Competitividad e innovación. Liliana Chacón Jaramillo

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Competitividad e innovación - Liliana Chacón Jaramillo

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tácito; y orgware, que tiene como marco referencial las condiciones organizacionales e institucionales que influyen en el desarrollo y funcionalidad del proceso de innovación; en este también se incluyen los esquemas regulatorios, los modos de operación con respecto a la propiedad intelectual, el papel e influencia de las comunidades y del público general, entre otros aspectos (Smits, 2002).

      Como se observa, la innovación en agrociencias trasciende el impacto operacional en materia de eficiencia, eficacia y efectividad de la producción en el ámbito de las fincas, con el fin de entender y orientar la innovación (productos, procesos, contextos) hacia cómo hacer mejores cosas desde lo táctico y lo estratégico (Smits y Kuhlman, 2004). Así, se da una jerarquización que permite cambiar de manera estructural la producción tradicional de la agricultura con nuevos imaginarios de formas de producción de alimentos, cuyo objetivo fundamental es mantener un equilibrio entre el recurso natural y la capacidad de resiliencia de los sistemas sociales y socioecológicos presentes en los ámbitos local y regional, dirigidos a la transformación y consolidación del tejido social (Grin et al., 2010).

      En las agrociencias, la gestión del conocimiento se proyecta más allá de la información y, con frecuencia, está constituida por datos de flujos o procesos que se dan a diario en las unidades y cadenas de producción de alimentos, así como en su proceso de integración a los mercados (Hekkert et al., 2007). De esta forma, un ciclo de conocimiento hace referencia al desarrollo de nuevos productos, cuyas expresiones guían el crecimiento futuro de la agricultura a través de la innovación. Este proceso de cadena de oferta para nuevos productos requiere de una estrecha coordinación de la entrada intelectual (diseño) con elementos físicos de entrada (componentes, prototipos, estudios de mercado, canales de distribución y similares). El capital intelectual generado por la academia se reconoce como un elemento vital para cubrir la fase de comercialización de los bienes y servicios que soportan el modelo de producción (Ayers, 2006).

      Los modelos de negocio en la agricultura deben ser incluyentes para brindar nuevas oportunidades de cara a una producción responsable con valores agregados económicos y sociales. Quienes viven en condiciones de pobreza se tienen que incluir en la demanda como clientes y consumidores; además, desde el punto de vista de la oferta, se deben concebir como empleados, productores y propietarios de sus propias cadenas de valor.

      La revolución verde se diseñó para incrementar la oferta global de alimentos, no para mejorar los ingresos de los productores rurales de escasos recursos, de tal forma que el impacto de este paradigma no fue erradicar la pobreza o el hambre. Sobre esto, Borlaugh (2000) señala que una solución de largo plazo para abordar la pobreza se centra en revolucionar la agricultura, en especial entre productores de subsistencia en los países en desarrollo. Este planteamiento no solo se orienta a incrementar la oferta de alimentos, sino también a crear trabajos y nuevos ingresos por la venta de la producción excedente.

      Ante lo expuesto, Polak (2005) muestra que las herramientas modernas de producción en agricultura son demasiado costosas para usarlas en pequeñas áreas y que la competencia por productos tradicionales no es posible, debido a la alta eficiencia y los subsidios que acompañan esta producción a escala. Sin embargo, los pequeños productores de escasos recursos pueden encaminar la producción de cultivos no tradicionales con un alto valor agregado teniendo como ventaja comparativa, frente a los cultivos de escala, los bajos costos de mano de obra.

      Se pueden construir, entonces, puentes entre el negocio y la pobreza con un beneficio mutuo para las partes involucradas. Los beneficios van más allá de la rentabilidad, de los altos ingresos, y se desarrollan con la inclusión de innovaciones, la construcción de mercados y el fortalecimiento de las cadenas de oferta. Los resultados incluyen altas productividades, desarrollos sostenibles y un elevado empoderamiento de los pequeños y medianos productores del mercado (PNUD, 2008).

