E-Pack HQN Sherryl Woods 2. Sherryl Woods
Чтение книги онлайн.
Читать онлайн книгу E-Pack HQN Sherryl Woods 2 - Sherryl Woods страница 32
—Eso pensaba. Pero eso no solucionará nada. Lo sabes.
—Claro que lo sé. Pero no sé qué más podríamos decir para cambiar algo.
—No lo sabréis hasta que no lo intentéis. Por lo que tengo entendido, los chicos encontraron una solución la otra noche. ¿Te lo ha contado Elliott? No conozco los detalles, pero Ronnie pensó que mitigaría tus preocupaciones.
De pronto, Karen lamentó no haber dejado a Elliott que se lo contara. Le había interrumpido cada vez que lo había intentado, así que en esa ocasión no podía culparlo a él por haberla dejado al margen. Tal vez había llegado el momento de detener eso. Miró a Dana Sue a los ojos; su amiga estaba preocupada.
—Mañana iba a cubrir a Tina, pero me ha dicho que podía cambiar el turno si yo quería tomarme el día libre. ¿Te parecería bien? Creo que tengo que pasar algo de tiempo con mi marido.
Dana Sue sonrió, parecía muy complacida.
—Entonces mi trabajo aquí ya está hecho. Sé que sería como si estuvieras trabajando, pero podrías traer a Elliott a almorzar aquí el domingo para que conviertas esa reunión en una ocasión especial.
Karen asintió lentamente.
—Puede que le apetezca y está claro que necesitamos una comida en algún lugar con más ambiente que Wharton’s o Rosalina’s. Gracias. Los niños se quedan a dormir en casa de sus amigos esta noche. Veré si pueden quedarse hasta mañana por la tarde y así tendremos privacidad para mantener una conversación adulta de verdad.
—Entonces os reservaré una mesa para dos —le prometió Dana Sue.
—Será mejor que vuelva a ver cómo van mis macarrones con queso y jalapeños —sonrió Karen—. Si me han salido bien, deberían hacer subir la venta de bebidas.
—O hacer que suba nuestra factura del agua —bromeó Dana Sue—. Estoy deseando probarlos.
Cuando Karen salió del despacho, se sentía más llena de esperanza que en las últimas semanas.
—Pero los domingos siempre comemos con mi familia —protestó Elliott cuando Karen le habló de la propuesta de Dana Sue—. Es una tradición ir allí después de misa. Ya sabes que a mi madre le gusta que todos nos reunamos alrededor de su mesa al menos una vez a la semana.
Karen había logrado evitar muchas de esas ocasiones con el pretexto de tener que ir a trabajar. Y ya que el ofrecimiento de comer gratis en Sullivan’s era una ocasión especial, había estado segura de que Elliott habría renunciado sin dudarlo a la imposición de su madre por una vez.
—Es solo una vez —le suplicó—. Y lo necesitamos, Elliott. Sabes que sí.
—Llevo toda la semana diciendo que necesitamos hablar. ¿Por qué has elegido el único día de la semana cuando es imposible?
—No es imposible —respondió.
—Vale, tal vez no. Pero es que no quiero decepcionar a mi madre. Y si descubre que tenías el día libre y has preferido ir a comer al restaurante donde trabajas en lugar de reunirte con la familia, se lo tomará como una ofensa y le sentará fatal.
Por desgracia, Karen sabía que así sería exactamente como lo vería su suegra. Suspiró resignada.
—Muy bien. Iremos a casa de tu madre —dijo lamentando ya haber renunciado a hacer el turno en el trabajo.
—Después iremos al lago —le contestó Elliott intentando compensarla—. Así los niños podrán quemar energía y nosotros podremos sentarnos tranquilos a charlar.
—¿Un domingo? ¿Cuando todo el mundo en Serenity tiene esa misma idea? —le preguntó con tono escéptico.
—Intento buscar una solución intermedia —le respondió frustrado.
Ella lo miró a los ojos.
—Lo sé, pero yo también.
Elliott posó un dedo bajo su barbilla para que siguiera mirándolo.
—Mejoraremos —le prometió moviendo la mano para acariciarle la mejilla.
—Debería haber recordado lo difícil que puede ser el matrimonio. Es curioso, pero habría hecho lo que hubiera hecho falta para solucionar las cosas y salvar mi matrimonio con Ray por muy cerdo que fuera. Se largó sin darnos ni una oportunidad de intentar arreglar las cosas.
—¿Significa eso que quieres luchar por nuestro matrimonio incluso cuando sea complicado?
Ella posó la mano sobre la suya, que seguía en su mejilla, y lo miró fijamente a los ojos.
—Con todas mis fuerzas —le aseguró.
—Y yo haré lo mismo, cariño. Te amo —terminó diciendo en español.
—Yo también te quiero —le susurró ella dejándose rodear por sus brazos—. Con toda mi alma.
La única cosa que Elliott no había tenido en cuenta cuando había insistido en que fueran a casa de su madre el domingo era que eso haría que Daisy y Selena se vieran por primera vez desde el baile, ya que Adelia no había dejado que Selena fuera a comer al domingo siguiente ni después del colegio entre semana. Habían cedido a las súplicas de Daisy de no estar juntas. Sabía que las dos niñas habían hablado por teléfono, pero mientras no se vieran, era difícil saber si el problema se había resuelto de verdad o no, sobre todo ya que Daisy no había dicho nada, al menos no a él, después de aquella conversación.
De camino a casa de su madre, miró por el espejo retrovisor. Daisy estaba mirando por la ventanilla con gesto pensativo e ignorando la charla de su hermano.
—¿Estás bien, Daisy? —le preguntó.
—Ajá —murmuró sin mirarlo.
A su lado, Karen frunció el ceño, claramente captando el estado de ánimo de su hija e imaginando el motivo.
—No te preocupa ver a Selena, ¿verdad? —le preguntó con delicadeza—. Creía que las cosas habían mejorado después de que te llamara el otro día.
Daisy se encogió de hombros.
—Supongo.
Elliott no tenía duda de que el asunto no se había resuelto como esperaba. Por desgracia, a pesar de tener hermanas, muy pocas veces entendía cómo funcionaba la mente femenina. Miró a Karen como diciendo «¿y ahora qué?».
Karen se giró.
—Cielito, dinos qué está pasando. Sea lo que sea, te ayudaremos a resolverlo.
Daisy puso cara de extrañeza.
—¿Por qué tengo que resolverlo? Es Selena la que fue mala. Ahora todos en el cole se están burlando de mí y es por culpa suya —su voz se fue alzando al hablar y comenzó a llorar.
Karen