Pasión fugaz. Sally Wentworth

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Pasión fugaz - Sally Wentworth Bianca

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se volvió en ese momento con los vasos en la mano y vio a Elaine mirándolo. Su ceja izquierda se elevó ligeramente. Avergonzada, ella se ruborizó un poco, y enseguida se enfadó consigo misma por ello.

      –Los jardines del palacio son preciosos –dijo, cuando Calum salió a reunirse con ella.

      –Son el orgullo y la alegría de mi abuelo.

      –¿Pero no el tuyo?

      Calum se encogió de hombros.

      –Me intereso por ellos, por supuesto, y me gusta que tengan buen aspecto, pero me temo que apenas sé nada sobre el tema. ¿Y tú?

      –Durante una época me gustó mucho ocuparme del jardín de casa –contestó Elaine, alegrándose de tener una excusa para volver la vista hacia el jardín–, pero luego me trasladé a un piso y tuve que conformarme con tener algunas plantas. De todas formas, no puedo ocuparme demasiado de ellas, porque suelo pasar mucho tiempo fuera.

      –¿Viajas mucho a causa de tu trabajo?

      –Sí, pero sobre todo en Inglaterra. Sólo hace unos meses que hemos empezado a trabajar también en Europa.

      La pregunta de Calum había sido amable e intrascendente, y la respuesta de Elaine había seguido la misma línea, haciendo que el embarazoso momento anterior quedara rápidamente olvidado. Pero la siguiente pregunta de Calum la tomó desprevenida.

      –Tengo entendido que eres viuda.

      La expresión de Elaine se endureció.

      –Sí –su respuesta fue breve y tajante, no porque aún estuviera especialmente sensibilizada respecto al tema, sino porque ya sabía por experiencia a dónde conducía normalmente aquella pregunta. Se reprendió interiormente por haberse quedado mirando a Calum como una tonta, por haberle dejado creer que tal vez se sentía atraída por él.

      Esperó la inevitable proposición que solía seguir a aquella pregunta, dispuesta a decirle de modo tajante que se olvidara de ella, aunque eso le costara el trabajo. Pero Calum dijo:

      –¿Y has sacado adelante tu negocio sola?

      –Sí.

      –Pues lo has hecho muy bien. Imagino que no debe haber sido una época fácil.

      Confundida, preguntándose si se habría equivocado, pero aún cautelosa, Elaine dijo:

      –Sí. Lo peor fue al principio.

      Calum la miró con gesto expectante, como esperando que se extendiera más sobre el tema, pero en ese momento salieron a la terraza Francesca y Tiffany Dean. Un brillo de evidente interés iluminó momentáneamente la mirada de Calum, que se acercó de inmediato hacia ellas.

      –¿Tienes más instrucciones para Elaine referentes a la fiesta en la quinta, Francesca? –preguntó.

      Francesca asintió, aunque de evidente mala gana, y cuando fue con Elaine al cuarto de estar, permaneció junto a la puerta para poder mirar a Calum, que se había sentado junto a Tiffany en la terraza. Parecía distraída, y su comportamiento confundió a Elaine hasta que comprendió a qué se debía la actitud de su amiga. ¿Sentía celos Francesca del interés que estaba mostrando Calum por Tiffany? Francesca le había hablado a menudo de su primo, pero a Elaine nunca se le había ocurrido pensar que sintiera por él algo más que afecto. Al ver que Francesca estaba a punto de salir con ánimo de confrontar a la pareja, dijo rápidamente :

      –¿Sabes cuántos cantantes y bailarines de fado habrá en la fiesta?

      De evidente mala gana, Francesca miró una lista que sostenía en la mano.

      –Más o menos veinte –contestó, y luego añadió–: Pero también hay que contar con los toreros y sus asistentes.

      Elaine la miró con gesto de incredulidad. No sabía que la fiesta iba a incluir esa clase de diversión.

      –¿Toreros?

      Francesca la miró y sonrió.

      –Oh, no te preocupes. Aquí, en Portugal, no se mata a los toros. De hecho, está prohibido.

      –¿Y los pobres caballos?

      –Van a torear a pie. Es casi como un ballet –explicó Francesca, pacientemente–. Deberías verlo. Te gustará.

      Decidiendo mentalmente que lo haría, Elaine tomó nota en su cuaderno. Iba a hacer otra pregunta, pero Francesca había vuelto de nuevo su atención hacia la terraza, donde Calum estaba riendo por algo que había dicho Tiffany. El rostro de Francesca volvió a mostrar un evidente enfado, pero justo en ese momento, su primo Chris entró en el salón y ella le dio una silenciosa, pero expresiva orden con la mirada para que saliera a interrumpir a los otros dos.

      Chris frunció el ceño, pero obedeció, y fue interesante comprobar cómo se enfadó Tiffany, aunque lo ocultó rápidamente y Calum no se dio cuenta. Al parecer, pensó Elaine, había dos mujeres interesadas en el heredero del imperio Brodey. Aunque, para ella, ninguna era adecuada. Los Brodey eran una familia tan unida que un matrimonio entre primos sería casi como un incesto. En cuanto a Tiffany… lo cierto era que no parecía apropiada para el papel.

      Se dio cuenta de que Francesca la estaba mirando.

      –Oh, lo siento.

      Pasaron diez minutos más hablando de los detalles de la fiesta y luego Francesca salió a reunirse con los demás.

      Elaine volvió al despacho de Calum y escribió una lista detallada de todo lo que haría falta para la fiesta de los trabajadores. Haría falta más vajilla, especialmente vasos para los barriles de vino que se abrirían. Iba a ser necesario llamar a la empresa local que los surtía, y no había ningún empleado en ella que hablara inglés. Volviendo a tomar la lista, Elaine regresó al salón para pedirle a Francesca que llamara por ella.

      Chris y Tiffany se habían ido, dejando a los otros dos primos solos. Estaban sentados en el pequeño muro que rodeaba la terraza y Calum pasaba un brazo por encima de los hombros de Francesca. Mientras se acercaba, Elaine vio que Francesca dedicaba a su primo una sugerente mirada. Calum la atrajo hacia sí y la besó. No lo hizo en la boca, sino en la frente, pero los ojos de Francesca expresaron la evidente atracción que sentía por él.

      Calum le dijo algo, luego alzó la mirada y vio a Elaine. De inmediato, soltó a Francesca y se levantó.

      –Elaine ha vuelto a buscarte –dijo.

      ¿Había un tono de advertencia en su voz? Elaine no estaba segura.

      Después de que Francesca hiciera la llamada, Elaine volvió a la cocina, preguntándose si los primos tendrían una aventura. ¿Sería ese el motivo por el que Calum no se había casado? ¿Porque estaba enamorado de Francesca? Pero ambos eran libres, de manera que, ¿qué los detenía? A menos que su abuelo se lo hubiera prohibido expresamente por su cercana relación familiar… ¿Pero qué importaría eso a dos personas tan autosuficientes y seguras de sí mismas? Si querían a su abuelo, tal vez les importara, supuso Elaine. O si temían quedarse fuera del testamento…

      Tras asegurarse de que todos los preparativos para la cena estaban listos, fue al comedor a poner las tarjetas con

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