E-Pack HQN Sherryl Woods 1. Sherryl Woods
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–Oh, supongo que pienso en vosotros de vez en cuando –admitió–. ¡Ah! Gané cincuenta dólares en el bingo la otra noche. Estuve a punto de llevarme el premio gordo, solo me faltaba un número, pero la madre de Heather me lo arrebató.
–Había olvidado que Bridget había venido desde Ohio de visita.
–Echaba de menos a su nieto. Se unió mucho a él cuando estuvo viviendo con Heather. Tengo la sensación de que cuando su marido se jubile, se mudarán aquí.
Jess se quedó sorprendida.
–Por lo que me había contado Heather, creía que iban a divorciarse.
–Es lo curioso de las bodas. Hacen que la gente se fije en lo que tiene en su vida y lo que les importa. Creo que cuando Heather y Connor se casaron, eso les pasó a los Donovan. Bridget parece mucho más feliz ahora. Bueno, y ahora háblame de Will y de ti. Imagino que ya os habéis decidido a daros una oportunidad.
–No hay mucho que contar –respondió Jess encogiéndose de hombros y no del todo cómoda hablando de ese tema con su abuela, a pesar de que le había pedido consejo hacía unas semanas–. Estamos pasando más tiempo juntos, pero yo todavía estoy un poco predispuesta a juzgarlo y a sacar conclusiones demasiado rápido.
–Una vieja costumbre –dijo la abuela–. Aprendiste a proteger tus sentimientos siendo muy pequeña.
–Y aún me cuesta creer en la gente, incluido Will.
–Pero, aun así, esta noche vas a ir a su casa con una sopa. Eso lo hace una mujer que se está permitiendo empezar a creer.
–Sí. Siento algo por él, pero no sé cuánto. Creo que mucho, pero no me fío de mí misma tampoco. He estado con otros hombres antes y los he dejado en cuanto he perdido interés. Con la mayoría no me importó mucho hacerlo, pero en el caso de Will no quiero hacerle daño.
–Es un hombre adulto que se conoce a sí mismo y, lo más importante, que te conoce a ti.
–Creo que me hago una idea de las ventajas que tiene eso –dijo Jess mirando el reloj.
–Vete –le contestó la abuela sonriendo ante su impaciencia–. Ya te he puesto la sopa en un recipiente. Está en una bolsita encima de la mesa de la cocina. Dale recuerdos de mi parte a Will.
–No sé si llamar primero para ver si ya está en casa, aunque quería darle una sorpresa.
–Una sorpresa sería un gesto muy agradable. Seguro que te lo agradecería. Arriésgate. De eso se trata la vida, de correr riesgos.
Jess sonrió mientras abrazaba a su abuela.
–Eres una vieja romántica, ¿eh?
–He tenido mis momentos –le respondió Nell guiñándole un ojo–. ¿Quién sabe? Puede que alguno de estos días tenga más. Sigo amenazando con echarme novio y tu padre se pone como loco cuando lo menciono.
–¡Pobre papá!
La abuela se rio.
–Pero merecería la pena solo por ver cómo llevaría que yo saliera con hombres, ¿verdad?
–Y tanto. Tal vez si lo haces pronto, así tendrá alguien más en quien centrarse y nos dejará tranquilos a Will y a mí.
–Eres una soñadora, niña.
–Sí, seguramente. Te quiero. Nos vemos el domingo, si no antes.
–Yo también te quiero, cariño. Pásalo bien.
–Eso espero –dijo. Y, en efecto, tenía las expectativas muy altas, más que nunca.
Will no estaba seguro de qué era peor, si intentar convencer a su paciente de que se quedara en el hospital para que la evaluaran y la trataran o el camino de vuelta a Chesapeake Shores bajo una incesante lluvia. Lo único que sabía era que se sintió de lo más aliviado cuando por fin entró en el aparcamiento de su edificio, abrió la puerta y entró al calor del vestíbulo, donde recogió el correo y subió las escaleras a su apartamento.
Al girarse hacia el rellano, vio a Jess sentada con una bolsa. Estaba apoyada contra la pared y parecía medio dormida, lo cual no era de extrañar, ya que eran más de las once.
–Vaya, ¡qué agradable visión!
Ella parpadeó y una lenta sonrisa se dibujó en su cara.
–Ya era hora de que llegaras a casa. Estaba a punto de perder la esperanza, pensé que pasarías la noche en el hospital.
–Ha sido un día horrible y muy largo. Vamos. ¿Qué llevas en la bolsa?
–La sopa de patata de la abuela y una barra del pan que ha hecho hoy Gail.
–¡Eres una diosa!
–Creo que son la abuela y Gail las que merecen llevarse el mérito, pero gracias. Habrá que calentar la sopa porque llevo aquí un buen rato. Quería darte una sorpresa.
–Pues lo has conseguido. Vamos dentro. Si has estado esperándome para comer, debes de estar hambrienta.
–¿Seguro que no estás demasiado cansado para tener compañía?
–Nunca estaré demasiado cansado para estar contigo –soltó el maletín y la chaqueta sobre una silla y tomó el abrigo de Jess–. ¿Te importaría mucho si me diera una ducha?
–Adelante. Iré calentando la sopa y el pan.
Él le dio un beso en la mejilla.
–Como te he dicho, ¡una diosa! Te veo en unos minutos.
–Tómate el tiempo que necesites.
Mientras se encontraba bajo el chorro del agua pensó en lo que había supuesto encontrarse a Jess en su puerta al final de un largo y duro día. No sabía qué la había llevado hasta allí, pero la inesperada visita lo había cargado de energía, como si lo hubiera rejuvenecido, y la ducha remató el trabajo. Cuando entró en la cocina con unos vaqueros y un jersey limpios, el aroma a sopa y a pan lo hicieron detenerse en seco y olfatear el aire. Al abrir los ojos, Jess estaba sonriendo.
–Ten cuidado o voy a pensar que estás más interesado en esta comida que en mí.
La rodeó por la cintura mientras ella removía la sopa.
–Ahora mismo he de decir que tendría que echarlo a cara o cruz.
–Muy bonito decir eso cuando estás intentando ganarte mi corazón –lo acusó, pero con un intenso brillo en la mirada–. Entonces, ¿no te ha importado que te diera esta sorpresa?
–Claro que no. Ha sido la mejor parte del día por ahora.
–¿Por ahora?
–Bueno, haberte encontrado en mi puerta a estas horas de la noche ha despertado unas