Historia trágico-marítima. Bernardo Gomes de Brito
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Y es en este punto que llego a uno de los aspectos que más profundamente me tocan en la Historia trágico-marítima: precisamente la familiaridad de la muerte. En Os Lusíadas, epopeya oficializada de una nación arrojada a la aventura del mar desconocido, la muerte es escenográfica, se adorna con un fondo de dioses complacientes y risueños, violentos solo por necesidades de clímax. Todo ocurre como si allí la patria ya estuviera presente, bendiciendo a los héroes y mártires, dibujándoles con manierismo los gestos, levantándoles estatuas para la reverencia de la posteridad. En la Historia trágico-marítima se muere en todas las páginas, todos los días, como se muere en la Ilíada. Y tal como en el poema de Homero (que me sea perdonada la herejía de aproximar al Griego a los rústicos escritores del siglo xvi portugués…), la muerte tiene una naturalidad que se sobrepone al terror de la nada, a los sufrimientos que anteceden: “… al cual la base del mástil le prensó la pierna entre sí y el costado de la nao y se la quebró por el pliegue del muslo, haciéndolo de ahí para abajo en tantos pedazos que quedó a lo largo de una gran braza, con los huesos todos limpios al lado, y tan hechos pedazos que por muchos lugares se les iban cayendo los tuétanos…”
Las despedidas del autor del relato del naufragio de la nao S. Bento y su hermano, al aproximarse la muerte de este, son muestra de compostura, señal de ejemplo, de la fraternidad del hombre con su propio fin. Oigamos la voz comedida de Manuel de Mesquita Perestrelo:
Quedando así, solos, mi hermano y yo, después de que él descansó, le rogué que se levantara y, mientras era de día y Nuestro Señor le daba vida, se esforzara por andar adelante lo más que pudiera, porque le agradaría a él depararnos alguna población donde halláramos remedio, y cuando no, mejor sería acabar en poder de hombres que de animales, que en aquella tierra debían de ser muchos, según el infinito y diverso género de huellas con que toda estaba cubierta. Con esta amonestación sintió tanta afrenta que por un amplio espacio no me quiso responder, pero después, al ver que yo no cesaba de importunarlo, rompiendo aquel silencio, dijo que me rogaba que no me quedara allí y lo dejara por respeto de mi vida y de su muerte, y pues si yo no lo quisiera hacer, que supiera que aquel que allí estaba no era ya mi hermano –ni yo por tal lo nombrara– sino un cuerpo muerto y un poco de tierra, como vería muy pronto; y pues así había de ser, me pedía, ese poco espacio de vida que le quedaba, no gastarlo en buscar remedios para ella, porque ya no había menester de ellos…
No tarda que un hombre se extinga, piedra inmóvil en una hilera que viene de atrás y se prolonga hacia adelante, simultáneamente imagen de muerte e imagen de vida consumida y de inmediato salvada por los que quedan aún por un tiempo más, mientras no se alejen, por su parte, y son sustituidos. La Historia trágico-marítima, en esta deliberada lectura inmediata, la lectura que hago de la carne, de la sangre y del sudor de los hombres, es un angustiante y sin par flujo de humanidad última. Metido en el sayal de su hábito, rodeado de los libros que censuraba y a los que daba el visto bueno, el fraile del Santo Oficio no sabía bien lo que hacía, o hacía mucho más de lo que pensaba al escribir: “Visto estar conforme al original, se puede imprimir”.
Para mí, a cuentas con otros naufragios y ansias, también aquí dejo escrito: “Conforme al original, se debe imprimir”.
