Amor a prueba. Elizabeth Duke

Чтение книги онлайн.

Читать онлайн книгу Amor a prueba - Elizabeth Duke страница 6

Автор:
Серия:
Издательство:
Amor a prueba - Elizabeth Duke Jazmín

Скачать книгу

a sollozar de nuevo y su rostro lleno de lágrimas le empapó la camiseta desteñida.

      Cam la meció con tanta delicadeza como a un bebé, hasta que expulsó todo su dolor y su pena.

      Después levantó la cara conteniéndose las lágrimas. No quería que Cam pensara que se estaba desmoronando y que no podía cuidar al bebé de Serena.

      –Lo siento, Cam, yo… Todo esto me ha desbordado: Serena, Hamish, el vuelo, la falta de sueño. Ya estoy bien. De verdad.

      Él se apartó y la miró para asegurarse.

      –No tienes que disculparte –aseguró. La estaba observando con extrañeza, su voz sonó un poco rara también, ni tan fría ni tan suave como antes–. Es bueno llorar… aunque…

      Se calló y dio un paso atrás retirando las manos. No podía verle los ojos, pero pudo sentir su arrepentimiento.

      –Te prepararé un café –anunció con brusquedad, como siempre–. Ven cuando estés lista. Estaré en la cocina.

      La dejó para que deshiciera las maletas y se aseara. Cuando se reunió con él en la cocina unos minutos más tarde, llevando el oso de peluche gigante, él estaba de pie cortando verduras sobre la encimera.

      –¿Te parece bien un sofrito chino para cenar? –preguntó señalando una banqueta.

      –¿También cocinas?

      Estaba troceando verduras con maestría, como si lo hubiera hecho mil veces.

      –Un soltero necesita saber cocinar si no quiere alimentarse de comida preparada o cenar fuera cada noche. Ha llegado a gustarme, aunque Philomena cocina para mí si se lo pido. ¿Tú cocinas, Roxy? La miró y ella captó un brillo de duda en sus ojos.

      –Dame una hoguera y te enseñaré lo bien que cocino –contestó dejando el peluche sobre una banqueta–. Puede que no tenga tu indudable delicadeza, no soy un chef, pero al menos nunca paso hambre.

      –¿Te importa si tomamos el café aquí en la cocina? Así podré continuar con esto. ¿Te dio tu padre los detalles del testamento de tu hermana? –preguntó mientras servía el café.

      –¿Qué detalles?

      ¿Se refería a la custodia de Emma? Según su padre, Serena no había mencionado la custodia en su testamento.

      –Serena te dejó algunos objetos personales y joyas. Los tengo guardados. El piso de Sydney que tu padre os compró a tu hermana y a ti cuando vendió la casa familiar y se mudó a la costa oeste es ahora legalmente tuyo. Aunque entiendo que ya era tuyo, desde que Serena se casó con Hamish.

      Roxy frunció el ceño. ¿Esperaba que volviera a Sydney para quedarse allí? ¿O creía que no se merecía un piso en la ciudad para ella sola por no estar mucho tiempo en él?

      –¿Y la ropa de Serena? –inquirió con dificultad sin mirarlo–. ¿Sigue aquí esperando a que la repartan?

      Si Cam estaba usando el dormitorio principal, podía haber dispuesto de ella o apartarla para que Roxy se hiciera cargo.

      –Blanche se encargó de las cosas de tu hermana cuando ella y tu padre estuvieron por aquí para el funeral –respondió–. Tú no estabas, Roxy. No sabíamos nada de ti –replicó en un tono casi acusador–. Blanche dijo que ninguna de las cosas de Serena te servirían porque ella era más alta. Las recogió y las donó a la beneficencia.

      Roxy se estremeció. Sin duda Blanche se había quedado con algunas cosas para ella o para su propia hija. No le importaba. Sería demasiado doloroso vestirse con la ropa de Serena. Una joya o alguno de sus efectos personales, simplemente como recuerdo, era diferente.

      –Raeburn’s Nest me pertenece –informó. Se detuvo para beber un sorbo de café–. Todo lo demás, la parte de Hamish en la farmacia, el dinero y otras cosas de valor son para su hija.

      Le echó una mirada como si esperara algún comentario.

      –¿Mencionaba el testamento de Hamish algo sobre la custodia de la niña? –preguntó Roxy.

      Al mirarlo, percibió un brillo en los ojos de Cam que le hizo presentir algo.

      –Mi hermano me nombró tutor de su hija. Fue su deseo expreso que yo tuviera la custodia de Emma –le comunicó con un tono suave.

      La mano de Roxy tembló, derramando el café.

      –Mi hermana me pidió explícitamente que cuidara de su hija si algo les ocurría.

      Cam levantó una ceja.

      –Estoy seguro de que Hamish no me hubiera nombrado tutor sin el consentimiento de Serena. Tu hermana debió de cambiar de opinión. Sin duda Hamish le hizo ver lo poco práctico que resultaría esperar que tú, una mujer entregada a su carrera que está fuera de Australia la mayor parte del año, cuidaras de un bebé. Debió de convencerla de que sería mejor que yo tuviera la custodia.

      –¡Mi hermana nunca cambiaría de opinión! Hamish debió de querer decir que quería que cuidaras de Emma temporalmente… ¡solo hasta que yo pudiera volver de donde estuviera! O que quería que fueras su tutor financiero. Eso es lo más probable. No su tutor para siempre, para todos los días.

      –No lo creo.

      –¡Pelearé contigo por la custodia! –lo amenazó.

      –No puedes querer la custodia permanente, Roxy. Nunca estás en casa. Siempre estás en alguna excavación remota donde ni siquiera recibes el correo importante. Y cuando lo haces te tropiezas con cosas y atrapas virus extraños que te mantienen fuera de juego durante semanas.

      –Dejaré las excavaciones, naturalmente.

      –Eso es fácil de decir, Roxy… pero no es fácil de creer. Lo siento, querida, pero mi hermano quería que yo tuviera la custodia de nuestra sobrina. Tu hermana no dejó testimonio escrito de que estuviera en desacuerdo.

      –¡No esperaba morir a los veinticuatro años! –protestó Roxy–. Está claro que es mejor para una niña que la críe una mujer, una tía que sea una figura materna para ella, no un don… –se detuvo. Estuvo a punto de decir donjuán, pero se lo pensó mejor–. No un tío soltero. Seguro que ya sabes lo que atan los niños.

      –Una hija debería tener un padre y una madre, y yo trataré de darle a Emma las dos cosas tan pronto como pueda hacerlo.

      A Roxy se le paralizó el corazón. Así que su padre tenía razón. Cam estaba pensando en casarse otra vez. Sintió una punzada aguda. Por el bien de Emma. Pobre criatura, tener a una de las chicas bombón de Cam cuidando de ella.

      –¿Te refieres a Belinda? –preguntó. Cerró la boca. La imagen de la jugadora de tenis casada con Cam y ayudando a criar a su sobrina hizo que le hirviera la sangre. ¡Jamás!

      –¿Belinda? –exclamó como divertido–. No, no será Belinda. Ha vuelto con su ex marido. Ahora vive en Melbourne.

      Roxy sintió un alivio irracional antes de que su ánimo decayera de nuevo. Si las esposas podían volver con sus ex maridos…

      –¿Va

Скачать книгу