      En la actualidad, la innovación social es la fuerza orientadora de los cambios y del hallazgo de terrenos comunes para la creación de valor compartido, en específico cuando se dirige a mercados de bajos ingresos. Esta innovación combina tres elementos: el concepto de creación de valor compartido, la teoría de la fortuna en la base de la pirámide y el enfoque de emprendimiento social corporativo (Kanter, 1999); a través de estos, los mercados de bajos ingresos contribuyen a los retos globales de seguridad alimentaria y, en simultáneo, generan una mayor rentabilidad para los pequeños y medianos productores. En este sentido, la innovación social se puede llevar a cabo mediante tres niveles: el desarrollo de modelos alternativos de negocio, la creación de productos y el diseño y formulación de estrategias de comunicación social.

      Desde la transdisciplina, el modelo de agrociencias está representado por la producción orgánica, que involucra otras ciencias diferentes a las asociadas con la agricultura, como la ecología, la naturaleza, la salud humana, la filosofía, la ética y la religión. Esta producción implica la participación de muchos actores sociales y elementos organizacionales que promueven el valor intrínseco de la naturaleza y la configuración de nichos de mercado. Así, se concibe como una forma más sostenible de producción de alimentos (Lockeretz, 2011).

      Otro ejemplo es la llamada agricultura de cuidado, la cual abarca una amplia variedad de operaciones y actividades que soportan procesos de bienestar humano y animal, y que se dan en un contexto extenso de la agricultura (Dessein, 2008). En este modelo, las actividades realizadas en las fincas relacionadas con cultivos y animales, el ambiente de las fincas y los elementos asociados con el paisaje natural se orientan a la promoción de la salud individual, así como al bienestar de los humanos, mediante la prestación de servicios fundamentalmente a jóvenes (recreación, educación) y personas mayores (salud, bienestar) (Dessein et al., 2013).

      Un tercer ejemplo es la caracterización de nichos de desarrollo tecnológico e innovación, los cuales emulan el Silicon Valley, nombre que es sinónimo del éxito económico y del conocimiento como una fuerza que guía la ingeniería, la innovación, el emprendimiento y la cooperación entre el sector académico y la comunidad. Holanda desarrolla este tipo de modelos con el diseño del Valle de los Alimentos, establecido por Wageningen Foundation City of Life Sciences en 1997 (Crombach et al., 2008).

      Conclusiones

      El modelo de agrociencias tiene un carácter multidimensional con una visión integral de aspectos económicos, ambientales y sociales de la agricultura, así como una orientación estructural y funcional hacia valores agregados relacionados con la nutrición y seguridad alimentaria de Colombia, y con el potencial de conformación de una estructura de servicios a la producción primaria y la agroindustria en contextos específicos de producción locales y regionales.

      El enfoque transdisciplinario de este modelo se expresa a través de diferentes escalas con elementos de innovación social y productiva en el ámbito del ordenamiento territorial en agroecosistemas, con un análisis de sus propiedades en materia de productividad, estabilidad, resiliencia y equidad. El modelo académico aborda la innovación social desde la perspectiva del valor agregado compartido y de las necesidades de investigación y transferencia de tecnología para mercados de bajos ingresos.

      Referencias

      Arrow, K. (1988). Workshop on the Economy as an Evolving Complex System: Commentary. En P. Anderson, K. Arrow y D. Pines (eds.). The Economy as an Evolving Complex System. Addison Wesley.

      Ayers, J. (2006). Handbook of Supply Chain Management. St. Lucie Press/APICS.

      Beddington, J. (2010). Food Security: Contributions from Science to a New and Greener Revolution. Philosophical Transactions of the Royal Society B: Biological Sciences, 365, 61-71.

      Bergmann, M., Brohmann, B., Hofmann, E., Loibl, M., Rehaag, R., Schramm, E. y Voss, J-P. (2005). Quality Criteria of Transdisciplinary Research: A Guide for the Formative Evaluation of Research Projects. ISOE-Studientexte, (13). Frankfurt am Main.

      Borlaugh,

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