Los civilizionarios. Víctor M. Toledo

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Los civilizionarios - Víctor M. Toledo

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México (ocho mil millones de dólares de ventas en 2010) es la compañía minera más grande del país extractora de cobre, zinc, plata, oro, plomo y molibdeno, y la tercera productora de cobre más grande del mundo. Ferrocarril Mexicano, la división de transporte ferroviario de la compañía, opera la flota más extensa de la nación. Su portal hace un marcado énfasis en el cuidado del medio ambiente y de las comunidades aledañas, y su filosofía proclamada es el desarrollo sustentable, para lo cual elabora y difunde un informe anual desde 2006. Además de un programa de reforestación, el corporativo anuncia una planta eólica en Juchitán y re ducciones en el uso de energía y combustibles. Expoliador por décadas de las riquezas nacionales, su inmoral respuesta durante el accidente de Pasta de Conchos, junto al reciente derrame de 40 millones de litros de sulfuro de cobre y otros siete metales pesados en dos ríos de Sonora, muestran la falsedad de su imagen como empresa social y ambientalmente amigables.

      Es posible que el corporativo mexicano con más antigüedad en los escenarios del glamour ecológico sea Cementos Mexicanos (Cemex) la compañía transnacional más importante del mundo en materiales para construcción, pues ya desde hace dos décadas apoyó la edición de varios libros científicos sobre el tema. Con presencia en 50 países y ventas en 2013 por 15 mil millones de dólares, Cemex también abraza el desarrollo sustentable como su eje estratégico y edita desde 2003 un anuario detallado. Su propaganda anuncia un sello verde (ecooperando) y la construcción sustentable, y su último informe reporta acciones contra el cambio climático, el ahorro energético y por un entorno urbano sustentable. Frente a esta imagen, Cemex fue irremediablemente sancionado en México (2008) y España (2011) por sendos fraudes fiscales (ocultó ganancias multimillonarias) y soborno de autoridades. Su mayor inmoralidad es la contaminación que generan sus actividades extractivas denunciadas en Nicaragua, Colombia y otros países y en su sede central y originaria: Monterrey fue convertida por Cemex en la ciudad con el aire más contaminado de América Latina por la acción de 64 pedreras, la mayoría de las cuales abastecen a la corporación.

      Otro destacado ejemplo proviene de Volkswagen de México (VKW), quién declara que “[…] desde hace tiempo hemos asumido nuestro compromiso con el futuro de la Tierra, [porque] […] usamos pinturas sin disolventes y materiales reciclables”. Sus acciones van desde la conservación de una reserva en Guanajuato y un parque eólico en Zacatecas hasta viveros sustentables, reforestación y el programa Eco-chavos. “Por amor al planeta” se ha encargado además de otorgar premios anuales a investigadores mexicanos, es decir, pequeñas limosnas corporativas que le reditúan sustento científico. Su máxima hazaña fue sumergir un auto de cemento de cuatro toneladas de peso en los mares de Cancún a manera de “escultura submarina”.

      Si Walmart hace el ridículo con sus bolsas verdes, sus cajas ecológicas y sus proveedores sustentables, también se la toma más en serio al calcular el número de árboles al año que se salvan por la captura de carbono que significa, por ejemplo, lograr situar más mercancía en menos espacio en las cajas de los tráileres. Por su parte, Monex, el grupo financiero sospechoso de mover ilegalmente millones de dólares a la campaña de Enrique Peña Nieto, creó el “Fondo Verde”, que dona una parte (¿cuánto?) de las inversiones a la conservación biológica.

      En comal aparte se cuecen Bimbo y Telmex. El primero, por su desbordante campaña donde el osito níveo se pinta de verde: plantas sustentables, empaques degradables y vehículos híbridos cuyos motores eléctricos se nutren de la energía del viento de un parque impuesto con violencia a las comunidades zapotecas del Istmo oaxaqueño. La panificadora también teoriza y con “Reforestemos México” define la sustentabilidad como sinónimo de competitividad y rentabilidad, al fin que nadie cuestiona. En cuanto a Telmex, la alianza WWF-Fundación Carlos Slim-Semarnat, fundada en 2008, ha logrado conformar una estrategia de conservación y desarrollo sustentable de México al apoyar proyectos de conservación junto con organizaciones de la sociedad civil, comunidades rurales e instituciones académicas como el Instituto de Ecología de la UNAM. Todo ello mientras las mineras del grupo arrasan montañas y comunidades, adquieren extensas superficies (Puebla, Hidalgo y Tlaxcala), y la fundación apoya la investigación del maíz transgénico. Finalmente, el caso emblemático de Coca-Cola resulta tan descomunal que sería necesario dedicarle un estudio completo.

