E-Pack HQN Sherryl Woods 1. Sherryl Woods

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E-Pack HQN Sherryl Woods 1 - Sherryl Woods Pack

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parece bien. No estoy tan ansioso por conocer la vida sexual de mi hermana, si quieres que te diga la verdad.

      –Entonces, ¿por qué preguntas?

      Connor se encogió de hombros.

      –Sentía que tenía que hacerlo. Así que si todo va bien en ese apartado, ¿por qué tienes cara de haber perdido a tu mejor amiga?

      Will estaba perdiendo la paciencia y la conversación estaba resultándole totalmente incómoda.

      –¿Podemos dejarlo, por favor?

      Pero su súplica cayó en oídos sordos.

      –Deja que adivine… Los dos pasasteis la noche juntos y Jess salió corriendo esta mañana.

      Will evitó mirarlo.

      –De verdad que no quiero hablar de esto contigo, Connor. ¿Cómo tengo que decirlo para que lo entiendas?

      –¿Con quién mejor que conmigo para hablar de ello? Nadie comprende a Jess como yo. Ella es así, colega. Mete un dedo en la piscina y sale corriendo antes de arriesgarse a ahogarse.

      –Bonita metáfora. ¿Y alguna idea sobre cómo puedo solucionar eso?

      –Se paciente con ella. Sigue viéndola. Deja que sepa que no vas a ir a ninguna parte. Tendrás que seguir haciéndolo hasta que te crea, pero será un hueso duro de roer.

      –Sí, está obsesionada con eso de que la gente se vaya y la abandone, pero lo entiendo. Sin embargo, no estoy seguro de que haya tiempo suficiente o paciencia para convencerla de que no voy a abandonarla.

      –Espero que te equivoques con eso. Quiero que Jess sea feliz, pero eres mi amigo y quiero que tú también seas feliz. Admitiré que fui un escéptico cuando supe que te gustaba, aunque supongo que si hay alguien que puede tratar con Jess, ese eres tú. Tienes mucha más perspicacia de la que el resto de los hombres mortales podemos imaginar.

      –Ojalá me dejara acercarme –dijo dejando ver su desaliento–. No sé, Connor, pero tal vez no sé cómo actuar con ella, después de todo.

      –Si vas a rendirte después de solo una noche…

      –No ha sido solo una noche. Llevo años enamorado de ella.

      –Pero te has acostado con ella anoche por primera vez, si no me equivoco. Vamos, tienes que saber que esto solo está empezando y solo terminará si te alejas.

      Will suspiró.

      –Y si lo hago, solo estaré dándole la razón a ella.

      –Eso creo yo. Mándale flores.

      –Ya lo he hecho –y le había supuesto una noche con Jess en su cama–. Pero entiendo lo que me dices.

      –Entonces, ¿vas a seguir con esto?

      Will sonrió, resignado.

      –Claro. Tu trabajo aquí ha terminado.

      Connor se rio.

      –¿Qué clase de tarifa estableces para esta clase de asesoramiento? ¿Debería enviarte una factura?

      –Te invito a desayunar. Si el consejo funciona, puede que incluso acabe invitándote a champán.

      –Me conformo.

      Cuando se hubo ido, Will miró el reloj. Tenía menos de una hora antes de recibir al primer paciente del día. Era suficiente para ir a Ethel’s Emporium. A la mayoría de las mujeres se las podía cautivar con los mejores bombones, pero sabía que a Jess lo que le gustaba eran los caramelos antiguos, los que le habían negado de niña por temor a que contribuyera a su hiperactividad. Como resultado, los había deseado aún más y se había escapado a Ethel’s cada vez que le habían dado la paga.

      Eligió un colorido cubo de playa de metal y le pidió a Ethel que lo rellenara con una variedad de caramelos, que le pusiera un gran lazo y que se lo entregara en el hotel, si era posible. Ethel enarcó las cejas.

      –¿Jess y tú?

      Will asintió.

      –Jess y yo.

      –Bien, lo haré.

      –No se lo cuentes a nadie, ¿de acuerdo?

      –¿El mejor cotilleo que tengo en semanas y me pides que no lo cuente?

      –Sí.

      –Bueno, tratándose de ti, lo haré. ¿Quieres que le ponga una nota?

      Will sacó una tarjeta y garabateó algo por detrás.

      –Esta vez nada de poemas cursis, solo amor.

      Por supuesto, Ethel la leyó y se rio.

      –Funcionará.

      –Me alegra mucho que me des tu aprobación –dijo él secamente.

      –Alguien tiene que daros la bendición. Seguro que habrá muchos que estén dudando sobre vuestra relación.

      Will suspiró. Sí que los había, incluyendo a la mujer en cuestión.

      Jess estaba sentada en la cocina del hotel con una taza de descafeinado delante junto con una porción de queso danés que había logrado hacer migajas. Aún seguía enfadada consigo misma por haber dejado así a Will; había estado a punto de presentarse en Sally’s, pero en el último momento había visto el coche de Connor aparcado en la calle y se había acobardado. Desde entonces, no había parado de reprenderse por su cobardía.

      Gail entró, se quitó el abrigo y lo colgó en la percha.

      –¿Qué te pasa?

      –Nada.

      Gail se sirvió una taza de café e hizo una mueca de disgusto al dar un sorbo.

      –Si vas a hacer café en mi cocina, ¿podrías intentar no echarlo a perder? ¿Y si un huésped lo prueba?

      –Aún no hay ninguno levantado –señaló la gran cafetera que utilizaban para los clientes–. Tu juguetito está intacto, así que, úsalo. Y si tanto odias mi café, no lo bebas.

      –Estoy falta de cafeína y me he arriesgado pensando que podrías haberte despistado y haber hecho café de verdad.

      Aunque ya estaba preparándolo todo para el menú del desayuno y no dejaba de moverse por la cocina, miraba continuamente en dirección a Jess. Al rato, con la máquina de café despidiendo un delicioso aroma, una montaña de huevos listos junto al fuego, y beicon y salchichas en la parrilla, se preparó una segunda taza de café y se sentó delante de Jess.

      –De acuerdo, van a abordarme con un montón de desayunos de un momento a otro, así que date prisa. ¿Qué pasó entre Will y tú anoche para que tengas esa cara? ¿Te tuviste que ir de su casa sin que te diera lo que habías ido a buscar?

      –Qué

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