Los progresos del hombre. Oscar Martello
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Por su parte, la fauna es perturbada y ahuyentada por el ruido y la contaminación del aire y del agua, y el incremento del nivel de sedimentos en los ríos. Además, la erosión de los amontonamientos de residuos estériles puede afectar particularmente la vida acuática, por no mencionar el envenenamiento por reactivos residuales contenidos en aguas provenientes de la zona de explotación.
Las poblaciones humanas no están exentas de estos perjuicios. Generalmente, los emprendimientos de minería a cielo abierto provocan conflictos por derechos de utilización de la tierra y el agua, y da lugar al surgimiento descontrolado de asentamientos humanos. A la vez, provocan la disminución en el rendimiento de las labores de pescadores y agricultores, debido a envenenamiento y cambios en el curso de los ríos.
Entre otras alteraciones provocadas por la minería a cielo abierto, cabe mencionar los cambios en el microclima, la multiplicación de agentes patógenos en charcos y áreas cubiertas por aguas estancadas.
El cianuro, jinete del Apocalipsis
Si bien se utiliza la minería a cielo abierto para la extracción de diversa clase de minerales, la explotación más usual es la del oro, plata, zinc y cobre, de minerales que los contienen en bajísima proporción, para lo que se utiliza el método de lixiviación -proceso en el cual una o más sustancias químicas son extraídas de un sólido- con cianuro.
Este método permite obtener compuestos cianurados de esos metales, que son solubles en agua y son transportados por ella. Por su bajo costo y alto rendimiento, es el proceso más usado actualmente para la extracción de oro, muy especialmente en América Latina. En tanto los compuestos de cianuro son altamente tóxicos, su uso es uno de los que han sido prohibidos en varios de los países centrales, pero no en los de la periferia.
En el proceso de lixiviación del oro, la concentración usual de cianuro es de 300 a 500 miligramos en cada litro de agua. Para advertir la extrema peligrosidad de este proceso, nótese que, en opinión de la Academia Nacional de Ciencias de Estados Unidos, basta la ingestión de tan sólo 50 miligramos de cianuro para matar a un ser humano en forma casi instantánea. Y aunque esta sustancia se descompone rápidamente bajo el efecto de la luz solar, algunos compuestos derivados pueden persistir durante varios años.
La Organización Mundial de la Salud ha establecido que, para que el agua sea considerada potable, la cantidad de cianuro que contenga no debe exceder de 70 millonésimas de gramo por litro, mientras que concentraciones menores de 50 miligramos pueden tener efectos devastadores en la fauna acuática, destruyendo toda la cadena ecológica y matando desde el fitoplancton hasta los peces.
La minería a cielo abierto utiliza, de manera intensiva, grandes cantidades de cianuro, que como dijimos permite recuperar el oro del resto del material removido. Para desarrollar todo este proceso, se requiere que el yacimiento abarque grandes extensiones y que se encuentre cerca de la superficie. Como parte del proceso, se cavan cráteres gigantescos, que pueden llegar a tener ¡más de 150 hectáreas de extensión y más de 500 metros de profundidad!
Pero ampliemos un poco los conceptos sobre la toxicidad del cianuro.
Para las plantas y los animales, esta sustancia es extremadamente tóxica. Los derrames de cianuro pueden matar la vegetación e impactar la fotosíntesis y las capacidades reproductivas de las plantas. En cuanto a los animales, el cianuro puede ser absorbido a través de la piel, ingerido o aspirado. Las concentraciones en el aire de 200 partes por millón de cianuro de hidrógeno son letales para los animales, mientras que concentraciones tan bajas como 0,1 miligramos por litro (mg/l) son letales para especies acuáticas sensibles. Concentraciones subletales también afectan los sistemas reproductivos, tanto de los animales como de las plantas.
Los trabajadores mineros suelen tener contacto asiduo con él, sobre todo durante la preparación de la solución de cianuro y la recuperación del oro de la solución. Para los trabajadores mineros, los riesgos son el polvo de cianuro, los vapores de cianuro (HCN) en el aire, provenientes de la solución de cianuro, y el contacto de la solución de cianuro con la piel.
El impacto sobre la vida silvestre y las aguas
Altamente rentables para las compañías mineras, estas actividades y sus consiguientes procesos con cianuro merecieron un documentado estudio de la National Wildlife Federation de los Estados Unidos, que se dio a conocer en 1992.
Allí leemos, por ejemplo:
“Las minas que utilizan la extracción por lixiviación con cianuro son bombas de tiempo para el medioambiente [...]. A la vez que se extraen millones de toneladas de mineral de minas a cielo abierto y se las trata con millones de galones de solución de cianuro, se trastorna el hábitat de la vida silvestre y las cuencas hidrográficas”.
Ello sin duda puede redundar en una multitud de riesgos para la salud y el ambiente.
La misma Wildlife Federation llama la atención sobre la capacidad de “seducción” que los estanques de cianuro ejercen sobre los animales silvestres.
Dice el informe:
“Ha sido registrada frecuentemente la muerte de animales silvestres, en especial aves, atraídos por el señuelo de los espejos de agua de esos estanques. La extensión generalizada de la mortalidad de animales silvestres en las instalaciones que utilizan dicho proceso ha provocado la preocupación del Servicio de Vida Silvestre y Pesquerías de los Estados Unidos”.
Luego de la lixiviación, el cúmulo de mineral ya procesado contiene todavía vestigios de la altamente tóxica solución de cianuro, así como de metales pesados concentrados que han sido precipitados del mineral. Muchas operaciones optan por tratar los desechos contaminados con cianuro enjuagando con agua fresca hasta que la concentración de cianuro baja a un nivel inferior al máximo permitido.
Tanto el cianuro como los metales pesados liberados por él constituyen una amenaza para ríos, lagos, napas subterráneas, plantas, peces y la vida silvestre en general.
Los riesgos colaterales
Con el uso del cianuro, el hombre no hace más que ratificar su pertinaz oficio de “aprendiz de brujo”. Y es que los hechos no hacen más que contradecir la liviandad de la afirmación del geólogo citado en el epígrafe de este capítulo. Veamos.
Un “accidente” es, por definición, algo no previsto que de todos modos sucede. Los accidentes ocurridos durante el transporte, almacenamiento, procesamiento y disposición final de cianuros han sido numerosos. Éstos son algunos de los casos:
1992-1994. Mina de oro en Summitville (estado de Colorado, Estados Unidos). Filtraciones del dique de colado (aguas residuales del proceso de lixiviación) acabaron con la vida acuática a lo largo de 27 kilómetros del río Alamosa.
1994. Mina Harmony, en Sudáfrica. El estallido de un dique de contención en desuso arrasó con un complejo de viviendas.
1995. En la mina de oro Omai (Guyana), el colapso de un dique vertió en el río Essequivo más de 3,200 millones de litros cargados con cianuro.
1997. La mina de oro Gold Quarry (en el estado de Nevada, Estados Unidos) derramó un millón de litros de desechos de cianuro.
1998. La ruptura de un dique de contención de la mina de zinc Los Frailes, en España, provocó un abundante derrame de ácido, generando mortandad de peces.
En 1998, la mina Homestake (estado de Dakota del Sur, Estados Unidos) derramó siete toneladas de desechos cianurados.