Amor a prueba. Elizabeth Duke
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–Sigues estando algo pálida… y muy delgada, pero si ya te sientes bien, fenomenal –concluyó. Agarró la bolsa y se dio la vuelta, librándola al fin de su mirada escrutadora–. Vamos Roxy… Ven a acomodarte.
Capítulo 3
CAM NO habló mientras la guiaba hacia el ala de los invitados. Roxy pensó, dándole el beneficio de la duda, que no quería arriesgarse a despertar a la niña.
Al mirarlo por detrás recordó la primera vez que lo había visto, mientras permanecía ante el altar junto a su hermano esperando a que Serena y la madrina se reunieran con ellos. Roxy había sido la madrina y Cam el padrino.
Solo se les veía la espalda. Cam, el hermano mayor, le sacaba media cabeza al novio y tenía los hombros más anchos que su hermano. Su cabello oscuro y brillante contrastaba con el de Hamish, rojizo y tieso. Al ver al hermano de Hamish, que iba a ser su acompañante aquella tarde, había estado a punto de caerse en mitad del pasillo. Había resbalado ligeramente con aquellos tacones de aguja a los que estaba tan poco acostumbrada.
Había intentado no mirarlo después de aquello, pero su imagen se le había quedado grabada. Había respirado profundamente varias veces preguntándose cómo podía alguien prendarse tanto de un hombre con solo verlo por detrás. Normalmente no sentía más que desprecio por los mujeriegos, como se rumoreaba que era Cam.
Ninguna mujer estaba a salvo con Cam, había bromeado Hamish. Ninguna mujer podía resistirse a él.
¿Ninguna? El reto había estimulado a Roxy.
Cam Raeburn necesitaría algo más que una espalda ancha y un cabello bonito para captar su atención más de dos minutos, había pensado ingenuamente aquella vez.
¡Ja! ¡Había caído como una oveja en el matadero!
No había estado cara a cara con él hasta que habían entrado en la sacristía después de la ceremonia para firmar en el registro.
–Debo decir que eres toda una sorpresa, Roxy.
La mirada cálida de color miel de Cam y su media sonrisa habían amenazado con derretirla allí mismo… hasta que cayó en la cuenta y se puso en alerta. ¿Una sorpresa? ¡Más bien una decepción! Sin duda había imaginado una belleza alta de ojos oscuros como Serena. A no ser que Hamish le hubiera advertido de que era la hermana bajita, un poco masculina y nada elegante; y allí estaba ella, elegante por primera vez en su vida con un vestido tan azul como sus ojos.
Ella lo había observado con frialdad sintiendo que se le nublaba la vista ante el impacto de su mirada. Sus ojos, más oscuros que los de su hermana, eran como ópalos brillantes llenos de fuego y luz. Había tenido que humedecerse los labios antes de examinarlo entero: sus espesas cejas negras, la nariz recta, el seductor hoyuelo en la barbilla, aquella mandíbula cuadrada.
Finalmente pudo hablar, levantando la barbilla para preguntarle con dulzura:
–¿Acaso esperabas una chica desaliñada con las uñas sucias y los zapatos desgastados?
La media sonrisa se convirtió en una sonrisa completa de las que quitan el hipo de puro encanto. Se había tambaleado en sus tacones altos.
–Al contrario, Roxy… Es que esperaba a alguien mayor, ¿tú eres la hermana mayor, verdad? Como me han contado hace un rato lo brillante que eres, enseñando historia en la universidad, esperaba que llevaras calcetines azules, gafas y el pelo recogido en un moño.
Había tenido que sonreír. No era el primer hombre que la imaginaba con aspecto de profesora rancia simplemente porque era una arqueóloga reputada y profesora de historia antigua. Solo que Cam no podía saberlo, a Hamish no se le había ocurrido comentárselo, lo que no la sorprendía. Ella no había ido de excavaciones en los últimos dos meses y Cam acababa de llegar a casa aquella mañana tras un viaje de negocios de ocho semanas.
–El ala de invitados es por aquí, Roxy.
Se sobresaltó ante el sonido de la voz de Cam. Cuando él se giró para invitarla a pasar, sus miradas se encontraron. El impacto de sus ojos negros la afectó más que nunca.
Seguía igual de seductor y carismático. Pero ya no podía impresionarla más. Ya no era la ingenua y confiada Roxy de hacía un año.
Pero él ni se había dado cuenta ni le preocupaba. Había dejado bien claro las dos últimas veces que prefería las morenas de ojos oscuros y piernas largas a las rubias de ojos azules con tendencia a tropezarse.
Roxy pasó rápidamente delante de él. El ala de invitados era un apartamento completo, con una cocina, salón comedor, sala de estar, una habitación doble y un espacioso cuarto de baño. Parecía cómodo y acogedor, con un toque en la decoración que le recordaba a su hermana. A Serena le gustaba mucho la decoración.
–La cama ya está hecha –informó Cam mientras entraba tras ella.
Los nervios de Roxy se tensaron aún más ante la mención de la palabra cama. Se preguntó para quién estaba hecha. ¿Estaba siempre preparada para las visitas? ¿Para las visitas femeninas? ¿O la había hecho rápidamente Cam tras su llamada?
–Mary ocupa una habitación junto a la de Emma. Y el dormitorio principal donde duermo yo está al otro lado de la habitación de Emma. No te preocupes Roxy, yo acudiré a la habitación del bebé si se despierta por la noche. De todos modos, siempre lo hago.
Roxy respiró profundamente. No quería iniciar una discusión, pero tenía que preguntarle algo.
–¿Y qué tal si traemos a mi sobrina al ala de invitados solo durante el fin de semana? Será un modo de hacer que nos conozcamos ella y yo. Yo me levantaré si se despierta por la noche. Así podrás recuperar horas de sueño. Parece que lo necesitas.
–Gracias, pero no hace falta. Me las arreglo bien. Emma ya duerme toda la noche. Se toma el último biberón sobre las siete y duerme hasta las cinco o las seis. Rara vez se despierta por la noche.
–¿No te importa despertarte a las cinco para darle de comer?
El ánimo de Roxy empezó a flaquear. Parecía que estaba disfrutando de cuidar de la niña. ¿Pero cuánto le duraría el entusiasmo?
–Nada de nada… Ya casi es como una hija para mí –aseguró con una firmeza que hizo que Roxy olvidara su intención de ser cauta.
–Mi hermana quería que yo tuviera la custodia de Emma si le pasaba algo alguna… alguna vez –afirmó. Se le quebró la voz y se le llenaron los ojos de lágrimas–. Sigo… sigo sin poder creer que…
De repente le pareció demasiado. El dolor, el viaje y la tensión nerviosa la hundieron. Ocultando el rostro en el oso de peluche, estalló en llanto.
–Roxy…
Cam la rodeó con los brazos antes de que se diera cuenta. No tuvo fuerzas para luchar contra él mientras la acunaba y arrojaba el osito sobre la cama. Apoyó la cabeza en su pecho y siguió derramando lágrimas que le mojaban la cara y, a él, la camisa.
–Está bien Roxy…
La voz