E-Pack HQN Sherryl Woods 1. Sherryl Woods

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E-Pack HQN Sherryl Woods 1 - Sherryl Woods Pack

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en el futuro. ¿Quién sabe lo que pasará?

      Con suerte, no pasaré sola el resto de mi vida.

      –Por supuesto que no –dijo su padre inmediatamente–. Aunque este lugar no será lo suficientemente grande para una familia.

      –Will sugirió…

      –Para ser un hombre que no significa nada para ti, te tomas muy en serio sus ideas.

      –Me pareció una buena idea –dijo a la defensiva–. No importa de quién sea. Pensó que podría construir otra casa en este terreno en el futuro y estoy pensando que podría estar bien esa zona de árboles en lo alto de la colina.

      –¿Y tuvo Will otras ideas que yo debería saber?

      –Ninguna. ¿Cuándo puedes darme el presupuesto para que lo estudie con Abby?

      –Puedo tener algo para este fin de semana y los tres lo hablaremos el domingo después de comer. ¿Te parece bien?

      Jess lo abrazó.

      –Gracias, papá.

      Él le devolvió el abrazo y la besó en la cabeza.

      –Y supongo que, ya que estoy, puedo pensar en algo para esa otra casa.

      –No tienes por qué hacerlo. Pasarán años antes de que vaya a necesitarla.

      –Nunca se sabe –insistió–. Nunca está mal ser previsor.

      –Pero no hace falta serlo tanto.

      –A veces el futuro está más cerca de lo que crees, si tienes la mente abierta. Y tampoco pasará nada porque Will vea mis esbozos. Parece que tiene unas ideas excelentes, así que me aseguraré de que lo invitamos a comer también a él.

      Jess se quedó absolutamente quieta mientras su padre salía del ático. Que Dios la ayudara porque había puesto en acción las tendencias de casamentera de su padre. Sin duda, la comida del domingo sería muy tensa para ella.

      Capítulo 8

      Jess abrió su correo el jueves por la mañana y encontró uno de un cliente de Almuerzo junto a la bahía, que estaba interesado en pedirle una cita para el viernes por la noche. Pero en lugar de causarle cierta curiosidad o emoción, la invitación hizo que la recorriera un escalofrío. Miró las palabras escritas en la pantalla y las vio como una prueba de que Will estaba siguiendo adelante. ¿Por qué, si no, de pronto le había buscado una cita con otra persona? Al parecer, había perdido la paciencia con sus vacilaciones y su negativa de reconocer que aquel improvisado picnic era una cita.

      Estaba tan furiosa que apenas se fijó en nada de su posible futura cita. Por el contrario, escribió una respuesta indicando que lo sentía mucho, pero que no quería ninguna cita aunque, por supuesto, no era nada personal. Se estremeció al imaginar que fuera ella la que recibiera una contestación así y modificó las palabras para expresar que lo lamentaba verdaderamente aunque tampoco quería darle a entender que podía volver a sugerírselo en otra ocasión.

      Claro que, en cuanto pulsó el botón de enviar, la invadieron las dudas. Debería haber aceptado, aunque solo hubiera sido por demostrarle a Will que no significaba nada para ella, que aún estaba abierta a la posibilidad de salir con otros hombres. Y así era, se dijo. Pero no saldría con un hombre que hubiera sido elegido por Will y su estúpido juego de ordenador.

      Suspiró ante su lógica; incluso ella reconocía que no estaba teniendo mucho sentido. Si Laila o incluso Connie, que sabían lo que era tener sentimientos confundidos hacia alguien, se enteraran de lo que había hecho, se enfadarían con ella por haber rechazado a alguien sin haber esperado a tener ni una cita.

      –Oh, bueno, ya está hecho –se dijo cerrando el ordenador y dirigiéndose a la cocina para hablar con Gail sobre los menús.

      Para su sorpresa, encontró a Ronnie con un delantal y siguiendo las direcciones de Gail para preparar un chutney de mango y papaya como acompañamiento para el pescado asado de esa noche. Alzó la mirada cuando Jess entró.

      –He desviado aquí las llamadas de recepción –se apresuró a decirle–. Y he hecho tres reservas. Juro que no estoy escaqueándome de mi trabajo.

      –Es verdad –confirmó Gail–. Y me ha ayudado mucho aquí dentro –miró a Jess como suplicándole que le diera una oportunidad a Ronnie–. La verdad es que he estado intentando convencerlo de que haga algún curso en una escuela culinaria.

      Jess miró a Ronnie sorprendida.

      –¿En serio? ¿Estás interesado?

      Él asintió con expresión tímida.

      –Siempre me ha gustado cocinar, pero mi padre se ponía de los nervios cada vez que lo mencionaba. Creo que me gustaría probar. Además, no puede decirme nada si me lo pago yo, ¿verdad?

      Jess se quedó tan impresionada con su entusiasmo que dijo:

      –Deberías estudiar la posibilidad, Ronnie –ella, más que nadie, sabía lo importante que era descubrir una pasión por algo. Tal vez la cocina supondría para él lo mismo que había supuesto el hotel para ella, así que ¿cómo podría no animarlo a hacerlo? –y así, impulsivamente, añadió–: Averigua cuánto cuesta el curso. No te prometo nada, pero si eres tan bueno como Gail cree que eres, puede que encuentre el modo de que el hotel te costee parte de los cursos.

      Gail se mostró tan asombrada por la oferta como Ronnie.

      –¿Abby?

      –Abby lo entenderá. Además, no podremos cubrir todos los gastos, Ronnie, ¿de acuerdo?

      –Lo que sea será una ayuda –respondió él emocionado.

      Jess pensó cómo convencer a Abby para sacar algo de dinero del presupuesto y solo se le ocurrió una cosa.

      –Si puedo organizarlo, tienes que prometerme que trabajarás aquí durante un año o así como ayudante de Gail una vez te hayas graduado.

      Por primera vez desde que había ido a trabajar al hotel, Ronnie demostró verdadero entusiasmo.

      –¡Genial! Sé que no he sido el mejor empleado hasta ahora, pero prometo que eso ha cambiado. Sea lo que sea lo que necesites por aquí, cuenta conmigo.

      Jess sonrió.

      –Tendré que ver cómo encajarlo en el presupuesto –volvió a advertirle–. Tráeme información de los cursos cuando la tengas.

      –De acuerdo –prometió–. Y gracias, Jess. Quiero decir, señora O’Brien. Es usted increíble. Será mejor que salga e introduzca en el sistema informático estas tres reservas que he anotado antes de que el papel se llene de comida.

      Prácticamente salió dando saltos de la cocina. Jess lo miró y sacudió la cabeza.

      –¿Quién iba a decirlo? Pensé que jamás encontraría su lugar en el mundo. Has hecho un milagro.

      Gail sonrió.

      –No

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