E-Pack HQN Sherryl Woods 1. Sherryl Woods
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–Lo preguntaba por ti. No me gustaría que te levantaras con un tirón en el cuello.
Will se rio.
–Supongo que aún nos quedan unas duras negociaciones que hacer antes de que termine la noche, así que será mejor que primero me des de comer.
Encontró una botella de vino y sirvió dos copas, mientras Jess ponía dos cuencos de humeante sopa sobre la mesa de la cocina junto con unas rebanadas de pan crujiente y mucha mantequilla. Él le retiró la silla y se sentó frente a ella. Alzó su copa.
–Por ti. Gracias por ser justo lo que necesitaba esta noche.
Jess sonrió con las mejillas sonrojadas.
–Y por ti. Los lirios que me has enviado son perfectos.
–Supongo que nos conocemos muy bien el uno al otro, ¿no? Claro que, no puedo echarme el mérito por la elección de las flores. Ha sido Bree.
–Pero tú sabías qué pensaría y que por eso necesitabas enviarme algo para recordarme que no te habías olvidado de mí. Ha sido un gesto muy dulce, Will. No sabes cuánto ha supuesto para mí.
Will la miró a los ojos.
–Dime en qué estabas pensando antes de recibirlas.
–Exactamente lo que creías, que me habías dejado plantada.
–¿Cómo puedo demostrarte que eso nunca pasará?
–Supongo que llevará tiempo y práctica. Durante toda mi vida, la gente que me rodeaba se ha ido. Mi madre se fue y también mi padre. Incluso Abby, Bree, Kevin y Connor, todos me dejaron sola.
–¿Alguna vez has pensado que, al menos en el caso de tus hermanos, no es que ellos se fueran dejándote atrás, sino que tú fuiste la que eligió quedarse?
–¿No es lo mismo? Se fueron y yo me quedé aquí.
–Por elección, Jess. Si hubieras querido marcharte de Chesapeake Shores podrías haberlo hecho, pero elegiste ir a la universidad local y quisiste regentar el hotel incluso desde antes de comprarlo. Este pueblo siempre ha sido parte de ti. Me pregunto si no querrías construir aquí la casa que habías deseado de niña. También creo que te quedaste por tu padre. Sabías lo mucho que significaba para él construir este lugar y creo que pensaste que quedándote le demostrarías lo mucho que lo quieres.
Lo miró pensativa.
–Jamás se me había ocurrido, pero podrías tener razón. Por cierto, ¿cómo sabías que había querido tener el hotel desde hacía tanto tiempo?
–No me hizo falta investigar mucho para saberlo. Pasaba mucho tiempo contigo, ¿lo recuerdas? Connor, tú y yo paseábamos por la playa y tú mirabas el hotel siempre con esa expresión en la cara y decías que algún día sería tuyo.
La asombró que lo recordara y él sonrió ante su reacción.
–No hay mucho de lo que decías o hacías que no pueda recordar.
–¿Cómo he sido tan poco consciente de tus sentimientos durante todos estos años? Lo siento.
–No lo sientas. Por entonces no te habría dicho nada. Sabía que tenías muchas cosas por hacer antes de estar preparada para mí, aunque me aterrorizaba que todo eso pasara antes de que yo volviera de estudiar.
–Entonces supongo que es bueno que me haya llevado mi tiempo madurar –dijo con una sonrisa–. Ahora ya lo tengo todo claro, Will. O eso creo.
–¿Qué significa?
–Quiero que me hagas el amor esta noche –le dijo en voz baja–. No se trata solo de sexo, sino de que quiero dar ese paso. Creo que lo necesitamos. Quiero decir, sería una locura enamorarnos y después ver que en la cama somos totalmente incompatibles, ¿no?
Will se rio.
–¿Así que sería un test práctico?
–Algo parecido –no dejaba de mirarlo–. Por favor.
Will tenía muchas objeciones, pero también tenía el mismo deseo de tomarla en sus brazos, un deseo con el que llevaba años conviviendo. No creía que pudiera negarlo otra vez más, no teniéndola ahí mirándolo de ese modo.
–¿Estás segura, Jess? ¿Segura del todo? No quiero que esto sea más que un experimento.
–No lo será –le aseguró con solemnidad–. Estoy cien por cien segura.
–Sabes que, después de esto, no habrá forma de que te deje escapar.
–Me lo imaginaba –respondió ella sorprendentemente contenta.
Él alargó la mano y le acarició la boca con un dedo.
–No estoy de broma, Jess. Para mí después de esto no habría vuelta atrás. Te daré todo el tiempo que necesites, pero serás mía.
Por un instante, ella pareció dudar un poco por su vehemencia, pero después suspiró.
–De acuerdo. Estoy lista. Más que lista, de hecho. Últimamente es lo único en lo que he podido pensar, en estar los dos juntos, en cómo sería.
Will se levantó lentamente, la tomó en sus brazos y se dirigió a su dormitorio, agradecido de haber tenido la precaución de estirar la cama antes de irse y de haber recogido la ropa sucia. Había dejado encendida una suave luz en su cómoda.
Jess se acurrucó contra su pecho como si lo hubieran hecho miles de veces y él sintió su sonrisa contra la curva de su cuello cuando ella vio la enorme cama.
–Debería habérmelo imaginado.
–Estaba pensando por adelantado. Pero, para que lo sepas, esta cama resulta horriblemente grande y solitaria cuando no hay nadie con quien compartirla.
Sin embargo, esa noche tenía intención de utilizar cada centímetro de esa cama.
En cierto modo, Jess había sabido cuando había ido a casa de Will esa noche que existía una posibilidad de que acabaran ahí, en su cama. Por supuesto, él se había opuesto rotundamente en el pasado, tanto que no había estado segura de poder persuadirlo de que había llegado el momento. Ese hombre tenía una habilidad asombrosa para resistir a la tentación.
Apartó las sábanas, la posó sobre las sábanas color crema y suaves como la seda, y se tendió a su lado. Le rozó la mejilla al apartarle un mechón de la cara.
–¿Te he dicho ya lo preciosa que eres? –le preguntó casi sin aliento.
Ella sonrió.
–La verdad es que no.
–Pues permite que cambie eso ahora mismo –le respondió con una sonrisa–. Tienes la cara más asombrosamente expresiva que he visto nunca, los ojos tan azules como la bahía en un día de verano y una melena que parece iluminada por el