E-Pack HQN Sherryl Woods 1. Sherryl Woods

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E-Pack HQN Sherryl Woods 1 - Sherryl Woods Pack

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y de que le salía de manera natural, siempre se ponía nervioso cuando tenía que explicarles a los más importantes mecenas de la fundación por qué no habían logrado avanzar más. Lo último que la fundación podía permitirse era que sus mecenas pensaran que estaban malgastando su dinero, pero ahora mismo eso no le parecía nada comparado con tener que ver a Connie y cenar en su casa. Se sentía como un niño de nuevo… y no en el buen sentido porque él no era uno de esos hombres interesados en revivir su juventud.

      Cuando sonó el timbre a la hora señalada, Connie abrió la puerta con las mejillas sonrojadas.

      –¡Tengo que sacar el pollo antes de que se me queme! –anunció y salió corriendo.

      Thomas la siguió hasta la cocina.

      –¿Puedo ayudarte en algo? –le preguntó cuando ella se echó atrás y se chocó contra él, con la bandeja de pollo en las manos. Thomas estaba a punto de sujetarla cuando le gritó:

      –¡No! Está caliente –prácticamente la dejó caer sobre la encimera y suspiró aliviada antes de girarse hacia él–. Lo siento. La idea era tenerlo todo más preparado para cuando llegaras.

      Él soltó los regalos que le había llevado y la agarró por los hombros.

      –No pasa nada, estamos bien. No tenemos que estar nerviosos por nada –era increíble, pero el obvio ataque de nervios de Connie lo había calmado a él.

      –Pero casi he echado a perder el pollo –protestó–. Debo de haberlo cocinado cientos de veces y jamás lo había tostado ni un poco más de la cuenta.

      –El pollo no está quemado.

      –Tal vez no, pero estará más seco que una piedra.

      –Pues lo ablandaremos con jugo de carne –dijo y vio una expresión de pánico.

      –¡He olvidado el jugo de carne! ¿Pero qué me pasa? Nadie sirve puré de patatas sin jugo de carne.

      Thomas contuvo las ganas de reír, pero la miró y la besó lentamente. La sintió suspirar contra sus labios y relajarse en sus brazos. Cuando se apartó, ella parecía asombrada, pero mucho más feliz y tan dulcemente vulnerable que se le encogió el corazón.

      –¿Mejor?

      –Mucho, gracias.

      –Besarte ha sido un placer. Es más, creo que voy a volver a hacerlo.

      Ella esbozó una amplia sonrisa.

      –Ojalá lo hagas.

      Y eso hizo él.

      Un par de horas más tarde, sin que hubieran podido salvar ni un poco de la cena, pidieron pizza. Thomas le aseguró que era la mejor cena que recordaba porque el aperitivo había sido absolutamente increíble…

      Animada por la conversación con Laila y calmada por el largo paseo por la playa y un par de copas de vino, Jess levantó el teléfono y llamó a Will el domingo por la noche.

      –Hoy te he echado de menos en la comida.

      –¿Ah, sí?

      Casi podía ver la sonrisa en su rostro.

      –Sí. ¿Dónde estabas?

      –Intentando ponerme al día con papeleo de Almuerzo junto a la bahía. Está abrumándome.

      –Tal vez deberías contratar a alguien para que te ayude.

      –Yo puedo con ello.

      –No, si para ello tienes que saltarte comidas y no, si quieres cortejarme como me merezco.

      Su comentario, al parecer, lo dejó sin palabras.

      –¿Will?

      –Estoy aquí.

      –Pues tal vez deberías estar aquí.

      –Jess, ¿qué te ha pasado?

      –Nada. Bueno, un par de copas de vino, pero eso no es lo que me hace estar tan atrevida.

      –¿Entonces qué?

      –Que he decidido ir detrás de lo que quiero.

      –¿Y me quieres a mí? ¿Estás segura?

      –Esta noche sí.

      –¿Y mañana? ¿O pasado mañana?

      –Lo siento. Ahora mismo no puedo mirar tan al futuro.

      –Y yo no puedo vivir solo el momento. Lo quiero todo, Jess. No un par de horas a la noche.

      –Sabía que sería un riesgo. Eres muy difícil de seducir.

      –No. Solo tienes que descubrir las palabras mágicas.

      Jess pensó en ello. Sabía cuáles eran las palabras que quería oír, las mismas palabras que querían oír la mayoría de las mujeres, un simple «te quiero». Pero ella no había llegado a ese punto todavía y no sabía si llegaría nunca. ¿Cómo podía garantizarle un «para siempre» cuando ni siquiera podía garantizarle dos horas?

      –Sé qué palabras son, pero no puedo decirlas.

      –Lo sé, cielo. Las dirás cuando llegue el momento.

      –Pero, ¿y si no llega nunca?

      –Ahí estás, infravalorándote como siempre.

      –Estoy siendo realista. No se me da bien mantener las cosas.

      –Pues tienes un negocio que dice lo contrario –le recordó–. Deja de presionarte, Jess. Soy un hombre paciente y me gusta lo que está pasando entre los dos.

      –Pero va demasiado lento.

      Will se rio.

      –Deberías verlo desde mi punto de vista: va lentísimo. Pero merecerá la pena, cuento con ello.

      –O eres el hombre más asombroso que he conocido nunca o eres el que está más loco.

      –Dejémoslo en «asombroso». Dulces sueños. Hasta mañana.

      –¿Cuándo?

      –Creo que te sorprenderé.

      Ella maldijo entre murmullos y él se rio.

      –Creo que añadiré «irritante» a la lista –apuntó exasperada.

      –¿Qué lista?

      –La que tengo sobre ti.

      –Al menos, por fin, has descubierto que estoy vivo. Lo consideraré un avance.

      Colgó antes de que ella pudiera maldecir de nuevo y después pensó en la conversación y comenzó a reír. Ese hombre sí que sabía mantenerla

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