Viraje hacia la vida. Enrique Leff
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La categoría de Racionalidad Ambiental no tiene el propósito de codificar un nuevo concepto que logre representar y captar en su esencia las condiciones de la vida y el orden de la vida; porque debemos reconocer que una condición y principio de la vida es el hecho de que el pensamiento siempre corre por detrás de los procesos de la naturaleza, de la potencia emergencial de la Physis, de la evolución complejizante de la vida. Siempre vamos viviendo detrás de la vida, tratando de darle nombre, de codificar, de calificar, de categorizar y significar los fenómenos de la vida para intentar comprender lo que la vida misma va generando: incluso la vida intervenida por el logos, la ratio y la razón. Por eso no sabemos de antemano lo que habrá de generar la transgénesis de la vida al intervenir tecnológicamente la vida. De allí deriva la responsabilidad ética ante el no-saber de aquello que desencadena la potencia de la razón y la fuerza de la tecnología, de un principio precautorio como la responsabilidad de refrenarla o impulsarla, porque no sabemos de antemano lo que habrá de generar.
Esas son las condiciones de la vida que debemos ir aprendiendo de la historia del pensamiento y de las ciencias de la vida; avanzamos lentamente en la comprensión de las condiciones de la vida de las cuales debemos hacernos cargo, pues vamos mirando por detrás lo que va sucediendo, tratando de comprenderlo de alguna manera, y en el mejor sentido, desde nuestra limitada capacidad de comprensión. Por ello puse por subtítulo a esta conferencia: “Aprendiendo a vivir en las condiciones de la vida”. Estamos reaprendiendo a vivir; y reaprender a vivir es algo que está más allá del saber dónde poner la basura en su lugar, diferenciar la basura orgánica de la inorgánica, cuidar a la naturaleza y volvernos hacia modos más frugales de consumo. El saber de la vida pasa por saber que la entropía es una condición de la vida misma y que todo lo que hagamos generará algunos residuos no reciclables y una pérdida ineluctable de energía. De esa manera, quizás podamos comenzar a mitigar el cambio climático, la producción de calor y la degradación de la naturaleza.
Pero tenemos también que empezar a comprender mejor aquellos fenómenos que son el origen y fundamento de la vida y que la propia ciencia ha invisibilizado. Pues si bien es cierto que después de casi dos siglos de formulada la ley de la entropía y sus diversas formulaciones, no terminan de clarificarse cómo operan sus principios fundamentales y universales en la degradación y disipación de la entropía en diferentes niveles y escalas en los procesos del metabolismo de la biosfera, hay un fenómeno del cual depende la vida desde sus orígenes, lo que Erwin Schrödinger llamó neguentropía (o entropía negativa), que es la conversión de la energía solar en energía bioquímica, en la autoorganización de la vida y en la producción de biomasa, de donde se despliegan las diversas formas de la vida en la organización ecosistémica de la biosfera. Si un ecosistema evoluciona hacia la complejidad “maximizando la producción de entropía”, eso ¿qué significa?: ¿Cuánta entropía se produce?, ¿En qué formas? y ¿Hacia dónde se disipa? ¿Qué implicaciones tiene en la productividad, resiliencia y sustentabilidad del ecosistema? La biotermodinámica de la vida está aún afinando el sentido de sus conceptos para comprender el complejo metabolismo y la evolución creativa de la vida. De manera que, si efectivamente es cierto que la producción de entropía es una condición para mantener el orden y la evolución de la vida, habrá que discernir los sentidos y los efectos de la entropía en el comportamiento del ecosistema; es necesario comprender de qué manera funcionan los procesos entrópicos y neguentrópicos para gobernar los potenciales productivos y las condiciones de estabilidad de los ecosistemas para orientar las prácticas productivas y reaprender a vivir en las condiciones de la vida.
