La revolución ciudadana en Ecuador (2007-2017): posneoliberalismo y (re)colonización de la naturaleza. Diego Alejandro Ramírez Bonilla

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La revolución ciudadana en Ecuador (2007-2017): posneoliberalismo y (re)colonización de la naturaleza - Diego Alejandro Ramírez Bonilla

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un informe de 1998, titulado Más allá del Consenso de Washington: la hora de la reforma institucional, el vicepresidente y el economista jefe de la oficina regional para América Latina y el Caribe del Banco Mundial abogaron por la ejecución generalizada de políticas neoinstitucionalistas en el continente, con el fin de mejorar la competitividad del sector privado, estabilizar los mercados de flujo de capitales, reducir la disparidad salarial y garantizar sistemas de seguridad social para los sectores más vulnerables en la globalización (Javed y Perry, 1998, pp. 2-3). En la celebración de la Segunda Cumbre de las Américas, que tuvo lugar en abril de 1998 en Santiago de Chile, los gobernantes latinoamericanos “aceptaron explícitamente el desafío de responder a la creciente demanda por reformas institucionales” (Javed y Perry, 1998, p. 8).

      El descontento social de principios del nuevo siglo condujo a los organismos internacionales de poder a buscar maneras de recuperar la cohesión en las sociedades que ingresaban a la globalización neoliberal, fracturada por la irresponsable ejecución de políticas neoliberales. Esta situación generó una cruzada moral que visibilizó a disidentes dentro de los propios organismos multilaterales, una suerte de mea culpa en la cual personajes como Joseph Stiglitz, execonomista en jefe del Banco Mundial, cobraron protagonismo al reclamar por cierta regulación del capitalismo salvaje en virtud de sus negativas consecuencias sobre las identidades y valores culturales de los pueblos:

      Por desgracia, hasta el presente los responsables de gestionar la globalización, aunque han alabado esos beneficios positivos, demasiado a menudo han mostrado una insuficiente apreciación de ese lado negativo: la amenaza a la identidad y los valores culturales. Esto es sorprendente, dada la conciencia que sobre tales cuestiones existe en los propios países desarrollados: Europa defiende sus políticas agrícolas no solo en términos de intereses especiales sino también para preservar las tradiciones rurales. En todas partes la gente de las pequeñas ciudades se queja porque las grandes cadenas nacionales y los centros comerciales han liquidado sus pequeños negocios y comunidades. (Stiglitz, 2002, p. 307)

      Dicha regulación, sin embargo, no propuso la negación de los postulados centrales del Consenso de Washington, ni objetó el rol del gran capital en las dinámicas de extracción intensiva de bienes naturales y explotación de los sujetos que padecen el modelo neoliberal. Con la reforma institucional propuesta inicialmente por el Banco Mundial,

      [e]l neoliberalismo tradicional y monetarista se transforma en un neoliberalismo institucional. Es decir, en un discurso más complejo, más vasto, más comprehensivo. Un discurso que incluso entra en contradicción y conflicto con la misma teoría tradicional del neoliberalismo. Es una transformación provocada y exigida desde las formas especulativas y financieras de la acumulación del capitalismo que integra a las instituciones de la vida social al juego de casino mundial. (Dávalos, 20 de mayo del 2016)

      El neoinstitucionalismo económico, más que representar una ruptura con el modelo neoliberal, consistió en un cuestionamiento de la teoría neoclásica en su vertiente estadounidense, y en un regreso a los postulados de la escuela austríaca de economía sobre el papel que cumplen las instituciones para garantizar la acumulación de capital (Puello-Socarrás, 2008). Se trató de una estrategia de disciplinamiento de las sociedades que permitió una reconfiguración de la acumulación capitalista, para garantizar una mejor articulación entre los mercados locales y las necesidades del capital global (Stolowicz, 2011; octubre del 2011; 2012). En este sentido,

      [l]os cambios macroeconómicos del ajuste estructural del FMI solamente podían tener sentido en el largo plazo si estaban acompañados de transformaciones profundas en el tejido institucional. Empero, estas transformaciones institucionales implicaban una intervención directa sobre el plexo social. Al mismo tiempo que se intervenía en los marcos institucionales el Banco Mundial también intervenía en las sociedades disciplinándolas al interior de las coordenadas del neoliberalismo. (Dávalos, 30 de noviembre del 2010)

