoy desnudo? Pero toda la corte está aplaudiendo…».

      —Sí, señor —decían—, eso es lo correcto. Si lo dice Dios, hay que hacerlo. Y es la mejor forma de darle la bienvenida a la ropa.

      La calle estaba atestada de gente porque se había extendido el rumor de que había llegado la ropa de Dios. El rey accedió y se puso de pie desnudo en la carroza mientras el estafador, que estaba delante de él, iba anunciando:

      —Solo los que son hijos de su propio padre podrán ver esta ropa.

      Y todos la veían, excepto un niño que había ido con su padre y estaba sentado en sus hombros. El niño dijo:

      —Da —que significa papi—, me parece que el rey está desnudo.

      El padre le contestó:

      —¡Cállate, idiota! Cuando seas mayor, podrás ver la ropa. Tienes que tener una cierta edad para verla, los niños como tú no la ven. Si quieres seguir aquí, quédate callado. No sé por qué se me ha ocurrido traerte.

      Pero el niño no se podía callar y repetía:

      —Pero yo lo veo bien, y está desnudo. —El padre tuvo que alejarse de la multitud rápidamente para que no le oyeran y pensaran que ese niño no era su hijo, sino el de otra persona.

      Aprovecharse de la gente ofreciéndoles productos invisibles y obligándoles a hacer algo que no quieren es muy fácil…, y en eso consiste la renuncia. Es la estafa que llevan a cabo los sacerdotes en nombre de Dios.

      Aprovecharse de la gente ofreciéndoles productos invisibles y obligándoles a hacer algo que no quieren es muy fácil…, y en eso consiste la renuncia. Es la estafa que llevan a cabo los sacerdotes en nombre de Dios, de la verdad, de la moksha y del nirvana. Pueden llamarlo como quieran, pero los sacerdotes siguen siendo los mayores estafadores de la historia. Los demás, a su lado, solo son pequeños delincuentes. ¿Qué pueden quitarte? Sin embargo, los verdaderos estafadores son los sacerdotes, los profetas, los mesías, los avatares, los tirthankaras. Te venden algo que nadie ha visto ni verá jamás. No hay ni un solo testigo. Nunca ha regresado nadie de la muerte diciendo: «Sí, allí hay una belleza eterna, una felicidad eterna, un silencio eterno, una paz eterna». Su negocio funciona porque nadie les puede contradecir. Si lo haces, es porque estás equivocado, ya que todo el mundo les cree.

      Para aprovecharse de la gente, han introducido una verdad en su estrategia: que en la vida todo es momentáneo. Eso no está mal, tiene que ser así. Si fuera al contrario, la vida sería insoportable. Las cosas cambian y es mejor que sea así, o estarían muertas. Lo que las mantiene vivas es el cambio.

      Tú cambias constantemente. ¿Recuerdas cuándo dejaste la infancia y pasaste a la juventud, o cuándo dejaste de ser un joven y pasaste a ser un anciano? No puedes trazar una línea entre cuando fuiste niño, adolescente, joven, adulto y luego anciano. ¿Puedes trazar una línea? No, siempre estás cambiando, es un proceso constante. Has ido cambiando desde que fuiste concebido. Los nueve meses que estuviste en el vientre de tu madre cambiaste muchísimo, y no volverás a cambiar tanto en noventa años de vida. Si te mostraran algunas fotos de los nueve meses que has estado en el vientre de tu madre, no te reconocerías. ¿O crees que te reconocerías? Has cambiado absolutamente y estás cambiando en todo momento, y tú no eres el único que cambia, también cambia todo lo que te rodea. Las estrellas se mueven y cambian. Todos los días muere alguna estrella y desaparece —es posible que llevara aquí millones de años—, y nace otra estrella. Eso sucede todos los días.

      La vida es un flujo, un movimiento, una continuidad, y eso no está mal. Disfruta del momento que llega y se va. Sácale todo el partido porque es efímero, no pierdas el tiempo pensando. No empieces a pensar que se te va. No te preocupes de lo que ocurra mañana, no te preocupes de que vayas a tener lo que tienes ahora, y tampoco pienses en el ayer. Sácale todo el partido mientras dure, aprovéchalo bien. Entonces, ¿a quién le importa que se quede o que se vaya? Si se queda, lo aprovechamos, y si se va, lo aprovecharemos en otro momento.

      ¿Por qué quieres que este instante sea permanente? ¿Cómo sabes que no va a haber otro momento mejor? En el momento anterior ni siquiera habías pensado en este, y nadie sabe si habrá algo mejor cuando este se vaya. De hecho, ya está llegando, porque si has estado totalmente inmerso en este instante, habrás aprendido algo tremendamente importante que podrás usar en el siguiente instante.

      Tu madurez aumenta en cada momento. Cada vez estás más centrado, más presente, más atento, más alerta, y eres más capaz de vivir. ¿A quién le preocupa la muerte? Ya disfrutaremos de ella al morir. La muerte también es un momento de la vida. La muerte no es el final de la vida, solo es un momento de transformación, porque nada muere. No puedes destruir nada, solo cambia su forma, su apariencia.

      La ciencia es capaz destruir Hiroshima, Nagasaki o el mundo entero actualmente…, pero en realidad no es así. No se puede destruir ni una piedra. No se destruye por completo, no se puede aniquilar, siempre estará ahí. Aunque la rompas en mil pedazos, los pedazos seguirán estando ahí. Aunque la calientes como si estuviera encima del sol, se fundirá, pero seguirá estando ahí. Puedes cambiar su forma, pero no conseguirás que desaparezca de la existencia.

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