Cómo obtienen los reporteros la información. Rigoberto López y Quezada

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Cómo obtienen los reporteros la información - Rigoberto López y Quezada Biblioteca del Editor

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allá del chambismo, tiene una fuerte carga ética y moral. Y este compromiso es con la verdad del hecho, de la acción, del dicho, con el descubrimiento de la verdad para darla a conocer sin omisiones ni tergiversaciones, sin intereses personales o presiones.

      En los años 50 o 60 del siglo pasado la gran mayoría de los reporteros carecían de formación universitaria. Algunos habían cursado otras licenciaturas,

      o no habían terminado diversas carreras académicas, en general, el periodismo era un oficio que se aprendía en forma empírica, en la práctica cotidiana.

      Ahora prácticamente todos los reporteros que trabajan en los medios de comunicación son egresados de escuelas de periodismo o comunicación, públicas o privadas. La conclusión es que para ser un reportero profesional, la pericia técnica y la preparación universitaria son indispensables, pero no bastan. Es necesario el amor al trabajo. A un reportero sin vocación, que no es capaz de vibrar incluso físicamente, de apasionarse cuando detecta una noticia importante, de nada le sirve dominar técnicas periodísticas.

      Si todos hablan de la importancia de la prensa, de lo necesario de la diversidad de opiniones y el valor de estar informados, ¿por qué existen tan pocos lectores en nuestro país? Si los profesionales del periodismo hacen un trabajo deficiente, los medios para los que laboran serán de mala calidad. ¿Quién, o quiénes son los responsables de un mal producto noticioso, los reporteros, las universidades donde fueron preparados, la sociedad, los medios?

      El reportero debe conocer las reglas básicas de redacción, de la gramática, especialmente de la sintaxis, esto es de vital importancia para quienes entendemos que el instrumento del comunicador, del periodista, es el lenguaje, es la materia prima de la información.

       El profesionalismo en la jornada de trabajo

      El éxito de un reportero comienza a cimentarse en los detalles de la rutina diaria, en temas que suenan demasiado obvios, pero que quizá por eso mismo hacen tropezar a los reporteros con frecuencia. La improvisación es sinónimo de mediocridad, es también el camino más directo hacia el fracaso.

      La tarea cotidiana de un reportero se divide en tres etapas: preparación, trabajo de campo y redacción, cada uno exige un mínimo de orden y disciplina, cualidades que deben ser practicadas hasta convertirlas en hábitos laborales que, a su vez, son el punto de partida para un trabajo periodístico profesional.

      También en la preparación está el uso de herramientas, el conocimiento de una técnica y de su fuente informativa. Un reportero con oficio no puede salir a la calle sin estar pertrechado con las herramientas que le son indispensables: lápiz, papel, grabadora, pilas, celular, esto lo digo porque he visto a colegas hacer el ridículo de pedir prestados estos insumos al llegar a cubrir un acto, o lo que es peor, que le pidan al entrevistado que les preste papel y bolígrafo porque no llevan con qué y en qué apuntar. En conferencias piden la información a otro reportero que es de la competencia.

      En el trabajo de campo esto puede suceder porque el reportero no pidió a tiempo su orden de trabajo. En ella el jefe de información especifica las tareas que el reportero tiene que realizar ese día. En ocasiones la orden contiene instrucciones muy concretas, pero aún así no se trata de cumplirlas rígidamente como instrucciones militares.

      Lo que si debe hacer el reportero en su trabajo de campo es llegar puntual a los actos y sobre todo a las entrevistas, existen entrevistados que odian la impuntualidad y no esperan. Además llegar antes de la hora acordada le permite al reportero observar el lugar y apuntar los detalles en que se desenvuelva la noticia. Vestir bien, causar una buena impresión de persona limpia y aseada. Ser breve y directo en la realización de un trabajo profundo terminará por acrecentar el prestigio de un reportero y dejará al informante convencido que no pierde su tiempo cuando este profesional le pide una entrevista.

      Al redactar los actos y las entrevistas, si el periodista se acerca un diccionario o un libro de sinónimos, antónimos y parónimos, será mejor para no repetir las palabras en un mismo párrafo, no usar tiempos, ni personas diferentes, esto es no escribir en presente, pasado o futuro, ni el singular mezclarlo con el plural. Se debe evitar el “queísmo”, o sea el abuso de la palabra que, también al escribir se debe ser aseado. Antes de entregar sus notas, de enviarlas por internet, es obligatorio revisarlas para evitar cualquier tipo de faltas de ortografía o sintaxis.

      Al final del día el resultado del trabajo depende también de la inteligencia, la creatividad y la entrega con que ese periodista lleva a cabo su parte de esa labor de equipo que es la confección de un periódico, pero además se va uno con la satisfacción del deber cumplido, de haber aportado lo mejor de uno mismo.

      Un reportero debe estar listo siempre y equipado para actuar en cualquier contingencia. Por eso conviene contar en todo momento con pasaporte en regla, vigente, visa para entrar a los países que la soliciten, licencia de conducir etcétera.

      Otros valiosos instrumentos de trabajo son agenda y directorio, los cuales se pueden tener ahora en un celular. Confeccionar un directorio personal significa contar, al paso del tiempo, con cada vez más recursos para conseguir buena información. En este sentido, la capacidad de un reportero se mide siempre por la vigencia y el volumen de su directorio personal, porque éste se convierte en un catálogo de información explotable. Si se habla inglés u otros idiomas, será mejor.

      Entre las actitudes de un periodista cuenta mucho el compromiso de éste con su medio informativo. Uno de los vicios entre los reporteros noveles es la creencia de que una vez que han egresado de la carrera teórica su información académica ha concluido en definitiva. Creen que ya no hay nada más que aprender, ni nada más que valga la pena estudiar. Convicción a todas luces equivocada en esta época de avances tecnológicos constantes, de generación vertiginosa de nuevos conocimientos y transformación de dinámicas sociales.

      Ejemplo de lo anterior es la historia, es una materia que a la gran mayoría de los jóvenes periodistas no les interesa, parece no importarles cometer los mismos errores del pasado. La mayoría no lee libros ni de historia, ni de cualquier otro género literario, según ellos porque no tienen tiempo, o sencillamente no les agrada. Ignoran que no hay otro camino para enriquecer su cultura y su vocabulario, para perfeccionar su lenguaje, que leer y leer. La lectura diaria de periódicos no basta, también es bueno asistir a cursos y seminarios.

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