1971
Presentación de la edición en español
Alma Delia Miranda Aguilar
Os Lusíadas, el famoso poema épico de Luís de Camões, constituye en Portugal la cúspide literaria que canta en tono elevado y apologético la llegada a la India de los marineros lusitanos al mando del ilustre Vasco da Gama. No obstante, los viajes de ultramar, tanto entre Portugal y Brasil como los de la llamada carreira da Índia, la ruta entre Lisboa y Goa o Cochín, merecieron numerosos textos en diversos géneros, variados tonos y distintas perspectivas. Entre ellos, hay un corpus de relaciones de viajes, la mayoría de ellos desastrados debido a, entre otras causas, naufragios, poca resistencia de las naos frente a terribles tormentas, descompostura de timones, exceso de peso, piratas o malas decisiones de los marineros, especialmente de los pilotos. Estas relaciones se publicaron de forma individual a partir de la segunda mitad del siglo xvi. Para que el lector de lengua española tenga un punto de referencia, estas relaciones portuguesas están emparentadas genéricamente con los Naufragios de Alvar Núñez Cabeza de Vaca, lo cual es evidente al recordar que el título original en la edición de 1542 fue: La relación que dio Alvar nuñez cabeça de vaca de lo acaescido en las Indias en la armada donde yva por governador Pamphilo de narbaez desde el año de veinte y siete hasta el año de treinta y seis que volvió a Sevilla con tres de su compañía. El título sintético de Naufragios aparece solo en 1749, cuando edita el texto Andrés González Barcia.
En Portugal, algunas de estas relaciones tuvieron gran éxito editorial y fuerte impacto cultural, como la del naufragio de don Manuel de Sousa Sepúlveda en 1552, en las costas de África, hecho lastimoso que se lloró en sentidos poemas en portugués y en español e, incluso, llegó a los teatros del Siglo de Oro con la pluma de Tirso de Molina, en una obrita llamada Escarmientos para el cuerdo. Como en el caso del texto de Cabeza de Vaca, el valor de estas relaciones es múltiple: histórico, antropológico, pero innegablemente también literario, porque en ellas confluyen numerosas tradiciones de la prosa de los siglos precedentes y coetáneos a su redacción: la literatura ejemplar, las aventuras caballerescas, las vidas de santos, la crónica, el sermón, el tratado o la epístola. Cada autor hacía uso de los recursos textuales que su formación le proporcionaba, por eso el corpus no es homogéneo: el narrador del naufragio del galeón S. João procede de una matriz popular innegable, mientras que Gaspar Afonso hace gala de una erudición jesuita, por ejemplo.
En el siglo xviii, Bernardo Gomes de Brito compiló 12 relaciones en dos volúmenes y a la colección le dio el título de História trágico-marítima. El primer volumen apareció en 1735 y, al año siguiente, el segundo. A partir de entonces, el trabajo de Brito ha conllevado algunos problemas, de los cuales menciono dos. En primer lugar, la asociación con la historia en detrimento de la raíz literaria de los textos implicó que los primeros estudios modernos los llevaran a cabo historiadores e interesados en la historia de los descubrimientos y la expansión portugueses, notablemente el pionero C. R. Boxer, quien inició una labor filológica fundamental que no se ha completado, aunque los estudios literarios sobre estas relaciones se incrementaron a partir del último cuarto del siglo xx. En segundo lugar, ha pesado durante mucho tiempo el adjetivo trágico en las aproximaciones críticas, que aún son pocas y que no abarcan la totalidad de los textos. En este sentido, no está de más insistir en que el corpus es de relaciones de viajes de ultramar y cada texto en sí mismo vale la pena leerse, analizarse e interpretarse; quizá más de uno nos dé una sorpresa al no resultar tan trágico; pienso en algunas de las relaciones del segundo tomo.
Dado que las intenciones de Bernardo Gomes de Brito eran históricas, la compilación carece de rigor filológico, pues armó la colección con base en ediciones –y quizá manuscritos– que tenía a la mano, pero no indicó cuáles habían sido sus fuentes exactas. Además, es probable que salpimentara con un poco de su imaginación algunos textos de los dos volúmenes, como lo han constatado Boxer, Giulia Lanciani y António Manuel de Andrade Moniz, quienes han tenido la oportunidad de cotejar ediciones o manuscritos que han ido apareciendo en diversos acervos. De cualquier manera, las cuatro relaciones que el lector tiene en sus manos ilustran ángulos distintos de las navegaciones portuguesas que complementan, sin defraudar al lector, la visión épica de Luís de Camões.
Las narraciones que se incluyen en esta traducción son:
1. Relación de la muy notable pérdida del galeón grande S. João en que se cuentan los grandes trabajos y lastimosas cosas que le ocurrieron al capitán Manuel de Sousa Sepúlveda y el lamentable fin que