Hasta ahora han predominado en los modos de significación de nuestros mundos de vida, modos de comprensión alejados de la ciencia termodinámica; como ha afirmado George Steiner, es paradójico, por decir lo menos, que después de dos siglos de que fuera formulada la ley de la entropía, apenas estemos tomando nota de que es una condición de la vida y de la existencia humana. Pero lo que tenemos que comprender e incorporar cuanto antes a nuestras prácticas de vida es su complemento: la verdad incontrovertible de que la vida es la organización neguentrópica de la materia y de la energía del Universo; es eso lo que tenemos que aprender a mantener y a magnificar para sustentar la vida en la vida misma. De esa comprensión emerge un giro en los destinos de la vida en el planeta: un cambio de dirección del “progreso” y el “crecimiento” dentro del régimen ontológico de la tecnoeconomía que avanza destruyendo la vida, hacia la construcción de sociedades neguentrópicas, fundadas en la creatividad y en las condiciones de sustentabilidad de la vida. Y si nos cuesta a los ciudadanos comunes abrir nuestra comprensión del mundo a la vida, no están exentos de ello los científicos que se enfrentan a los obstáculos epistemológicos, a los intereses disciplinarios y las resistencias paradigmáticas que han invisibilizado las condiciones de la vida. En cambio, para los Pueblos de la Tierra resulta en un proceso de reconstitución de sus saberes que es connatural con su cultura.
Más allá de construir un nuevo paradigma sobre la sustentabilidad de la vida, la Racionalidad Ambiental abre el pensamiento del Logos y la razón para acoger la diversidad de nuevos paradigmas, de nuevos enfoques, de nuevos modos de comprensión de lo Real y de las cosas del mundo para la reconstrucción de la vida. La Racionalidad Ambiental está alimentada y sustentada, sobre todo, en los saberes de los Pueblos de la Tierra. La ciencia biotermodinámica avanza desde el reconocimiento de la propiedad neguentrópica del planeta; desde esa comprensión podemos construir una bioeconomía y una economía ecológica fundadas en los procesos de autoorganización de la vida y en el potencial productivo de los ecosistemas; incluso ha emergido una sociología ambiental y una ecología política que analizan los conflictos socioambientales fundadas en el reconocimiento de la ley de la entropía y de la potencia neguentrópica del planeta. Pero son los Pueblos de la Tierra quienes están llamados a refundar sus territorios de vida; no solo por su capacidad de resistencia y de resiliencia ante los embates del capital, sino por su capacidad de reexistencia, por la habilidad para reconstituir sus identidades tradicionales, en su apertura para comprender la crisis ambiental, en su disposición para renovar los modos de habitar sus territorios y reconstruir sus mundos de vida. Pues ciertamente nuestras universidades y la economía son infinitamente más resistentes a abrirse a esa recomprensión del mundo que los Pueblos de la Tierra, quienes han mostrado ser más lúcidos y estar más abiertos a comprender lo que está en juego; pues lo que está en riesgo, más allá de la vida misma, es la existencia de los pueblos, que hoy reclaman el derecho de ser como un derecho inalienable, reinventando sus identidades, sus modos de producción y sus modos de vida.
Un ejemplo emblemático son los seringueiros de Brasil; ellos no son pueblos originarios del territorio que habitan; son gente que vino de diversos lugares de Brasil, se instauraron en el Estado de Acre, trabajaron en la industria del caucho desde finales del siglo XIX, y desde sus luchas sindicales y orientados más tarde por Chico Méndes, fueron comprendiendo la crisis ambiental. Pero la comprendieron con una profundidad tal que decidieron transformar sus modos de vida y reapropiarse de sus espacios de vida desde sus derechos territoriales y existenciales inventando un modo neguentrópico de producción, sus reservas extractivistas, partiendo de la extracción del látex y su transformación en una serie de bienes de consumo local, regional e internacional, basados en las condiciones de productividad ecosistémica de su territorio de vida y no en la maximización de la ganancia económica. Ese es un giro en su modo de producción, en el modo de relacionarse con la naturaleza y de inscribirse en el metabolismo de la vida, en las condiciones de productividad termodinámica y ecológica de su territorio, reinventando sus identidades; autodenominándose seringueiros, como el nombre del árbol de donde derivan sus medios de vida, instituyendo su mundo de vida en las condiciones del territorio que habitan.
La Racionalidad Ambiental se sostiene en un conjunto de paradigmas ecologizados que buscan trascender el orden objetivador del mundo que fundan las ciencias en el orden de la racionalidad científica dominante, de la “ciencia normal”; pero la Racionalidad Ambiental trasciende el orden de la cientificidad del conocimiento objetivo, comprobable, verídico y falsable –como diría Popper– y se abre a un diálogo de saberes.