Innovación pública: Experiencias y retos en Colombia. André-Noël Roth Deubel
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La variedad de las alternativas
Muchos autores han propuesto diferentes definiciones y tipologías sobre la innovación pública. En todo caso, se trata aquí de presentar un horizonte general de la diversidad de la innovación pública con el fin de delimitar el alcance de sus versiones en términos del objetivo que persigue. Para ello, es preciso acercarse a la forma como los laboratorios o centros de innovación definen su proceso y comprender la importancia de los actores involucrados en los procesos, así como el rol que asumen.
Los actores involucrados son determinantes tanto para definir el alcance como la vocación misma de la innovación y el sentido de su desarrollo a través del tiempo. Aquella orientación inicial se encuentra en quiénes la promueven y cómo hacen que ocurra en un ambiente específico. Las iniciativas de innovación pública pueden nacer en cualquier sector de la sociedad, ya que fundamentalmente su materia prima son problemas identificados por algunos actores como necesitados de intervención, o cuyas soluciones no han sido satisfactorias para la comunidad en general.
A grandes rasgos, podemos identificar que la innovación pública puede ser gestionada por políticos, funcionarios, empresarios, académicos u organizaciones no gubernamentales. El sello que cada uno imprime en la innovación es distinto. En el caso de los políticos, la lógica que predomina es la representación de cierto sector de la sociedad que lo elige periódicamente para que este trabaje por sus intereses. Es posible que, en su camino, algunos tomen la decisión de proponer cambios innovadores en la forma de abordar un problema o simplemente de posicionarlo en la agenda de trabajo. Los funcionarios se caracterizan por incentivar procesos innovadores, en su mayoría, en función de un reconocimiento tanto dentro de la organización como por actores externos implicados en la problemática; esto es similar al papel que desempeña la academia en el posicionamiento de nuevo conocimiento. Por último, los empresarios intervienen y promueven la innovación, usualmente con la intención de mejorar su beneficio con el cambio de alguna noción o intervención específica en el problema público (Mulgan, 2007, pp. 9-11).
Si bien la innovación puede ser impulsada con diversos intereses y motivaciones, su objetivo o reto principal se enfoca en algún elemento de la situación construida como problemática. Buena parte de la literatura se enfoca en definir la innovación o la mejor metodología para alcanzarla. A partir de ello se pueden resaltar, en general, tres grandes tipos de innovación: de proceso, producto o servicio e innovaciones en gobernanza (Carstensen y Bason, 2012, p. 19). Cada una de ellas comprende una lógica distinta de funcionamiento, actores y metodologías que no constituyen una regla universal, sino más bien un factor común de las experiencias encontradas:
• Proceso: el objetivo primordial consiste en encontrar una nueva forma de ejecutar un proceso, ya sea interno o externo a la organización. Para algunos autores esto no implica un proceso totalmente nuevo, sino que puede implicar una mejora incremental que aumente su eficiencia. Esto aplica no solo para procesos de producción que impliquen cambios tecnológicos, sino también para los procesos administrativos (Vries, Bekkers y Tummers, 2014, p. 6). Esta perspectiva se enfoca en una solución orientada al individuo y a su rol en el desarrollo del proceso. Para Carstensen y Bason (2012), estos constituyen una primera generación de laboratorios de innovación que desarrolla en su mayoría plataformas creativas e integra a los actores pertenecientes al proceso.
• Producto o servicio: es clave para entender que los cambios en este tipo de innovación deben estar orientados a generar valor. Por ello el proceso se concentra en el usuario, lo cual implica conectar actores lo suficientemente diversos para que puedan lograr una mejora en la satisfacción del usuario. Esto implica que el proceso de innovación debe ir más allá de los límites de la organización.
Para Carstensen y Bason (2012, pp. 12-14), estos componen una segunda generación de unidades de innovación que mejoran el relacionamiento de los actores en torno a una situación, como es el caso del MindLab de Dinamarca. Dicha unidad desarrolló una metodología que incluía la participación de actores del sector público, privado y académico en torno a una problemática, proceso que incluía experimentación y pilotaje. Este modelo puede conectar diversas redes de actores, pero el rol del usuario se limita a la aprobación o negación de una innovación.
Este tipo de innovación concuerda con conceptos que escuchamos con frecuencia como la innovación social y las nuevas tendencias de gobierno abierto, las cuales han impulsado diferentes unidades de innovación. En este punto es necesario tener en cuenta que la forma como se institucionalizan las innovaciones influye en gran medida en el alcance que estas tengan y sus posibilidades de im-plementación, y depende en buena medida del actor que se haya encargado de promover la innovación como se mencionó anteriormente.
• Gobernanza: esta perspectiva se caracteriza por buscar la transformación de la relación entre las organizaciones y el ciudadano. De esta manera, se trata de desarrollar nuevas formas de abordar los problemas sociales mediante redes más amplias, no solo de actores sino de organizaciones. Así se diluye un poco el límite de los cambios intra o extraorganizacionales y es introducida una visión más sistémica del relacionamiento en la realidad social. Para autores como Bason, en este tipo de innovación es clave incluir la cocreación como un elemento fundamental para su desarrollo.
Usualmente es difícil determinar si un cambio es incremental o realmente disruptivo frente a esa transformación que se planteó anteriormente. Sin embargo, para esta última perspectiva, es posible señalar los primeros indicios de que está teniendo lugar un cambio sustancial en la forma de intervenir sobre una situación que consideramos problemática: superar los límites de la organización mediante la inclusión de múltiples actores, movilizar nuevos recursos y, por último, redistribuir en varios actores la capacidad de definir y evaluar el valor que se crea en este proceso (Moore y Hartley, 2008, pp. 14-18), el cual es necesariamente un valor público.
Esta tipología permite enmarcar y diferenciar claramente el alcance que es posible lograr mediante la exploración de las múltiples alternativas y formas que nos ofrece el tema.
Innovación pública, una nueva
relación de saber-poder
La propuesta de Goblab de la Universidad Nacional de Colombia se inscribe en el último grupo de la tipología general propuesta, con lo cual asume el potencial transformador de la innovación pública; para ello es preciso reconstruir su conceptualización y diferenciar nuestra posición con otras vertientes de la innovación pública. Inicialmente, el concepto de innovación se desarrolla en la literatura proveniente del sector privado y las aproximaciones retoman en su mayoría los estudios de Schumpeter. Los procesos de innovación son dotados de una fuerte base capitalista enfocada en la competitividad y el mercado. Sin embargo, su desarrollo en el ámbito público comprende dos vertientes a distinguir: la innovación en el sector público y la innovación pública.
Es necesario señalar que estas dos perspectivas parten del reconocimiento de la respuesta insuficiente del Estado a problemas cada vez más complejos debido a su rápida evolución, la diversidad de actores que intervienen en ellos y su carácter global, que trasciende la tradicional organización territorial del Estado. Ante estas nuevas dinámicas la Administración Pública se ha quedado corta. Se ha sometido a debate la necesidad de buscar nuevas formas de enfrentar estas problemáticas; allí se establece una diferencia tajante entre las dos perspectivas antes mencionadas. La innovación en el sector público se orienta a mejorar la respuesta a los desafíos que se presentan, mientras que la innovación