Historia trágico-marítima. Bernardo Gomes de Brito
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Dicc. Pando. José Luis de Pando y Villarroya, Diccionario marítimo. Madrid, Dossat, 1956.
DLE Diccionario de la Lengua Española. Real Academia Española.
Enc. Port. Bras. Grande Enciclopédia Portuguesa e Brasileira. Lisboa: Enciclopédia, 1936-1987.
N. de S. Nota de la edición de António Sérgio.
S. U. Salvat Universal. Salvat, Barcelona, 2000.
Relación de la muy notable pérdida del galeón grande S. João en que se cuentan los grandes trabajos y lastimosas cosas que le ocurrieron al capitán Manuel de Sousa Sepúlveda y el lamentable fin que él y su mujer e hijos, y toda la demás gente, tuvieron en tierra de Natal, donde se perdieron el 24 de junio de 1552
Prólogo
Cosa es esta que se cuenta en este naufragio para que los hombres mucho teman los castigos del Señor y sean buenos cristianos, poniendo el temor a Dios delante de los ojos, para no romper sus mandamientos. Porque Manuel de Sousa era aún hidalgo muy noble, y buen caballero, y en la India gastó en su tiempo más de cincuenta mil cruzados en dar de comer a mucha gente, en buenas obras que hizo a muchos hombres; al final, fue a acabar su vida y la de su mujer e hijos en tanta lástima y necesidad entre los cafres,5 faltándole el comer, beber y vestir. Y pasó tantos trabajos antes de su muerte, que no pueden ser creídos sino por quien le ayudó a pasarlos, entre los cuales fue un tal Álvaro Fernández, guardián del galeón, quien me contó esto muy particularmente, a quien por casualidad encontré aquí en Mozambique el año de 1554.
Y por parecerme que la historia daría aviso y buen ejemplo a todos, escribí los trabajos y la muerte de este hidalgo y de toda su compañía, para que los hombres que andan por el mar se encomienden continuamente a Dios y a Nuestra Señora, que ruega por todos. Amén.
Partió en este galeón Manuel de Sousa, a quien Dios perdone, para hacer este desventurado viaje de Cochín,6 el tres de febrero del año de cincuenta y dos. Y partió tan tarde por ir a cargar a Kollam7 y allá haber poca pimienta, donde cargó obra de cuatro mil quinientos quintales,8 y vino a Cochín a terminar de cargar la cantidad de siete mil quinientos en total, con mucho trabajo a causa de la guerra que había en Malabar.9 Y con esta carga partió para el reino, pudiendo haber llevado doce mil. Aunque la nao llevaba poca pimienta, no por ello dejó de ir muy cargada de otras mercancías, con lo que se debía de tener mucho cuidado por el gran riesgo que corren las naos muy cargadas.
El trece de abril vino Manuel de Sousa a avistar la costa del cabo, en treinta y dos grados, y vinieron tan adentro porque hacía muchos días que habían partido de la India y tardaron mucho en ver el cabo, a causa de las malas velas que traían, que fue una de las causas y la principal de su perdición; porque el piloto André Vaz hacía su camino para ir a la tierra del Cabo de las Agujas,10 y el capitán Manuel de Sousa le rogó que fuera a ver tierra más cerca. El piloto, por cumplirle la voluntad, lo hizo, razón por la cual fueron a ver la tierra de Natal. Avistándola, se le hizo el viento bonanza y fue rápido hacia la costa hasta ver el Cabo de las Agujas, con plomada en la mano y sondeando; y eran los vientos tales que, si un día venteaba levante,11 otro se levantaba poniente. Y ya el 11 de marzo eran noreste-sudoeste con el Cabo de Buena Esperanza, veinticinco leguas al mar; allí le dio el viento oeste y oeste-noroeste, con muchos relámpagos. Al estar cerca de la noche, el capitán llamó al maestre y al piloto y les preguntó qué debían hacer con aquel tiempo, pues le llegaba por la proa; y todos respondieron que era buen parecer arribar.12