      A finales del siglo XX y comienzos del XXI, periodo enmarcado por la crisis neoliberal, los poderes económicos y políticos de todo el mundo incluyeron en la agenda pública internacional los postulados neoinstitucionalistas, centrados en mitigar las consecuencias perjudiciales del capitalismo del llamado libre mercado. Dichos postulados han influido en las políticas de distintos gobiernos latinoamericanos hasta el día de hoy; tanto aquellos caracterizados por su acérrima defensa de la libertad de empresa, como aquellos que se mostraron adversos a la primacía del capital sobre el trabajo17.

      Surgimiento de los gobiernos posneoliberales18

      A comienzos del nuevo milenio, en distintos países de América Latina surgieron gobiernos caracterizados por su discurso contrario al neoliberalismo y a favor de la intervención estatal en la economía, por la redistribución de las rentas percibidas por la extracción de materias primas en sus respectivos territorios, y por su rechazo a la injerencia imperialista de Estados Unidos en el continente. Todo ello se dio en un contexto marcado por la “progresiva acumulación de las luchas contra las reformas neoliberales” (Svampa, 2009, p. 4), así como por los procesos de reestructuración capitalista impulsados por agencias multilaterales como el Banco Mundial.

      A pesar del debilitamiento en el que continuaba sumida la izquierda tradicional –otrora subsidiaria del bloque soviético–, los proyectos políticos posneoliberales cobraron fuerza en la década del 2000 en distintos países, alimentándose de la entrada en escena de outsiders –dirigentes políticos que, sin ser políticos profesionales o haber participado en política anteriormente, accedieron a cargos públicos a partir de un contundente apoyo social y electoral, como Lula da Silva en Brasil, Hugo Chávez en Venezuela o Evo Morales en Bolivia– y movimientos sociales que anteriormente no influían de manera determinante en el devenir político de sus respectivos países, como es el caso de los movimientos indígenas en Bolivia y Ecuador.

      En estas circunstancias, el primer gobierno de la región en enarbolar la bandera antiimperialista, luego de la declinación del discurso revolucionario marxista en el mundo, fue el del venezolano Hugo Chávez, elegido popularmente en 1999. Él recuperó en 2005 el debate sobre la alternativa socialista frente al neoliberalismo y la posibilidad de adecuar las teorías y prácticas revolucionarias a la realidad concreta del siglo XXI. A este le siguieron las posesiones de mandatarios como Lula da Silva en Brasil (2003), Néstor Kirchner en Argentina (2003), Tabaré Vázquez en Uruguay (2005), Evo Morales en Bolivia y Manuel Zelaya en Honduras (2006), Daniel Ortega en Nicaragua (2007), Rafael Correa en Ecuador (2007) y Fernando Lugo en Paraguay (2008)19.

      Entre estos gobiernos, los de Bolivia, Ecuador y Venezuela se han caracterizado como la corriente más radical de los proyectos políticos surgidos en el continente durante la primera década del siglo XXI, en virtud de su mayor voluntad para implementar políticas sociales que trascendieran el asistencialismo focalizado neoliberal. Así, tomaron como punto de partida procesos constituyentes que

      […] representaron avances en las pretensiones de desmontar el marco jurídico-institucional impuesto por el proyecto político-económico neoliberal, de formular un concepto alternativo de economía y de sentar las bases para una mayor garantía de los derechos económicos, sociales, culturales y ambientales de la población. (Estrada, 2012, p. 133)

      De igual manera, la creación de los Consejos Comunales del Poder Popular en Venezuela, así como el ingreso de sujetos sociales históricamente marginados, como los indígenas, en la esfera política de Bolivia y Ecuador –fenómeno que tuvo expresiones e intensidades particulares en cada país y, en cualquier caso, se presentó con mayor intensidad en los primeros años de gobierno posneoliberal–, evidenciaron el carácter sustancialmente diferente de estos procesos políticos respecto de sus pares continentales.

      Sin

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