E-Pack HQN Sherryl Woods 1. Sherryl Woods
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–Debe de ser agradable saber que has descubierto el talento oculto de alguien –dijo deseando haber sido ella la que hubiera visto más allá de las meteduras de pata de Ronnie.
–No puedes descubrir lo que alguien no quiere dejarte ver. Ronnie tenía demasiado miedo a perder este trabajo, que era como su última oportunidad, si te decía lo que de verdad quería hacer. Si no hubieras insistido en que me ayudara aquel día, tal vez seguiría ahí fuera haciéndose líos a la hora de anotar reservas. O peor aún, lo habrías despedido.
Gail levantó la mirada de la masa de pan que estaba preparando y miró a Jess fijamente.
–¿Qué te pasa? Pareces deprimida.
–No estoy deprimida, estoy enfadada.
–Con Will, supongo. ¿Qué ha hecho ahora?
–Me ha buscado una cita o, mejor dicho, Almuerzo junto a la bahía me ha encontrado una cita. Es lo mismo básicamente.
–¿Pero no te estabas quejando antes porque no te había encontrado ninguna cita?
Jess asintió.
–En lo que respecta a Will soy totalmente contradictoria. No me extraña que se haya hartado de mí.
–¿Qué te hace pensar que se ha hartado de ti? –preguntó Gail e, inmediatamente, dijo–: Oh, claro, la cita.
–No perdamos tiempo con esto. ¿Estás lista para que preparemos los menús de la semana?
Gail parecía querer discutir el tema, pero finalmente se limitó a sacar unas hojas plastificadas de un cajón. Había llegado a desarrollar la clase de habilidad organizativa que Jess tanto envidiaba. Sus recetas más preciadas estaban impresas y plastificadas para poder combinarlas y crear distintos menús. A veces las modificaba un poco con nuevos experimentos y las que eran más populares entre sus huéspedes se imprimían y plastificaban para añadirlas al resto.
–Allá vamos, a ver qué te parece. He estado trabajando en algunas ideas para la boda de los Parker a finales de este mes.
Jess pasó la siguiente hora revisando los menús de Gail y los respectivos costes y después se recostó en su asiento con un suspiro.
–No sé por qué no te doy rienda suelta con todo esto. Nunca te has pasado en el presupuesto y tienes mucho mejor control de los gastos que yo.
Gail sonrió.
–Sé que odias los números y también sé que Abby confía en mí, pero a pesar de todo, me siento mucho más cómoda sabiendo que lo has revisado y supervisado todo –les sirvió una taza de té y miró a Jess.
–Bueno, volvamos al tema de Will.
–Preferiría no hacerlo.
–Solo dime por qué has estado tan decidida a no admitir que estás interesada en él.
–Es posible que en el pasado me afectara exageradamente. Me ha asustado de algún modo pensar que está ahí sentado analizando cada palabra que digo, pero la gente no deja de decirme que tener a un hombre que de verdad te entiende es algo muy positivo.
Gail sonrió.
–Eso digo yo. En el caso de mi marido y yo, el hecho de que los dos seamos chef es fantástico. Siempre que uno de los dos ha tenido un mal día, el otro lo entiende y podemos darles vueltas a muchas ideas juntos. Además, los domingos, cuando los dos estamos libres, nos encanta pasar el día en la cocina experimentando con recetas. Es divertido tener en común el amor por la comida. Y todos esos fabulosos aromas… –suspiró–. Es un afrodisíaco asombroso.
Jess no pudo más que preguntar:
–¿Cómo puedes llamarlo día libre si te pasas el día en la cocina cocinando?
–Porque es algo con lo que los dos disfrutamos y no tenemos oportunidad de hacerlo con demasiada frecuencia. Claro que cuando algo sale realmente bien, discutimos para ver quién lo va a usar. Esas discusiones solían ser muy acaloradas hasta que decidimos que alternaríamos. Y, por supuesto, algunas cosas funcionan mejor en un gran y fino restaurante como ese en el que trabaja él.
–¿Y nosotras nos quedamos con sus sobras? –preguntó Jess con fingida indignación.
Gail se rio.
–Rara vez. Cuando creo que algo es perfecto para nosotras, tengo mis métodos para quedármelo.
A Jess le encantaba el retrato que Gail estaba pintando sobre la relación con su marido. En cierto modo, era lo que había experimentado con Will en el ático aquel día. Había sido toda una revelación ver lo bien que habían combinado las ideas de la reforma.
Es más, aunque se negaba a admitirlo, apenas podía esperar a que llegara el domingo para que los dos pudieran ver cómo su padre había transformado esas ideas en diseños concretos. Ver a Will en una «no cita», por mucho que él odiara ese término, parecía el modo más inteligente de probar si sus sentimientos hacia él habían cambiado de verdad.
Will estaba terminándose su almuerzo con Mack y Jake cuando Mick O’Brien entró y se unió a ellos.
–¿Cómo está Bree? –le preguntó Mick a su yerno.
–Genial –respondió Jake sonriendo con orgullo de padre–. Y la bebé está fantástica. Tengo fotos en el móvil. ¿Quieres verlas?
A Mick se le iluminaron los ojos.
–Claro.
Mientras Jake sacaba el teléfono, Will empezó a levantarse. Momentos así le recordaban lo lejos que estaba del matrimonio y de la paternidad.
–Debería volver al trabajo.
–Espera un minuto –le dijo Mick antes de agarrar el móvil para ver las últimas fotos de su nieta–. No es que mis hijas no fueran las niñas más guapas del mundo cuando eran pequeñas, pero esta pequeña es algo especial.
–No digas eso delante de Abby –le advirtió Will–. Seguro que cree que Caitlyn y Carrie también eran especiales de pequeñas.
–Bueno, claro que lo eran. Y cuando Abby tenga otro bebé, seguro que será el más bonito del mundo, también. Pero ahora mismo este es el bebé que tengo que mimar y adorar.
Will se rio.
Mick le devolvió el móvil a Jake y se giró hacia él.
–Solo quería asegurarme de que vendrás a comer este domingo.
Había algo en la expresión de Mick que puso nervioso a Will. Conocía esa mirada, era la mirada de la intromisión.
–No lo tenía pensado –y ahora menos, con esa invitación por parte de Mick. Las cosas ya estaban demasiado tensas entre Jess y él.
–Pues tienes que cambiar de opinión. Tengo unos diseños preparados para Jess y sé que le gustaría que tú también les echaras un vistazo.
–¿Qué