Hans Blaer: elle. Eiríkur Örn Norddahl

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Hans Blaer: elle - Eiríkur Örn Norddahl Sensibles a las Letras

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lo uno por lo otro. Los portugueses no habían encontrado ni un pez, pero como él cobraba por asesorarlos y había ido en su temporada libre, ese hecho no afectaba a sus ganancias, que eran ingresos extra; Viggó había perdido ya la capacidad de decir no al dinero cuando Lotta le informó de que estaba esperando —no solo por Ilmur, pero perdió el deseo sexual hacia «la madre»—, de modo que tuvo que consolarse en Kjalarnes con una querida, que costaba lo suyo, y ahora tuvo que hacer dos mareas seguidas con Herdís de Akranes, lo que duró los dos meses siguientes, con una breve parada, como llevaba haciendo más o menos en los tres últimos.

      No se hablaba de relaciones de cama con mujeres que apenas conseguían levantarse sobre las dos piernas después del parto en ninguno de los libros que tenían en la casa de Snorrabraut, y, naturalmente, Viggó no estaba necesitado, con todas las mujeres que tenía, y solo Dios sabe si Lotta estaba necesitada o no, pero alguna necesidad debió de haber porque, cuando Viggó se volvió a marchar al día siguiente, Lotta estaba embarazada de Davíð Uggi, y Viggó se enteró por un mensaje justo antes del siguiente periodo de libranza, y al saberlo se presentó de inmediato para otra marea y no se le vio el pelo en cuatro meses, con excepción de algún día suelto. En esa época no existía el túnel de Hvalfjörður y para viajar entre Akranes y Reikiavik había que tomar el ferri Akraborg y, si desembarcaba tarde, se tenía que quedar a dormir en Akranes, igual que, casi sin excepción, el día antes de hacerse a la mar, y otras veces más para el «mantenimiento del buque», como lo llamaba él con un juego de palabras muy hábil, porque en esos días se dedicaba a follar con la mantenida. «El capitán tiene que ser el primero a bordo. Sin excepciones», decía cuando Lotta protestaba. Había tantas cosas que las mujeres eran incapaces de entender.

      La primera cosa memorable que hizo Ilmur en la vida, cuando por fin se encendió la luz en su cerebro —llegó la primavera y vio el mundo florecer—, fue, como queda dicho, mirar a su madre embarazada, nada más nacer ella. Lotta Manns fue engordando como manda la ley, caminaba con andares de pato y se dejaba mimar por sus amigas. Estaba de un humor un tanto raro, que oscilaba entre los accesos de llanto y una determinación rocosa, tenía antojos de cosas raras a horas extrañas del día y le salieron edemas y ampollas, olía a queso viejo, a arenque rancio, a bandeja vieja con trozos de tiburón fermentado, ya sabéis cómo es eso, cuando no olía a mañana de primavera o incluso a cerdo confitado de Navidad, se odiaba a sí misma y pensaba que la vida era un maratón de danza sobre rosas, sobre espinas de rosas, etcétera, etcétera. Todo en perfecto acuerdo con el bendito libro.

      Ilmur tenía cinco años, como mucho, cuando Lotta le pidió por primera pero no última vez que, por lo que más quisiera, no le enseñara el gusarapo a nadie. No tenía ocasión de hacerlo, Ilmur no lo había hecho nunca, no se dedicaba a jugar a los médicos con sus amigos ni nada de eso, y probablemente, Lotta solo quería evitar antes del parto, simplemente evitar, prudentemente, que pudiera llegar a suceder que la niña se pusiera a hablar con otras personas, sin darse ni cuenta, sobre sus genitales y se descubriera la anormalidad de la familia, porque era culpa de la madre, fueron sus hormonas las que dejaron a Ilmur en ese estado. No se avergonzaba de su hija, se avergonzaba de sí misma, de haber fracasado, le resultaba embarazoso y no quería verse en la tesitura de tener que explicar nada, pero le pasó el tema a Ilmur. «Tampoco nosotras hablamos de los genitales —le dijo a su amiga Halla cuando se lo preguntó—. ¿O es que tú vas por la ciudad hablando de tu coño?».

      A Ilmur, aquello le importó un pito, no le afectó en lo más mínimo. Muchas personas trans estaban destrozadas desde que llegaban al uso de razón, pero Ilmur no era así, ni lo es, nunca lo ha sido, era de constitución demasiado fuerte, demasiado madura, siempre jugaba con lo que le apetecía y se vestía con lo que le apetecía y se comportaba como le parecía, no entendía ni entiende ahora a quienes no lo hacen así, no era nada complicado, era la gente quien lo hacía complicado.

