El libro de medicina oriental (Bicolor). Clive Witham

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El libro de medicina oriental (Bicolor) - Clive Witham Salud

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Cuando sentimos alegría, el órgano más afectado es el Corazón.

      El Qi del Corazón decae con estos sentimientos, con lo cual se puede experimentar la gama normal de sentimientos alegres, a menudo en beneficio del Qi del Corazón y liberando el estancamiento del cuerpo. Ello puede afectar no sólo nuestra felicidad, sino también la de los de nuestro alrededor. Según un estudio del corazón realizado en Estados Unidos1, los sentimientos alegres incrementan en una tercera parte las posibilidades de que la pareja, hermanos y vecinos sean más felices. El estudio también descubrió que la relación entre la felicidad de las personas puede extenderse mucho más –de hecho, hasta tres grados de separación (hasta el amigo del amigo de nuestro amigo) –, y que las personas que están rodeadas por muchas personas felices tienen más probabilidades de ser felices a su vez.

      Sin embargo, cuando se produce un desequilibrio en el Corazón, a las personas les cuesta manejar los sentimientos de alegría y felicidad. A veces su reacción es inadecuada: reaccionan demasiado en el momento inoportuno o el lugar inadecuado, o incluso pueden mostrar una ausencia total de felicidad. Un deseo insaciable de felicidad, buscada sin pausa en el trabajo o el juego, puede suponer un estrés excesivo para el Corazón, y en ocasiones es la causa de este desequilibrio.

      En la medicina oriental, el Corazón y la mente forman parte del mismo continuo, de ahí que un exceso en el Corazón pueda subir a la cabeza y trastornar la mente. Por este motivo, muchos de los síntomas asociados a los desequilibrios en el Corazón y los efectos de la alegría reciben nombres psicológicos bien conocidos.

      Los trastornos habituales asociados incluyen: palpitaciones, insomnio, comportamiento maniático, problemas de corazón y tendencia a estar a la defensiva, o a ser excesivamente susceptible, paranoico y poco comunicativo.

      Capítulo 6

      images El mundo natural que nos rodea

      «No te vayas a la cama con el pelo mojado o pillarás un resfriado.»

      «Métete la camisa dentro de los pantalones.»

      «Echa los hombros atrás.»

      La sabiduría no se trasmite de generación en generación sin una buena razón. Los refranes que solía decir mi abuela, y de los que mi mente adolescente presuntuosa se burlaba, encierran verdades que tienen mucho sentido en términos de medicina oriental.

      Los factores externos influyen en lo que nos sucede internamente de forma mucho más directa de lo que la gente cree.

       Humedad

      Llevar ropa mojada, vivir en una casa húmeda, sentarse sobre la hierba mojada, cruzar un riachuelo o irse a la cama con el pelo mojado son acciones que favorecen la entrada de humedad en el cuerpo. Y una vez dentro, es muy difícil eliminarla. Es lenta, pegajosa y pesada, y destaca por su cualidad persistente, es difícil de sacar.

      La manera más normal de que la humedad entre en el cuerpo es por las piernas, y sube hacia la zona pélvica. En las mujeres, ello puede significar una alteración en el sistema genital y el inicio de flujos desagradables, o puede afectar el intestino, causando problemas de vientre o «infecciones» urinarias en la vejiga.

      La humedad puede filtrarse casi por cualquier lugar, y por lo general aparecen síntomas que avisan. Una sensación de pesadez en los brazos, piernas o cabeza es un síntoma clásico, y puede notarse como si alguien nos hubiese envuelto en una bola gigante de algodón.

      El motivo es que la humedad deja sentir su peso sobre el yang e impide que éste pueda subir a la cabeza para aclarar el cerebro. La sensación de la bola de algodón es la humedad que se cuela entre uno y su cerebro, y a menudo causa una falta de concentración y de claridad al pensar.

       Viento

      En días ventosos, a muchas personas extrañamente les cuesta concentrarse. Los maestros se suelen quejar del comportamiento de sus alumnos cuando sopla un viento fuerte, ya que suelen estar sobreexcitados y no pueden estarse quietos en su silla. Existe una razón sencilla para ello, que no todo el mundo conoce.

      La razón es que el viento penetra en el cuerpo por la piel. En el espacio estrecho existente entre la piel y el músculo, a veces llamado «Qi defensivo», éste circula por el cuerpo y actúa como la primera línea de defensa contra el entorno natural. Imagine una versión humana de los escudos deflectores de la nave espacial Enterprise (de la serie Star Trek), es algo parecido, sólo que los escudos del cuerpo no siempre funcionan a plena potencia, y cuando están débiles, el viento se filtra y se aloja bajo la piel.

      La gente es más vulnerable allí donde la piel normalmente no está cubierta, y la zona por donde suele entrar el viento es el cuello. Efectivamente, muchos de los puntos principales situados alrededor del cuello tienen las palabras viento o brisa en su nombre, como parabrisas, wind Treasury, o «estanque de los vientos» (feng chi).

      Para saber lo que hace el viento cuando entra en el cuerpo sólo tenemos que observar el mundo natural y ver cómo se comporta el viento a diario. En un día tranquilo, la calma puede no durar mucho: de pronto empieza a soplar viento y trae nubes. Los cambios son rápidos: una brisa suave puede convertirse en un viento fuerte en pocos segundos, y luego volver a encalmarse por completo. Por su misma naturaleza, el viento es inconstante e intermitente.

      En el cuerpo podemos prever, por lo tanto, que el viento ocasionará síntomas de inmediato, que éstos cambiarán igual de rápidamente y que se moverán de un lugar a otro. No es extraño tener un dolor que varía de lugar, que puede empezar como una espalda dolorida y terminar como un dolor de espalda. El viento también afecta la parte superior del cuerpo, causando rigidez, y la piel, provocando picores.

      El primer indicio de viento podría ser una sensación de frío y un fuerte deseo de evitar salir y exponerse al viento. Los Pulmones controlan el Qi defensivo, de modo que si hay viento que interfiere con su flujo, la función normal de los Pulmones de empujar hacia abajo se bloquea.

      La incapacidad de hacer que el Qi fluya en dirección descendente hace estornudar o toser. Además, los Pulmones no pueden enviar líquidos hacia abajo, de modo que éstos salen por la nariz.

      El dolor de garganta, que tan a menudo acompaña a la exposición al viento, está asociado a la profundidad que el viento alcanza en el cuerpo. Cuando entra en el cuerpo por la piel, llega a los canales más próximos a ésta. Son el canal del Intestino Delgado y el canal de la Vejiga (juntos se conocen como los canales Yang Mayores, los más superficiales de todos). Cuando el viento empieza a causar estragos en el flujo normal del Qi por estos canales, aparece dolor y agarrotamiento.

       Frío

      El frío normalmente entra en el cuerpo con el viento por la nariz o la boca. En general, esto causa moqueo, estornudos, picor en la garganta y tortícolis, que son indicios claros de aire en los Pulmones. Cuando el frío también está presente, hay una tendencia a temblar e incapacidad para sudar. El sudor no sale porque los poros de la piel se han contraído a causa del frío.

      El frío también entra por exposición exterior al mismo. Puede ser por andar descalzo, sentarse en unas escaleras frías o por no llevar ropa adecuada. La zona expuesta permite que el frío penetre en las defensas normales del cuerpo. Los lugares donde el frío suele alojarse son las manos, pies, brazos, rodillas, zona lumbar y hombros. Y en todos ellos,

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