Amor a prueba. Elizabeth Duke

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Amor a prueba - Elizabeth Duke Jazmín

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de la comunicación distorsionada–. Ni siquiera viniste para el funeral de tu hermana. Pensamos que una semana de antelación sería suficiente, incluso para ti.

      Una interferencia había tapado su réplica indignada.

      –Acabo de enterarme. He estado en el norte de México durante las últimas…

      Pero Cam hablaba más alto que ella, disparando las palabras como balas de artillería pesada.

      –Tu padre hubiera necesitado tu apoyo en el funeral. Blanche no estaba… Escucha, la línea está imposible. Cuelga y llama a tu padre. Ya habrá vuelto a Perth.

      –Ya lo he…

      Pero ya había colgado.

      Incluso en aquel momento la ira le nacía de dentro al recordarlo. Hubiera necesitado una muestra de condolencia, no una descarga de críticas injustas. Ni siquiera había podido preguntarle por su sobrina y mucho menos avisarle de que iba de camino para cuidar del bebé.

      Su desafortunado accidente al llegar a Los Ángeles al día siguiente le había impedido hacer más llamadas. Había conseguido mandarle un aviso a su padre a través de una de las enfermeras y había hablado con él antes de salir del hospital.

      Pero no había intentado llamar a Cam Raeburn de nuevo. No había querido avisarle de que estaba a punto de dejar el hospital para volver a casa. No confiaba en él.

      Tenía buenas razones para no hacerlo.

      Capítulo 2

      LE TEMBLABA la mano al acercarse el auricular a la oreja, mientras esperaba respuesta.

      –Cam Raeburn al habla.

      Se le hizo un nudo en el estómago.

      –Hola, Cam, soy Roxy. He vuelto y me gustaría acercarme a Raeburn’s Nest para ver a Emma –explicó de corrido antes de que tuviera la oportunidad de cortarla. No le gustó el silencio que siguió a sus palabras.

      –Por supuesto –accedió–. ¿Por qué no te preparas una bolsa de viaje y te quedas todo el fin de semana? Si es que puedes pasar todo el fin de semana con tu sobrina.

      Apretó los dientes mientras el corazón le daba saltos de pánico ante la idea de pasar todo un fin de semana bajo el mismo techo que Cam Raeburn.

      –Tengo todo el tiempo del mundo –aseguró–. Mi sobrina es lo prioritario en mi vida a partir de ahora.

      «Y me quedaré en Raeburn’s Nest hasta que te convenza de ello». Si quería convencerlo de que era la persona más indicada para cuidar de Emma, tendría que tener mucho tacto… y estar preparada para quedarse todo el tiempo necesario.

      –¿Te parece bien que vaya ahora? ¿Esta tarde? –preguntó con un tono menos agresivo.

      –Aquí estaremos. ¿Recuerdas dónde está?

      –Lo encontraré –aseguró. Solo había estado allí una vez, para el bautizo de Emma hacía cinco meses. Serena y Hamish habían invitado a todo el mundo a su casa después de la sencilla ceremonia.

      Mientras se duchaba y se cambiaba de ropa, Roxy no hacía más que darle vueltas al encuentro entre los dos. No había podido evitar a Cam en el bautizo, como madrina y padrino de Emma habían tenido que estar juntos en el altar.

      Cam no había cambiado nada en los doce meses que habían pasado entre la boda de Serena y el bautizo. Seguía tan atractivo y seductor como siempre. Era alto y atlético, tenía unos hombros increíbles, el mismo cabello oscuro y brillante y los mismos ojos negros chispeantes. Pero la dulzura que antes había visto en él había desaparecido.

      Él había sido el primero en romper el hielo. Cada palabra hiriente, cada mirada acusadora estaban grabadas en su memoria.

      –¿Te vas a quedar mucho tiempo esta vez, Roxy?

      Su tono de voz y el cinismo de su gesto la habían hecho temblar. Había pasado un año desde su anterior encuentro, pero evidentemente nada había cambiado. Había pensado por un segundo, cuando sus miradas se cruzaron, que una chispa se había encendido en el fondo de aquellos ojos oscuros de Cam, pero se había diluido en un instante. Había sido su reacción normal ante cualquier mujer, hasta que había recordado quién era ella: una fanática de la historia con el pelo revuelto a la que le gustaba buscar fósiles bajo el calor y el polvo en los rincones más remotos del mundo y desenterrar civilizaciones antiguas.

      –Me marcharé otra vez antes de lo que esperaba –había contestado moviendo la cabeza para mostrar que estaba deseando irse y deseando, al mismo tiempo, haber elegido para el bautizo de su sobrina algo más sofisticado que un vestido de abuela de manga larga, un sombrero de paja y unos zapatos planos–. Han encontrado un nuevo yacimiento muy interesante en el norte de México –le informó tensa–, y me han pedido que me una al equipo. Me voy la próxima semana.

      A pesar de la frialdad que había entre ellos, el cuerpo de Roxy estaba reaccionando ante su proximidad, se le estremecían las terminaciones nerviosas y le ardía la piel. Era culpa de Cam que hubiera decidido marcharse tan pronto y que hubiera prolongado sus excavaciones desde la boda de su hermana. Si los besos apasionados de Cam hubieran significado algo, si le hubiera pedido que se quedara, si hubiera deseado que se quedara… Pero no había sido así. Había preferido a la morena de ojos oscuros.

      ¡Incluso había ido con otra mujer despampanante al bautizo de su sobrina!

      –Roxy… Creo que no conoces a Belinda –dijo Cam sin parpadear mientras le presentaba a su última belleza morena–. Belinda pertenece a mi club de tenis en Sydney.

      «Apuesto a que habéis hecho algo más que jugar al tenis juntos», pensó mientras se fijaba en los labios rojos y la sonrisa provocativa de la mujer. Una verdadera mujer fatal. El tipo de Cam.

      De las que nunca llevarían las uñas sucias ni un pelo fuera de sitio. Suspiró. Las rubias despeinadas de ojos azules, con un gusto raro para la ropa y debilidad por las civilizaciones antiguas, evidentemente no eran su tipo.

      Roxy rechazó esos recuerdos mortificantes mientras metía su ropa en la bolsa de viaje, lo suficiente para una semana o más, y después entró en el coche. Se preguntó si seguiría con Belinda. ¿O habría otra morena encantadora, tanto como para hacer que Cam quisiera casarse?

      La salida de la ciudad resultó lenta porque había mucho tráfico en la autopista del sur. Después de una hora y media divisó la costa y la ciudad industrial de Wollongong, donde Cam tenía su floreciente industria química y de fibra, su oficina central y una casa de la empresa donde podría vivir si quisiera. Sabía que también tenía otra oficina en Sydney y un ático.

      ¿Cómo podría competir ella con todo eso?

      Después de otra hora y media vio la costa otra vez y la ciudad de Kiama, donde su cuñado Hamish había sido el copropietario de una farmacia.

      Se le hizo un nudo en la garganta. Le seguía resultando difícil de creer que Hamish y Serena se hubieran ido. Habían sido una pareja perfecta y muy feliz. Lo habían compartido todo. Incluso, desgraciadamente, su amor por la vela.

      Conteniendo el llanto, dirigió su pensamiento a su sobrinita y se preguntó

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