Cultura política y subalternidad en América Latina. Luis Ervin Prado Arellano
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Ellos insistieron que los traidores ricos no debían controlar la tierra por haber ayudado al enemigo de la libertad y porque su monopolio de ella impedía la igualdad de todos los ciudadanos.
Los liberales populares merecían la tierra simplemente debido a que eran ciudadanos y, sobre todo, ciudadanos soldados, pero también debido a los nuevos significados de la igualdad que ellos mismos habían creado. Los veteranos de la Sociedad Democrática cerraron su solicitud evocando las terribles consecuencias de que se les negara lo que pedían: un retorno a la condición de esclavos, un destino cuya evasión animaba el discurso del liberalismo popular y que destruiría las esperanzas de esta nueva igualdad. Criticaban la obligación de deferencia y la pérdida de libertad, o sea una ciudadanía vacía, que conllevaría la falta de tierra. Ellos escribieron: “la tierra no puede ser ocupada en extensiones excesivas que priven a los demás miembros de la comunidad de los medios de subsistencia o los obliguen a ser esclavos de esos llamados señores feudales, que no admiten en sus supuestas propiedades territoriales sino a aquellos individuos que implícitamente les venden su independencia personal, es decir, su conciencia y su libertad, dejando de ser ciudadanos de un pueblo libre, para ser colonos o tributarios de un individuo particular”.54 Los liberales populares estaban redefiniendo la libertad. En su visión, la libertad sólo era posible con la igualdad social y económica que una redistribución de la tierra proveería (es difícil entender esto porque la importancia de la vida económica es raramente considerada por la historia intelectual de las ideas). Para los liberales populares la igualdad no consistía solamente en una igualdad de derechos jurídicos o políticos, sino que también involucraba una base económica mínima que asegurara su posición como ciudadanos independientes.
Es difícil reconocer que estos liberales populares hubieran sido la vanguardia de una historia de la igualdad. Veamos cómo uno de los más destacados historiadores de la historia global trata el problema de la igualdad y la política en el siglo diecinueve. Thomas Bender plantea que “la cuestión social” no fue parte del discurso político norteamericano, en el nivel nacional, durante el último tercio del siglo.55 En Estados Unidos se le dio el crédito al movimiento obrero por haberle abierto nuevos significados sociales a la igualdad —y que los pioneros fueron los obreros norteamericanos, sólo seguidos por los de América Latina—, significados que sólo explotaron a finales del siglo diecinueve. No obstante, en otros sitios de las Américas ya se habían desarrollado nociones sociales de la igualdad y la política, nociones que fueron centrales para la política nacional bastante antes de que lo fueran en Estados Unidos.
Aquella obra de Bender, que se subtitula America’s Place in World History, o sea “El Lugar de Estados Unidos en la Historia Global”, nos muestra los límites de la historiografía global actual. A las demás naciones de las Américas no les toca mucha parte en esta historia, salvo como víctimas de la codicia norteamericana. Creo que este estilo todavía es la norma en la mayoría de historias globales. Sin embargo, los esfuerzos de estos subalternos colombianos nos demuestran el fracaso de las grandes narrativas de la historia global, en las cuales las sociedades de América Latina sólo son espacios de colonialismo, imperialismo y resistencia (o de fracaso y estancamiento).56 América Latina aún es raramente vista como un lugar de creación intelectual, un sitio donde, al igual que en Europa y Estados Unidos, se desarrollaron en el siglo diecinueve algunas de las prácticas y los pensamientos más importantes del mundo moderno: la ciudadanía, la igualdad, el republicanismo, la democracia y la modernidad.57
Por eso necesitamos continuar el esfuerzo de escribir una nueva historia global, sin eurocentrismo y sin una división muchas veces falsa entre Estados Unidos y los otros estados de las Américas. Este proyecto es antiguo. El libro que más influyó en mí como estudiante fue The Black Jacobins de C. L. R. James, escrito en mil novecientos treinta y ocho. James insistió en que la historia haitiana era historia universal, tan importante como las revoluciones de Francia o Estados Unidos.58 Debemos continuar la obra de historia global de James, no en el sentido de comparar Colombia con Estados Unidos o Europa, sino más bien para conocer todos los sitios de creación de la política y las ideas de nuestro mundo. La gran mayoría de personas que vivía en repúblicas estaba en las Américas —no en Europa o solamente en Estados Unidos— y fueron sus experiencias, sus acciones y sus ideas las que definieron y crearon la república y la democracia en la historia del mundo.
La meta de involucrar la historia de los subalternos americanos en la historia global no es nada fácil. La mayoría de acciones de los subalternos son muy locales, y eso puede dificultar el proyecto de meterlos en una historia global: sin embargo, tampoco la mayoría de los subalternos parisienses salieron alguna vez de París y pese a ello sus historias son consideradas vitales para la historia global.
Tenemos también que luchar contra una doble moral en la historia mundial. Usualmente, como en el trabajo de alguien como David Landes, se puede justificar su ignorancia de la política de las repúblicas hispanoamericanas debido a su corrupción y sus fraudes.59 Por supuesto que había mucha corrupción y fraude. Sin embargo, los niveles de corrupción y fraude en la historia decimonónica de Estados Unidos eran espantosos. Hubo Tammany Hall, la elección de 1876 (entre Tilden y Hayes), y las más o menos abiertas mordidas de los empresarios de los ferrocarriles para controlar el Congreso. Y esto fue sólo la corrupción supuestamente ilegal, pues hubo también las restricciones contra los afro-americanos y las indígenas, aprobadas por la Corte Suprema, las cuales también fueron una forma de fraude.60 Sin embargo, aunque las historias de la democracia global reconocen estos fraudes, nunca dicen que Estados Unidos no jugó un papel importante en la historia de la democracia.
Otro ejemplo es el fracaso de la Revolución francesa. Francia tuvo, primero, un caudillo, Napoleón (sin duda era un caudillo), y después, la restauración de la monarquía en mil ochocientos catorce. Sin embargo, no hay una historia global que diga que la Revolución francesa no fue importante en la historia del republicanismo. Pero hay muchas historias globales, como las de Landes, Ferguson y Huntington, que no consideran las repúblicas de América Latina, o que solamente las describen como fracasos (aunque las repúblicas americanas raramente fracasaron a un nivel semejante al de la república francesa).61 Incluso el nuevo y celebrado libro de Jürgen Osterhammel, The Transformation of the World: A Global History of the Nineteenth Century, presenta una pintura de fracaso y estancamiento de la América Latina decimonónica, aunque usualmente América Latina simplemente no amerita un lugar en su discusión, como sucede en su sección sobre la democracia.62 Tenemos que insistir en que la historia de los subalternos en Colombia —y en todas las Américas— es una historia que importa mucho, no sólo por la historia nacional colombiana, sino también por la historia global. Es una historia que debe ocupar un lugar en los grandes debates internacionales sobre democracia, nación y capitalismo, los cuales usualmente sólo involucran otros países y otras historias.
En conclusión, como ha ocurrido un poco con la historia de la formación de la nación, con los estudios sobre la esclavitud y con la historia de la economía del mundo colonial, debemos insistir en que no sólo usemos ejemplos de la historia de Europa o Estados Unidos para entender un problema histórico o para desarrollar una teoría o un modelo de cambio histórico. Para la historia intelectual, los pensamientos subalternos demuestran, claramente, que el crecimiento y la evolución de ideas como democracia, igualdad y ciudadanía ocurrieron también por fuera de las sociedades del Atlántico norte. En los temas de la historia