Las razones que daban para arribar eran que la nao era muy grande, muy larga e iba muy cargada de cajas y de otras riquezas, y ya no había más velas sino las que traían en las vergas, que los otros repuestos se los había llevado un temporal que les había dado en la Línea, y estas estaban rotas, que no se fiaban de ellas; y que si se paraban y el temporal crecía y les fuera necesario arribar, les podría el viento llevar las otras velas que tenían, que era pérdida para su viaje y salvación, que no había en la nao otras y tales eran aquellas que traían, que tanto tiempo ponían en remendarlas como en navegar. Y una de las cosas por las que no habían doblado el Cabo a estas alturas fue el tiempo que gastaban en amainarlas para coserlas; y, por lo tanto, el buen parecer era arribar con los papahígos13 grandes ambos bajos, porque dándole solamente la vela de proa, era tan vieja, que era muy cierto que el viento se la llevaría de la verga por el gran peso de la nao, y ambos juntos uno ayudaría al otro. Y viniendo así, arribando, que estarían a ciento y treinta leguas del Cabo, les cambió el viento a noreste y este-noreste, tan furioso que los hizo otra vez correr al sur y al sudoeste; y con el mar que venía del poniente y lo que el levante hizo, metió tanto mar que cada balanceo que el galeón daba parecía que lo metía al fondo. Y así corrieron tres días, y al cabo de ellos se les volvió el viento a calmar, y quedó el mar muy grande, y trabajó tanto la nao que perdió tres machos del timón,14 en lo que está toda la perdición o la salvación de una nao. Y esto no lo sabía nadie, solamente el carpintero de la nao, que fue a ver el timón y echó en falta dos hierros, y entonces se fue con el maestre y se lo dijo en secreto; era un tal Cristóvão Fernandes da Cunha, el Corto. Y él respondió, como buen oficial y buen hombre, que tal cosa no se le dijera al capitán, ni a ninguna otra persona, para no causar terror y miedo en la gente; y así lo hizo.
Andando así con este trabajo, les volvió a saltar otra vez el viento este-sudoeste y temporal desatado, y ya entonces parecía que Dios tenía por bien el fin que después tuvieron. Y yendo con la misma vela, arribando otra vez lanzándole el timón a la banda, no quiso la nao ceder, y toda se puso a barlovento; el viento, que era bravo, le arrancó el papahígo de la verga grande. Cuando se vieron sin vela, y vieron que no había otra, acudieron con diligencia a tomar la vela de la proa, y antes quisieron aventurarse a quedarse de mar al través15 que quedarse sin ninguna vela. El trinquete de la proa todavía no se terminaba de tomar cuando la nao se atravesó, y al atravesarse le dieron tres mares tan grandes que de los balanceos que dio la nao se le reventaron los aparejos y los refuerzos de la banda de babor,16 y no le quedaron más que las tres delanteras.
Y viéndose con los aparejos quebrados y sin ninguna jarcia17 en el mástil de aquella banda, se valieron de unos cabos para hacer brandales.18 Y estando con esta obra entre manos, andaba el mar muy corpulento y les pareció que ya era inútil y que era mejor parecer cortar el mástil, por lo mucho que la nao trabajaba; el mar y el viento eran tan grandes que nos los dejaban hacer ninguna obra ni había hombre que se pudiera mantener en pie.
Cuando estaban con los serruchos en las manos comenzando ya a cortar, que ven súbitamente reventar el mástil grande por encima de las poleas de las coronas, como si lo cortaran de golpe, y por la banda de estribor lo lanzó el viento al mar con la gavia19 y la jarcia, como si fuera algo muy leve; y entonces le cortaron los aparejos y la jarcia de la otra banda, y todo junto se fue al mar.
Al verse sin mástil ni verga, hicieron en la base del mástil grande que les quedó un mastelero, con un pedazo de antena20 bien clavada y con las mejores ataduras que pudieron, y en él guarnecieron una verga para la vela de la guía; y de la otra antena hicieron una verga para el papahígo, y con algunos pedazos de velas viejas volvieron a guarnecer esta verga grande; y otro tanto hicieron para el mástil de proa; y quedó esto tan remendado y débil que bastaba cualquier viento para volvérselo a llevar.
Y cuando tuvieron todo guarnecido, dieron a las velas con el viento sur-sureste. Y como el timón venía ya con tres hierros menos, que eran los principales, no quiso la nao gobernar sino con mucho trabajo, y ya entonces las escotas21 le servían de timón. Y yendo así, fue el viento creciendo y la nao se puso más de barlovento, y se puso toda a la cuerda, sin querer ir con el timón ni con las escotas. Y esta vez el viento le volvió a