      Ilmur no habría dejado de hablar del monstruo con Lotta, ella no tomaba decisiones por su cuenta por vergüenza ante los demás, pero prefería callar, se preocupaba de que no se le viera mucho en la ducha después de clase de natación en la escuela primaria, no se ponía pantalones demasiado ceñidos como para que se notara el gusarapo y no hacía alardes. No sabía por qué era así, y solo quería guardárselo para ella. Era asunto suyo.

      Pero lo dicho. No vamos a correr, no tenemos ninguna prisa, la historia va saliendo a la luz poco a poco, escribe elle bostezando, aunque aún quede la eternidad de la noche.

       Hans Blær Viggósbur

      Samastaður. ¿Basta con que haya paredes, o además hay que descubrir lo que se puede hacer con esas paredes? ¿Acumular energías, lograr seguridad y crearse el objetivo de enfrentarse al mundo de paredes afuera para que rijan en él las mismas leyes que de paredes adentro? ¿Aprender a navegar entre Escila y Caribdis, aprender a sujetarse para mantenerse a flote, para vivir la vida libre de cinturones de seguridad, safe-spaces, wingwalkers, transmisores de emergencia y otros recordatorios de la muerte?

      La muerte no es algo que haya que temer. El sufrimiento no es algo que haya que temer. No hay que temer nada, excepto la cobardía y las palabras de los lacayos exigiendo seguridad sin fisuras. Los conflictos son instructivos. La violencia es una parte de la vida de la que nadie querrá carecer cuando llegue el momento decisivo, excepto quizá quienes nacen bajo un ala protectora, universitarios mimados que se fijan un microscopio en la jeta para analizar hasta los más mínimos defectos del mundo, porque creen que la vida no tiene categoría. Y claro que no tiene categoría. La vida de esa gente carece de cualquier conflicto auténtico, así que tienen que crearlos. Buaa las tipas que están de permiso maternal no reciben suficiente subvención. Buaa a los niños de las plantas de neonatos les dan pañales rosas y azules GRATIS. Buaa las chicas que van solas por ahí de noche tienen miedo de que venga el perverso hombretón blanco y les enseñe la polla. Bua y más buaaa. Es muy difícil existir, es un milagro que esa gente no se asfixie simplemente al intentar aspirar oxígeno.

      Nadie quiere reconocerlo, pero todos sabemos que la mayoría de nosotros no estamos dispuestos a aceptar oposición de ninguna clase. Somos blandos. Somos perezosos. Cedemos ante la menor presión. Nos escondemos en cuanto alguien enseña los dientes. Muy pocos de nosotros somos capaces de mantener en serio un diálogo con el mundo, de pelear. Seguramente nuestras aptitudes físicas, cada vez peores, tienen mucho que ver con eso. En el fondo somos como otros animales, pero nuestras condiciones de vida hacen que tengamos músculos fláccidos y huesos quebradizos, somos rígidos y lentos. Y entonces nuestro cerebro nos dice que hagamos lo único que le parece razonable: buscar escondites y gemir suplicando ayuda a quienes no son igual de rígidos, miserables y quebradizos. ¡Ay, en mi casa hay tanto moho que no puedo respirar! Como si las condiciones hubieran sido mejores en las viejas granjas de turba. ¡Ay, me resulta muy difícil contraer compromisos porque mi papá no me mostró suficiente afecto! ¡Buaaa! ¡Todas las noches me duermo llorando porque una vez en el colegio me metieron mano una noche de vídeos y no conseguí decir no! ¡Es que no pude! ¡Me bloqueé!

      Hace 22 h y 33 m. 442 likes. 303 comentarios.

      HANS BLÆR

      Me duermo sole y me despierto sole, escribe elle, se levanta y vuelve a sentarse, completamente despierte, aunque ya ha empezado a anochecer. Dormir sole no es una norma. Elle no vive la vida según las normas. Es una preferencia. La eligió elle. A decir verdad, le da igual si duerme abrazade a alguien o no. Probablemente sea toda una «experiencia» para la persona en cuestión y a elle no le hace ningún daño. Pero está totalmente determinade a despertar sole. Eso es innegociable. Elle no tiene sueños románticos sobre una persona amada que se levanta y prepara café, va a la panadería a por cruasanes recién hechos y a llevarle el desayuno a la cama, o que le despierta haciéndole sexo oral. A elle no le interesa, beber y comer en la cama es pura desidia, y la sexualidad puede ser más emocionante que eso. Cuando ya no puedes entrar en los genitales de otra

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