E-Pack HQN Sherryl Woods 2. Sherryl Woods

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E-Pack HQN Sherryl Woods 2 - Sherryl Woods Pack

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      Todos asintieron de inmediato.

      —No —repitió Elliott—. No seré socio por caridad.

      —Ya sabes que Maddie te arrancaría el corazón si te oyera referirte a ti mismo de ese modo —dijo Cal—. No olvides que en The Corner Spa ella participa con su trabajo, no con dinero. Cada centavo del dinero inicial salió de Helen y de Dana Sue.

      —No es lo mismo —dijo Elliott testarudamente.

      —Porque eres un hombre y además latino —aportó Ronnie con ironía—. No te molestes, pero ¿vas a dejar que el orgullo te impida tener un negocio para el que estás más cualificado que cualquiera de nosotros? Contamos con que conviertas este lugar en un gran éxito. Sin ti, tenemos una idea, pero no un gimnasio ni experiencia. Diría que eso merece que quedes eximido de contribuir económicamente.

      —Estoy de acuerdo —dijo Travis.

      Y los demás mostraron su conformidad.

      Elliott quería aprovechar la oportunidad que estaban brindándole, pero no le parecía bien.

      —Dadme unos días, tal vez una semana, para ver si puedo conseguir algo. Me sentiré mejor si aporto mi parte. De lo contrario, no me parecerá bien participar de los beneficios. Me sentiré como un empleado.

      Tom, que llevaba callado todo el rato, habló finalmente con gesto pensativo:

      —¿Y si hacemos que sea un préstamo? —propuso—. Puedes devolvernos la inversión con lo que obtengas de los beneficios. Será estrictamente un acuerdo empresarial con un plazo de devolución generoso por si surge algún contratiempo mientras recuperamos la inversión y empezamos a obtener beneficios. No tendrás que dar ninguna fianza como te pasaría con un banco. ¿Lo aceptaría Karen?

      Elliott se vio tentado. Era una solución más que justa y ni siquiera tendría que contárselo a Karen, ya que no arriesgaría nada de lo que tenían.

      —Dejad que lo piense.

      —Y háblalo con tu mujer —le aconsejó Ronnie, al parecer adivinando que estaba planteándose no contarle nada.

      Elliott sonrió.

      —Y yo que creía que me lo iba a poder ahorrar.

      —No lo harás si eres listo —dijo Cal—. Va a preguntarse de dónde has sacado el dinero para seguir adelante con esto y lo que llegue a imaginarse probablemente será mil veces peor que la verdad.

      Elliott suspiró.

      —Tienes razón. Ya os contaré la próxima vez que nos reunamos.

      —Y mientras tanto yo voy a firmar ese contrato de alquiler que Mary Vaughn no deja de restregarme por las narices —dijo Ronnie—. Para que veáis la confianza que tengo puesta en esto.

      —Espera un poco —le suplicó Elliott. Porque si Karen se enteraba de que se había firmado ese contrato antes de que tuviera tiempo de hablar con ella, su explosión de ira acabaría con la buena voluntad que había logrado establecer entre los dos.

      —¿Mamá?

      Adelia se giró hacia su hija de doce años esperándose otra rabieta. Selena no había dejado de tener berrinches desde que la había castigado y habían empeorado desde que Ernesto no había vuelto a casa. Aunque entendía por qué estaba tan furiosa, lo de intentar manejar con calma esos arrebatos era otra cuestión.

      Observó el rostro de Selena, pero por primera vez lo que vio en él fue miedo más que un gesto desafiante.

      —¿Qué pasa, niña?

      Selena frunció el ceño.

      —No soy tu niña. Ya soy casi una adolescente.

      —Serás mi bebé hasta que tenga cien años y tú casi ochenta —le dijo Adelia.

      Selena puso cara de espanto.

      —Eso es horrible.

      —Pero cierto. Así es como funcionamos las madres. Y ahora dime qué te pasa.

      La niña miró a todas partes menos a ella.

      —¿Os vais a divorciar papá y tú? —acabó preguntando.

      Adelia había sabido que era solo cuestión de tiempo que uno de sus hijos le lanzara la pregunta. Y también había sabido que lo más probable fuera que se tratara de la precoz y franca Selena. Los niños más pequeños parecían aceptar las cada vez más flojas explicaciones que les daba achacando la ausencia de su padre al trabajo. Ni uno solo había cuestionado por qué eso implicaba que no estuviera en casa por las noches.

      —Ya sabes lo que esta familia opina del divorcio —le dijo a Selena con calma—. Somos católicos. No creemos en eso.

      Selena no parecía muy convencida.

      —Deanna Rogers es católica, pero sus padres están divorciados.

      —Unas personas se toman más en serio que otras las doctrinas de la iglesia. El divorcio es una decisión muy personal.

      —Querrás decir que la abuela se lo toma muy en serio, porque nosotros no solemos ir a misa los domingos y ella va casi todos los días.

      —Con una familia como la nuestra, tiene mucho por lo que rezar —dijo Adelia sonriendo—. Espera salvarnos a todos.

      Selena sonrió.

      —¿Crees que ha rezado por lo que le hice a Daisy?

      —Oh, seguro que sí. Hasta yo he rezado por eso.

      Por primera vez desde el incidente, en el rostro de su hija se registró lo que parecía ser una expresión de verdadera culpabilidad.

      —Lo siento —dijo sin apenas voz—. Lo siento mucho, mucho. No sé por qué fui tan mala.

      —¿Quieres oír mi teoría? —le preguntó Adelia aliviada de ver que su hija le había abierto una puerta y que la escucharía.

      Selena asintió y se sentó en la mesa de la cocina donde habían mantenido tantas conversaciones después del colegio a lo largo de los años.

      —Creo que a lo mejor estabas celosa.

      —¿De Daisy? —preguntó Selena incrédula—. ¡Pero si sigue siendo prácticamente un bebé!

      Adelia sonrió.

      —Pero esa noche tenía algo que tú querías con todas tus fuerzas. Tenía a alguien en el baile con ella que de verdad quería estar ahí, tenía a tu tío Elliott. Creo que la actitud de tu padre, su reticencia a acompañarte, hirió tus sentimientos y lo pagaste con Daisy.

      Selena suspiró profundamente mientras las palabras de Adelia quedaban pendiendo del aire.

      —Podrías tener razón —admitió—. Supongo

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