      De todo este “lavado de imagen”, sorprende la manera en que los consumidores se dejan a sí mismos “lavar el cerebro”. De alguna forma ello explica porque la elite de consumidores mexicanos (incluyendo científicos renombrados) se ha convertido en una masa silenciosa y conformista, incapaz de generar ideas críticas y en consecuencia de realizar compromisos más allá de sus estrechos intereses individuales, familiares o de gremio. El glamoroso encanto de la ecología se ha convertido en uno de los anestésicos más eficaces del mundo moderno. El futuro que viene, por desgracia y por fortuna, los hará despertarse súbitamente. Pasarán de un sueño construido a partir de una falsa conciencia, a la pesadilla inevitable de la realidad.

      En el ancho panorama del lavado verde (green washing) podemos encontrar varios talentos en el arte de la seducción propagandística. Ahí están Cemex con su “sello verde”, Coca-Cola con su “planeta te quiero”, Monex con su “eco-banca” y Ford con su “iniciativa ambiental”. Pero ninguna empresa había conseguido mayor impacto en el público y en la academia que la frase de la Volkswagen, “Por amor al planeta”. Con este eslogan la corporación automotriz instituyó en México un premio anual de investigación ecológica desde hace diez años y lanzó una exitosa campaña que lo pintó de un verde intenso. Su imagen emblemática a todo color es un auto de la marca bajo un arco iris y seis colibríes revoloteando en un paisaje de pinos y veletas eólicas acompañados de girasoles y animales silvestres al estilo Walt Disney. Una de sus acciones más espectaculares fue sumergir en el Caribe mexicano, frente a las costas de Tulum, un automóvil de cemento de cuatro toneladas de peso como símbolo de su compromiso con los mares.

      Por desgracia (¿o por fortuna?) la empresa alemana ha caído en desgracia y, lo más grave, ha hecho caer su imagen de ambientalista abnegada hasta lo más hondo de la tierra o de los mares. Usted decida. Su trayectoria no es nueva, le ha sucedido lo que a otras corporaciones no menos ambientales. Cemex, por ejemplo, sancionada por fraude fiscal en México (2008) y España (2011), ha sido reiteradamente acusada en varios países por la contaminación que generan sus procesos extractivos y ha logrado que Monterrey se convierta, vaya récord, en la ciudad con el aire más sucio de América Latina a causa de sus 64 pedreras. Telmex, presume la alianza entre la Fundación Slim, el WWF y la Semarnat, mientras las mineras arrasan montañas y comunidades, adquieren extensas propiedades (Puebla, Hidalgo y Tlaxcala) y la fundación apoya la investigación del maíz transgénico. Por su parte, Coca-Cola que, declara también su pasión por el planeta y realiza una “campaña nacional de reforestación y cosecha de agua” ha convertido a México, junto con Pepsi, Danone y Nestlé, en el primer consumidor per capita de agua embotellada del mundo, según lo documenta el excelente libro de Gian Carlo Delgado-Ramos (2014b) Apropiación de agua, medio ambiente y obesidad. La Coca-Cola se dedica a producir dos bienes contradictorios: por un lado, el agua embotellada que publicita ligada a la vida sana, el deporte y la salud, y los refrescos que son fuente de deshidratación, malnutrición y obesidad, además de que genera millones de toneladas de basura plástica. Y lo más grave, como sucede con la minería, el gobierno de México ha otorgado a la Coca-Cola 172 concesiones que corresponden a 48 acuíferos de 28 estados de la República (véase mapas y cuadros en el libro antes citado). Y ¡el agua embotellada es entre 240 y diez mil veces más cara que el agua de la llave!

      Es en este contexto que la empresa Volkswagen falseó las pruebas de las emisiones de gases de sus autos con diesel (unos 11 millones circulan hoy por el mundo), según reveló la Agencia de Protección Ambiental de Estados Unidos, lo cual afecta a al menos medio millón de unidades. La trampa o artimaña supuestamente mostraba que los autos de la corporación generaban hasta 40% menos gases tóxicos al ambiente. El fraude aceptado por los directivos provocó en unas horas la

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